lunes, 18 de septiembre de 2017

CAPITULO 25 (SEGUNDA PARTE)





Minutos más tarde, salgo de la habitación. Necesito un poco de aire. Pedro, por suerte, cree mi tonta excusa y eso facilita mucho más las cosas. Aún siento esa descarga de adrenalina y emoción por la noticia del bebé. Sonrío para mí misma y no puedo contenerme. Tengo deseos de gritárselo a todos, pero sé que no puedo hacerlo. Aún no estoy cien por ciento segura y necesito una consulta con la doctora Pierce o con quien sea, lo más rápido posible.


Aún sigo sin poder creerlo. Tengo un bebé en mi vientre, hay una vida aquí dentro.


Oh, mi Dios.


Muevo mis manos hacia mi abdomen y lo acaricio levemente por encima de la blusa. No es el momento adecuado para estar parada a mitad del pasillo con una tonta sonrisa en el rostro así que camino un par de pasos en dirección a la salida más próxima. No sé si serán imaginaciones mías, pero tengo deseos de beber un zumo de naranja y comer algo que tenga chocolate. Tal vez, imagine cosas, tal vez, mi mente me engañe y, tal vez, la emoción me haga comportarme de esta manera, pero qué más da. Quiero creer que todo será perfecto y que Pedro y yo tendremos un bebé en unos meses.


—¡Paula! —exclama Daphne a unos cuantos metros de mí.


Me volteo en su dirección intentando no poner los ojos en blanco. Sonrío con falsedad y me pongo seria al ver que está sonriéndome. ¿Por qué esta sonriéndome? Ella nunca me sonríe, algo sucede aquí y aún no lo he notado.


—¿Qué sucede? —cuestiono con el ceño fruncido cuando ella se acerca mí. Se ve diferente y eso me parece más que extraño. Incluso me da miedo.


—¿Irás a la cafetería?


—Sí —respondo brevemente. Aún sigo confundida. Intento no parecer una tonta, pero la situación me desconcierta—. ¿Quieres que te traiga algo? —se me ocurre preguntar porque en realidad no sé qué más pensar con respecto a esta extraña situación.


Ella coloca su mano sobre mi brazo levemente y me sonríe como jamás lo ha hecho.


—¿Puedo acompañarte, querida?


Su pregunta me sorprende por completo y ella lo nota. Me sonríe de nuevo y espera impaciente a que responda, pero no sé qué responder. Esto es extremadamente extraño y desconcertante.


—Eh… si, supongo que sí —balbuceos. Estoy anonadada, ¿Qué demonios sucede aquí?


Yo comienzo a caminar en dirección a la cafetería. 


Recorremos varios pasillos y bajamos dos pisos por las escaleras. Soy consciente de que llevo tacones y también un bebé dentro de mí, me aferro al pasa manos pegado a la pared y no me suelto de él hasta que llegamos al piso correcto. Daphne sigue mis pasos en silencio y me observa detenidamente. Me siento muy incómoda. Ella jamás se ha comportado de esa manera conmigo. No sé si será la situación, tal vez, está sensible por lo de Laura o solo planea algo. Estoy más que confundida, solo deseo que Pedro tenga ese instinto protector y venga a rescatarme.


—¿Se te apetece algo, querida?—cuestiona amablemente mientras que hacemos la fila para realizar mi orden. Frunzo el ceño porque sé que ella no está viéndome, luego me volteo en su dirección y sonrío. ¿Por qué no me ha insultado aún?



—Beberé un jugo de naranja y se me antoja probar un poco de pastel de chocolate. —le informo con falsedad. Ella vuelve a sonreír y veo como sus ojos brillas de felicidad.


—Ve a sentarte, te llevaré lo que quieres, querida.


¿Qué?


Oh, mi Dios.


—Pero… ¿Estás segura? —Mi tono de voz se vuelve más agudo por la sorpresa y la extrañeza de su comportamiento—. ¿Daphne, te sientes bien?


Ella suelta una leve risita, provocando que los que están delante de nosotros en la fila se volteen unos segundos a vernos.


—Claro que sí, querida. Ve a sentarte —me ordena más que feliz.


Me muevo hacia la sección de mesas y busco rápidamente una que esté libre. Es temprano, y no hay mucha gente. 


Puedo escoger el lugar que se me antoje.


Me siento en una mesa para dos en medio del lugar. El ambiente huele a desinfectante para pisos, como cuando las mucamas limpian el suelo de la casa, puedo percibir ese aroma a lavanda y, sinceramente, siento algo de nauseas. 


No me gusta, no me gusta para nada. Se me revuelve el estómago y ya no tengo deseos de comer ni beber nada. No sé si será algo psicológico o real, pero no puedo controlarlo. 


Es… no sé qué decir. Aún sigo confundida y sorprendida.


—Aquí tienes tu jugo y tu pastel, querida —me dice mi suegra actuando más amable de lo normal. Tengo que fruncir el ceño de nuevo. Esto no es normal, no puede culparme por mi comportamiento


—Gracias, Daphne —musito con la voz entrecortada.
Tengo nauseas de nuevo.


Ella extiende su mano encima de la mesa y toma la mía. 


Acaricia mi piel con su pulgar y me mira expectante. Sus ojos tienen un brillo extraño y parece emocionada.


—Daphne…


—¿Cuándo vas a decírselo?


Mis ojos se abren de par en par, me toma desprevenida y mi corazón se detiene por un instante que se hace eterno. No pudo haberlo notado… ¿Cómo…?


—¿Qué? —pregunto con un hilo de voz. Ella sonríe ampliamente y contemplo como sus ojos se llenan de lágrimas.



—Primero entraste al baño y demoraste mucho tiempo, saliste pálida y con los ojos llorosos y, además de eso, protegiste tu vientre cuando Pedro estuvo a punto de chocar contigo. No fue muy difícil adivinar lo que te sucede, Paula.


—Yo… —balbuceo.


No sé qué decir. Lo único que puedo sentir son mis ojos llenándose de lágrimas. Estoy emocionada, no me esperaba esto, no me esperaba nada de lo que me sucedió en estas últimas tres horas. Todo me toma por sorpresa.


—¿Es verdad…? ¿Estás embarazada, querida? —pregunta.


Sonrío ampliamente, creo que sí lo estoy, es casi seguro que estoy esperando un bebé. Muevo mi cabeza a modo de afirmación, no puedo hacer más. Estoy tan emocionada que ni una sola palabra sale de mi boca aunque lo intente. Mis ojos comienzan a llorar, pero de alegría. Seré mamá, tendré un bebé, sí, tendré un bebé.


—Oh, por Dios… —dice con una sonrisa en sus labios. 
Cubre su boca y percibo como comienza a llorar. Sé que llora de felicidad. Me siento muy sensible ante esta situación, no sé cómo reaccionaré cuando tenga que decírselo a Pedro—. No puede ser… pero… ¡Oh, mi Dios!


Sonrío y busco en test de embarazo dentro de mi bolso. Lo encuentro velozmente y se lo entrego a Daphne para que vea el signo positivo en él.


—No estoy cien por ciento segura, pero…


—¡Querida, aquí dice que estás embarazada, tendrás un bebé! —exclama más que emocionada.


La situación es extraña. Es como si todo volviera a comenzar desde cero. Como si fuese un nuevo comienzo. Una página en blanco en la que podremos arreglar nuestras pequeñas diferencias y formas de ser. Es diferente, me siento diferente y eso me hace feliz.


Se pone de pie y rodea la mesa secándose las lágrimas. Me abraza inesperadamente y demoro en responder a su acto de afecto, pero decido olvidar el pasado. Ahora todo es diferente, sé que voy a cambiar para bien, es la abuela de mi bebé, la madre de mi esposo, es alguien que tiene importancia en cierto modo. No lo hubiese admitido jamás, pero Daphne es Daphne y eso la hace única.



—No puedo creerlo, querida. Voy a ser abuela de nuevo —murmura entre sollozos, mientras que mueve una de sus manos y la posa sobre mi vientre. Nos miramos a los ojos por unos segundos, y en ese instante sé qué el pasado ha quedado atrás.


—Sí, Daphne. Serás abuela de nuevo —le digo con una amplia sonrisa—. Pedro será papá, tendremos un bebé y… —No puedo contenerme y me largo a llorar de nuevo. Jamás me imaginé una situación similar a esta, pero la vida siempre me toma por sorpresa y esta sorpresa del día ha sido las más fuertes de toda mi vida.


—Tenemos que asegurarnos de esto ahora mismo, querida. Podemos ver a un médico inmediatamente, tenemos que estar seguras.


Ella parece más desesperada y nerviosa que yo, pero tengo que tomarme su forma de comportarse de buena manera, está emocionada, sorprendida y lo bueno es que se ve feliz. 


Ella es la primera persona que sabe de mi bebé, nunca lo creería posible.


—¿Por qué están abrazándose? ¿Sucede algo? —cuestiona Pedro a mis espaldas, interrumpiendo el momento. Me paralizo por un segundo, pero mi suegra me lanza una mirada y en silencio me dice que ella solucionará el problema.


—No sucede nada, cielo —murmuro no muy convencida de ello.


Me acerco a Pedro y beso sus labios. La mejor manera de solucionar esto es mediante la distracción.


—Tu madre y yo decidimos resolver nuestras diferencias y nos emocionamos un poco. No tienes que preocuparte —aseguro y lo beso de nuevo. Daphne toma mi brazo y me aleja de mi esposo rápidamente, disculpándose con una sonrisa.


—¡Paula y yo volveremos en una hora o dos como mucho, hijo! —exclama llevándome de regreso al pasillo de salida. A lo lejos lo veo fruncir el ceño en mi dirección y solo se me ocurre responderle encogiéndome de hombros. Ni siquiera yo sé a dónde nos dirigimos.


Media hora más tarde, nos encontramos en el piso número seis del hospital, en la sección de maternidad. No puedo creer que Daphne me haya convencido a hacer algo así. La doctora Pierce es la encargada de todo lo que se refiere a mí, pero en un momento como este, no puedo esperar hasta tener una cita con ella. Necesito confirmar nuevamente que hay una mini Paula o un mini Pedro dentro de mí. Cuando más rápido haga todo esto, más rápido podré decírselo. Ya he pensado en como lo haré y sé que le encantará.



—No sé si esto sea lo correcto —confieso en un murmuro.


—Claro que es lo correcto, querida.


—Es que… —balbuceo de nuevo. No suelo balbucear, pero esta es una situación extraña—. Lo correcto sería que Pedro me acompañara a mi primera revisión con el médico, él es el padre y… —Intento seguir hablando pero ella se ríe y me interrumpe.


—La primera consulta nunca cuenta, porque es para despejar las dudas. La segunda es la que cuenta. Además, es mejor estar cien por ciento segura antes de que se lo digas, ¿No crees?


Daphne logra convencerme. Sí, es mejor estar segura. Ya quiero que llegue el momento de decirlo. Sé que se pondrá a saltar por todas partes cuando lo sepa.


—Paula Alfonso —oigo que me llaman desde el interior del consultorio. Daphne y yo nos ponemos de pie rápidamente mientras que manos tiemblan y una extraña sensación de frío aparece en mi estómago.


—¿Estás lista, querida? —me pregunta apretando mi mano antes de cruzar el umbral. No puedo mentir, no sé si estoy lista, pero lo estaré de todas formas.


—Sí, creo que estoy lista…




No hay comentarios:

Publicar un comentario