domingo, 27 de agosto de 2017
CAPITULO 7 (PRIMERA PARTE)
En la mañana no le dirijo la palabra. Sigo molesta y él lo nota en cuanto despertamos. Me visto, mientras que el recorre la habitación buscando su traje para el trabajo.
El silencio me incomoda, pero estoy dispuesta a no decir nada en mucho tiempo. Me coloco un vestido negro hasta la rodilla y peino mi cabello, tomo mis tacones a conjunto con mi atuendo y mi bolso.
–Paula. –Dice antes de que cruce al umbral de la habitación.
– ¿Qué quieres? –Pregunto sin dirigirle la mirada.
– ¿A dónde te diriges? –Consulta desde el otro lado de la habitación.
–No creo que te interese. –Respondo secamente.
–Paula, por favor. –Suplica, pero no me importa en lo más mínimo lo que me pida.
Suelto un suspiro y clavo mi fría y distante mirada en él.
– ¿Para qué quieres saber?
Él se mueve incomodo de un lado al otro y posa sus ojos castaños sobre mí. Es completamente estúpido que tengamos que discutir por una idiotez como esta, casi todas las malditas mañanas. No sé hasta cuándo podré soportarlo.
–Por favor, Paula. No compliques más la situación. –Responde en un susurro.
–Desayunaré con mi madre y luego iré a buscar zapatos que combinen con el presente de tu tío. –Le digo con el tono de voz severo. – ¿Por qué?
Él no responde y suspira, le molesta mi actitud, pero entre nosotros siempre funciona de esta manera.
–Envíale saludos a tu madre de mi parte. –Me dice y luego toma su maletín que descansa a un costado sobre la silla en un rincón.
–Sí, es lo mejor que puedes decir. –Respondo con devastación. No dice nada yo tampoco a él y sin más nada que decir salgo del cuarto.
Al bajar las escaleras me encuentro con una de las empleadas.
– ¿Desayunará en el comedor, señora? –Pregunta con la voz temerosa. Ella nota que estoy con un humor de perros y sabe que debe ser lo más sutil e inoportuna que pueda. La gente incompetente me saca de quicio.
–Saldré. –Respondo de modo cortante. Asiente con la cabeza y luego desaparece de mi vista.
Antes de llegar a la puerta el tio de Pedro me detiene.
Maldigo e insulto en mi mente y me volteo en su dirección con una amplia sonrisa de esposa feliz en el rostro.
– ¡Paula, querida! –Exclama acercándose.
– ¡Barent! –Musito felizmente y me acerco a recibir su saludo de buenos días. Me coloco la máscara de perfecta felicidad y le enseño mis perfectos dientes. – ¿Cómo has amanecido? –Pregunto pareciendo interesada, él me sonríe, luego responde que le encanta mi casa y que adora mi hospitalidad. Finjo interés en oírlo y disimuladamente veo el reloj del recibidor. No debo llegar tarde.
–Quiero disculparme personalmente contigo, querida. –Dice tomándome por sorpresa. –Lo que sucedió anoche fue inoportuno y al mismo tiempo vergonzoso para mí. No creí que estarías teniendo un momento íntimo con mi sobrino y lo lamento muchísimo.
¿Momento intimo? ¿Enserio? No fue para nada íntimo.
–No tienes por qué disculparte. Pedro y yo solo nos estábamos besando, pero descuida, no interrumpiste nada más. Continuamos en la habitación, como debe de ser. –Le digo de manera divertida y él sonríe. Tengo que hacer que este viejo crea todo lo que digo y sobre todas las cosas debo aparentar plena felicidad o la cuenta bancaria de mi esposo no recibirá más millones.
–Me alegra oír eso. –Dice amablemente. Sonrío porque no sé que mas hacer. Luego me despido rápidamente y salgo de la casa para encontrarme con mi madre. Mi mentora en toda mi vanidad y ambición.
Llega la noche y por lo tanto la fiesta de la empresa. Ya estoy vestida y sonrío al verme al espejo. Philip hizo un gran trabajo con mi cabello. Solo falta el toque final. Camino hacia la caja fuerte y luego de ingresar el código que resulta ser nuestra fecha de boda –300613– tomo los pendientes y el collar de esmeraldas. Me acerco al pequeño espejo a un lado y me coloco los aretes con delicadeza. Se ven muy bien y no llaman mucho la atención pero el que los observe sabrá que llevo más de medio millón en cada oreja.
Pedro aparece en la habitación con un impecable traje negro que le sienta muy pero muy bien. Me hago la indiferente, pero su presencia se percibe en el dormitorio. Lo veo por el reflejo del espejo. Esta observándome en silencio.
Meneo mis caderas por el cuarto mientras que recojo mi labial y algún que otro objeto personal para colocarlos dentro de mi bolso de mano. Tomo mi teléfono y doy un último vistazo a mi aspecto. Estoy hermosa, como siempre lo estoy, pero hoy puedo decir que mucho mas.
– ¿Estás lista? –Pregunta finalmente.
Me volteo en su dirección y lo veo de pie apoyando su cuerpo sobre la pared con los brazos cruzados a la altura del pecho. No respondo a su pregunta, entro al baño para hacer tiempo y luego de dos minutos salgo nuevamente. Él sigue en la misma posición que antes.
– ¿Usarás el collar de diamantes que te regalé? –Me cuestiona señalando el estuche de terciopelo que contiene el collar que reposa sobre mi tocador.
–Es demasiado para este vestido. Los aretes son suficientes para presumir nuestro dinero, ¿no crees? –Digo despiadadamente.
– ¿Por qué actúas así conmigo?
–Lo mismo me pregunto yo con respecto a ti. –Le respondo con malicia.
Él suspira y luego sale de la habitación sin decir nada. Se molestó y no me importa. Soy sincera, es una de mis cualidades a la hora de ser malvada.
Espero unos minutos mas y luego bajo las escaleras. Pedro y su tio esperan impacientes por mí. Me tomo mí tiempo y cuando llego abajo mi esposo toma de mi mano, galantemente. Ignoro su mirada retadora y enfadada y me dedico a oír los miles de elogios por parte de Barent.
– ¡Hermosa! ¡Bellísima! –Dice observándome detenidamente. Sonrió.
–Gracias. –Murmuro fingiendo estar avergonzada.
–Tienes como esposa a la mujer más hermosa que he visto, sobrino. –Exclama en dirección a Pedro que aún no ha dicho nada. Me molesto por dentro, se supone que en momentos así debe fingir que soy la luz de sus ojos. Él tendría que estar ahogándome en halagos.
–Lo sé tio. Es hermosa. –Dice clavando sus ojos en mí. Me siento incomoda por un momento pero no aparto la mirada.
Barent, sonríe al vernos y observa el reloj de su muñeca.
–Debemos darnos prisa, se nos hace tarde. –Dice hacia ambas direcciones. Pedro toma mi mano como siempre lo hace cuando hay gente y luego de que su tío cruce la puerta, me detiene.
–Cambia esa cara al menos por unas horas. –Me advierte aún molesto. Lo destruyo con una mirada y suelto su mano.
Doy un paso al frente y él me coge del brazo con delicadeza.
–No te comportes como una niña, Paula.
–Entonces tú compórtate como un hombre. –Digo enfadada y luego bajo las escaleras de la entrada hasta el coche que nos espera.
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