jueves, 14 de septiembre de 2017
CAPITULO 14 (SEGUNDA PARTE)
Son las siete treinta de la mañana. Pedro está sentado a mi lado en el sillón individual, nos cubrimos las piernas con una manta y sostenemos una taza de té cada uno, mientras que miramos como el fuego se consume poco a poco. No hemos dormido aún, el sexo fue solo el comienzo de esta interminable noche. Quiero que lo sepa todo, ahora soy más sincera que nunca. Ya le he dicho cosas que ni siquiera yo misma recordaba, confío en él ciegamente, él confía en mí, y por eso nos permitimos esta oportunidad. Ya hablamos sobre Anabela y sobre mi madre, pero hay más por saber.
—¿Y tú color favorito? —pregunta con una sonrisa. No sé cómo hemos terminado en este tema, pero descubrí cosas de él que no sabía. Es como si recién comenzáramos a conocernos.
—El negro —respondo—. Es obvio, me encanta.
—Es un color algo sombrío, pero a mí también me encanta —responde tomando mi mano con delicadeza—. Todo lo que se refiere a ti me encanta.
—No puedes decir que todo te encanta —espeto cruzándome de brazos—. Hay cosas que no conoces de mí —le recuerdo con una mirada cargada de seguridad.
Se ríe levemente y deja su taza de porcelana en la mesita ratonera de un costado.
Me pongo de pie, suelto mi taza en la misma mesita, me siento en su regazo, cubriéndome con la manta y él coloca su cabeza entre mi cuello y mi hombro.
—Sé todo sobe ti Paula, aunque no lo creas, te conozco como nadie.
—Eso es mentira —siseo incrédula. Él niega con la cabeza y besa mi mejilla.
—Sé que cuando te levantas en la mañana, lo primero que te gusta hacer es estirar tus piernas debajo de las sábanas, sé que estás molesta conmigo cuando tu frente se pone roja, sé que te gusta oír música mientras te das un baño. Sé que te vuelven loca las historias de amor complicadas, odias las películas de acción, adoras escuchar el canal de música cuando te vistes o te maquillas, detestas el salmón, adoras el jugo de naranja, tu diseñador favorito es Valentino…
—Bien —lo interrumpo dándome por vencida—. Tal vez, sí sabes casi todo sobre mí —admito con altanería.
—Si me lo permites, quiero tomarme toda la vida para conocerte por completo, Paula.
Suelto una risita cuando besa y mordisquea mi cuello, yo acaricio su cabello y luego beso sus labios.
—Creo que alguien se pone muy romántico por las mañanas —me burlo con un alegre cantito.
Él se ríe levemente y coloca un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Tú eres el motivo —responde.
Solo puedo sonreír, no se me ocurre nada más. Muevo mi mano hacia su mejilla y la acaricio otra vez.
—¿Jamás has querido saber algo con respecto a la familia de tu madre biológica?
—No —respondo en un susurro.
—Pero… sabes que podrías tener un padre biológico, tíos, primos, quizá hermanos, y no lo sabes. ¿No te gustaría saber quién eres realmente?
—No —respondo de nuevo—. Soy solo yo Pedro, no quiero ser nadie más, no quiero hacer nada ni descubrir nada. Estoy bien así. No me interesa mi pasado o mi identidad. Soy tu Paula, nadie más.
Intento ser clara y concisa. No quiero nada, no ahora. Así estoy bien. Me aterra saber la verdad y no quiero hacerlo.
Paula Chaves, esa soy. Quiero creer que Anabela también murió en ese accidente.
—Paula…
—No quiero que hablemos de esto, Pedro.
—De acuerdo, cariño.
Se me escapa un gran bostezo que contagia a Pedro.
Ambos abrimos la boca y cerramos los ojos. El sueño comienza a vencernos.
Apoyo mi cabeza en su hombro y lo abrazo. Así, acurrucados en el sillón es como quiero dormir.
—Descansa, mi preciosa Paula —me dice en un susurro—. Tendremos un largo día.
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