Termino con mi cabello, salgo del cuarto de baño, cruzo la habitación, evitando la mirada de Pedro, tomo mi teléfono celular de mi bolso y luego corro hacia mi armario. Tomo un conjunto de ropa interior, me lo coloco y rápidamente me paro delante del espejo. La emoción logró vencerme una vez más.
Enciendo la cámara, la apunto en dirección al espejo y sonrió. Estoy dispuesta a hacer esto todos los días, es mi bebé...
Tomo la fotografía de cuerpo entero y creo una nueva carpeta de fotografías, llamada “Bebé” y cambio el nombre de la imagen por “Bebé día 1”
Sonrío como una tonta. Haré esto todos los días, estoy más que segura. Me tomaré fotografías de mi vientre todos los días, desde el día inicial en el que supe que estaba embarazada, es decir hoy. No sé qué excusa inventar. ¡Estoy emocionada!
Regreso al cuarto y le sonrío a mi esposo antes de apartar los edredones a un lado. Él apaga la televisión y deja el control remoto sobre la mesita de noche. Me acuesto a su lado y velozmente, me rodea con sus brazos, haciendo que descanse mi cabeza en su pecho.
—Descansa, mi preciosa Paula —murmura, besando mi pelo.
Acaricio sus pectorales con mi mano derecha, entrelazo nuestras piernas y, cuando estoy cien por ciento cómodas entre sus brazos, cierro los ojos.
—Descansa, Pedro —digo finalmente, y beso su pecho antes de quedarme profundamente dormida.
****
Ha pasado dos días desde que regresamos a Londres. Laura ya está bien. Hoy le darán el alta médico y podrá regresar a casa, aunque tendrá que estar varios días haciendo reposo.
Pedro ha estado algo nervioso y distante, pero yo también lo estuve. Toda esta situación nos alejó un poco, pero ambos sabemos comprenderlo.
Tengo que admitir que estoy emocionada. Hoy es el día, Daphne ha estado llamándome en las últimas horas para convencerme de que lo haga. Si, tampoco podré soportarlo por demasiado tiempo. Necesito decirle, necesito que sepa que tendremos un bebé, necesito ver su expresión, ver la manera en la que reacciona. Ya no puedo tolerarlo. He estado imaginándome esto desde que lo supe y solo faltan unas horas para la gran verdad.
—¿Me ha llamado, señora Alfonso? —pregunta una de mis mucamas, reapareciendo de repente en mi habitación.
Me volteo en su dirección y sonrío ampliamente. Ahora no tengo que fingir que soy amable, porque tengo deseos de ser amable con ella. Estoy tan feliz que no puedo evitarlo.
—Sí, te he llamado. Necesito que prepares la cocina —le digo, corriendo hacia mi armario para tomar mi bolso.
—¿Preparar la cocina? —pregunta frunciendo el ceño.
Pongo los ojos en blanco y suelto un leve suspiro porque sé que ella no me ve. Sonrío de nuevo y me volteo en su dirección, nadie arruinará este día. Todo tiene que ser perfecto, incluyendo mi humor.
—Sí, la cocina —respondo con obviedad—. Ya sabes, necesito que para cuando regrese, tengas listo algunos recipientes, azúcar, mantequilla, ese tipo de cosas…
—¿Va a cocinar, señora?
—Así es —le respondo con mi mejor sonrisa. Tomo mi perfume y me aplico un poco en el cuello y otro poco en las muñecas—. Y no olvides que a media mañana traerán nuestras maletas de Múnich.
—Sí, señora —me responde asintiendo levemente con la cabeza.
Vuelvo a dejar el frasco de perfume en su lugar y salgo de mi habitación sin decir más. Pedro se fue a la oficina hace aproximadamente una hora, no le he dicho que tengo planeada una salida al centro comercial, pero debe de suponerlo, aunque no tiene idea de lo que realmente iré a comprar.
¡Oh, mi Dios!
No puedo contener mis emociones y doy unos cuantos saltitos antes de subirme al coche.
Llego al centro comercial y me doy el lujo de estacionarme en la sección de “Futura mamá”. No puedo creerlo. Siento algo tan extraño en mi pecho… Ver la imagen animada de la madre con su gran vientre me provoca sensaciones inexplicables. Tengo que tomarle una foto a este momento, es decir… ¡Estoy tan ansiosa! ¡Esta no soy yo!
Busco mi celular en el interior de mi bolso, cuando lo encuentro, enciendo la cámara y le tomo una fotografía al cartel. Sonrío y parpadeo un par de veces para no llorar.
Coloco una de mis manos en mi vientre y lo acaricio dulcemente.
—La próxima vez que vengamos, papá va a acompañarnos, bebé… —le digo a mi hijo en un leve susurro.
Se siente extraño hacerlo, es como si hablara sola, pero él está ahí. Mi angelito está ahí y sé que me oye.
Miro la pantalla de mi teléfono y ahí está la imagen, en ese instante una gran idea se cruza por mi cabeza. Lo haré por maldad, solo para ver que dice, la gran noticia la sabrá cuando llegue a casa.
*¿Puedes creer que encontré un nuevo lugar para estacionar?*
Envío el mensaje y luego camino en dirección hacia los ascensores. La luz de mi teléfono parpadea un par de veces y sé que es la respuesta de Pedro.
*Ese ha sido el mensaje más extraño de todos… ¿sucede algo?*
Estallo en risas a medio camino. Algunas personas se voltean a mirarme, pero nadie me dice nada. No me avergüenzo, no me importa, sigo siendo mejor que ellos. Sí, eso no cambiará. Además, ahora valgo por dos…
Me meto dentro de la caja metálica y un anciano, acompañado por su esposa, presiona el botón del primer piso. Releo el mensaje de nuevo y tecleo mi respuesta velozmente.
*Olvídalo, cariño. No lo entenderías*
Llego al primer piso y el habitual murmullo y ruido de centro comercial invade mis oídos. Camino hacia la cafetería central y veo a Damian sentado en una de las mesitas para dos, del rincón.
—Hola —le digo, sentándome delante de él.
Sus ojos recorren mi cuerpo por completo, mientras que su ceño se frunce y su rostro expresa sorpresa y confusión.
—¿Por qué estas vestida así? —cuestiona mirando con extrañeza mi suéter de punto color beige, mis jeans tiro alto y mis botas bajas, sin tacón.
Sí, he cambiado un poco la forma de vestir, pero no es por causa del bebé, lo juro. Bueno, en realidad sí lo es, no usaré tacones y dejé los vestidos a un lado al menos por el día de hoy. Quería sentirme cómoda, quería sentirme yo misma por unas horas y lo logré, porque me siento Paula, solo Paula…
—El viaje me cambió un poco —respondo encogiéndome de hombros.
—Me gusta el cambio —asegura con una sonrisa.
—No empieces —le digo cruzándome de brazos. Se ríe levemente y luego niega con la cabeza, intentando comprobar que lo que me dice no tiene ningún mensaje oculto.
—Tengo novia ahora, ya no te veo de esa forma.
—Me parece bien… —murmuro desviando mi mirada hacia otra parte. El ambiente se vuelve algo tenso, otra vez esa extraña incomodidad, esa tonta situación de nuevo—. En fin, volvamos al tema que realmente me interesa.
El camarero llega rápidamente y nos pregunta que queremos beber. Pido té y algunas galletas de avena, Damian encarga un pedazo de pastel y café. Necesito decirle lo que quiero y que lo entienda, muero por sorprender a Pedro.
—¿De qué se trata, nena?
—Como ya sabes, el cumpleaños de Pedro es la siguiente semana…
—Sí, Tania y Daphne han hablado de eso —me responde.
—Bien, necesito que me ayudes a prepararle una sorpresa. Quiero contratarte como fotógrafo, esto será completamente profesional —aseguro con un tono de seriedad—. Quiero que me hagas un libro de fotografías de Pedro y de mí, fotos de nuestro viaje y ese tipo de cosas.
—Comprendo. ¿Entonces, quieres que edite el libro de fotos y que lo imprima?
—Exacto. ¿Crees que podrás hacerlo para el martes?
—Sí, claro que podré, nena. ¿Tienes las imágenes aquí?
Sonrío y busco en el interior de mi bolso. Tomo la memoria portátil y se la entrego. Ahí están nuestras mejores fotos, la de los últimos meses, esos meses en los que ambos nos enamoramos. Las del crucero, en la playa, en Florencia, algunas en Milán y mis favoritas; las que nos tomamos en París.
—Confío en ti —le digo, mirándolo fijamente.
—No te arrepentirás, será el libro de fotografías, más hermoso y original que hayas visto.
—¿Crees que le gustará? —pregunto con una mueca.
Espero que si le guste, porque tengo muchas más ideas en mente, pero no voy a revelárselas a nadie más.
—Paula… estarás en cada una de las fotografías, te aseguro que le gustará.
Nos reímos por unos segundos y rápidamente el camarero reaparece delante de nosotros con nuestra orden. Las deposita en la mesa y luego de un agradecimiento hacia el chico, comemos, bebemos y reímos mientras que le cuento todo lo que sucedió en el impresionante viaje.
Minutos más tarde, mi teléfono celular empieza a sonar. Veo la pantalla y el nombre de Pedro se proyecta una y otra vez.
—¿Hola?
—¿Paula, estás bien? —pregunta al otro lado con la voz cargada de preocupación.
—Cariño, sí, estoy bien. ¿Qué sucede?
—Estaba preocupado por ti, te envié un mensaje y no me respondiste, yo…
Me rio levemente y miro a Damian por una enésima de segundo. También está sonriendo. Que Pedro me cuide y esté tan al pendiente de mi me hace sentir especial, me siento diferente, segura, aunque él esté lejos.
—Estoy en el centro comercial, cariño —murmuro intentando convencerme a mí misma de decirle que no estoy sola—. Y… Damian está haciéndome compañía.
Frunzo el ceño y espero que se enfade, hay un silencio en la línea, no oigo nada, ni siquiera su respiración, pero, sinceramente, no tengo deseos de pelear, estoy tan feliz y contenta que no me interesa discutir por estas tonterías.
—¿Pedro? ¿Estás ahí?
—Estoy aquí —murmura con la voz cargada de disgusto.
—Si vas a enfadarte en vano, entonces, voy a colgar la llamada, porque estoy disfrutando de un lindo momento y no tengo deseos de arruinarlo por tus celos sin sentido.
—Espera, Paula. No te precipites —me pide, cambiando su tono de voz a uno más dulce—. Pásame con Damian, por favor.
—¿Qué?
—Pásamelo, cariño.
Frunzo el ceño, pero extiendo mi teléfono en dirección de Damian. No sé qué decirle y tampoco sé que mi esposo le dirá a él.
—Pedro quiere hablar contigo… —murmuro algo aturdida.
Damian sonríe y toma el teléfono sin problema alguno.
—¿Qué hay, Pedro? Si… claro, todo está bien aquí…te doy mi palabra… bien, como sea… no te preocupes…
Cuelga la llamada y luego me devuelve mi celular. ¿Qué fue todo eso?
—¿Qué te dijo? —cuestiono rápidamente. La curiosidad invade mi cuerpo y me mata de desesperación.
—Nada por lo que debas preocuparte, nena —me responde, encogiéndose de hombros, como si no importara lo que sucedió.
—Damian… —le digo poniendo mala cara.
—No me dijo nada, pero finalizo la frase con un “Cuídala o te romperé las piernas”
Una sonrisa resurge en mis labios. Todo está bien, Pedro ha controlado sus celos por primera vez, no me ha hecho una escena y no me ha dicho nada. No puedo creerlo. Sus cambios de humor y su manera de actuar siguen tomándome por sorpresa.
—No puedo creer que dijera eso.
—Pues, lo dijo. Acéptalo, ya me quiere, sabe que soy novio de Tania, sabe que somos amigos. No tienes que preocuparte.
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