domingo, 27 de agosto de 2017

CAPITULO 8 (PRIMERA PARTE)





Llegamos al hotel situado en el centro de Londres y una gran manada de gente nos espera en la entrada. Hay fotógrafos y periodistas. Es una de las noches más importantes de mi vida. Mañana mi perfecto rostro estará en todos los periódicos de Londres.


Pedro me ayuda a bajar del coche y ambos automáticamente nos colocamos las máscaras de felicidad total. Él me besa en los labios cuando la puerta del automóvil se cierra y solo siento los flashes de las cámaras que se disparan en mi dirección. Periodistas hacen preguntas a los gritos mientras caminamos hasta la entrada del hotel. No puedo responder a ninguna aunque quiera. Pedro me lo prohibió la primera vez. Dice que eso no nos conviene, que es mejor ignorarlos, y por primera vez le hago caso.


Sonrío, sonrío y sonrió una y otra vez. Soy feliz, muy feliz. 


Eso tengo que decírselo a mi cerebro y hacer que me crea. 


Mi esposo toma mi mano cuando entramos al salón dorado del hotel. Hay muchísima gente y por lo visto somos los últimos en llegar. Con mi vista rodeo el lugar rápidamente.


Hay más de cuatrocientas personas, eso quiere decir mucho tiempo perdido saludando a empresarios y esposas ancianas que no tienen nada interesante de que hablar.


Mi esposo y yo comenzamos a saludar a todos, nos acercamos a algunos grupos en específico y hablo en idioma de los que están a mí alrededor. Primero español con algunos empresarios de España, luego italiano y un poco de alemán. Les agrado a todos, ¿y por qué no voy a agradarles? soy perfecta. Todos elogian mi vestido y las celosas mujeres cuchichean entre ellas a mis espaldas, eso solo eleva mi ego y mi seguridad.


Una hora después, acabo con los saludos y me concentro en comer algo. Pedro habla con algunos hombres y decido no interrumpirlo. Que tengamos que fingir que somos el uno para el otro no quiere decir que debemos estar juntos todo el tiempo.


Me acerco a la mesa principal. Hay comida española, italiana, alemana y china. Mucha variedad pero al ver todo tipos de bocadillos sé que no se me antoja ninguno. No debo comer nada de esto, si lo hago tendré que correr media hora más de lo habitual para quemar calorías.


– ¿Cómo va tu vida, ambiciosa? –Me pregunta la inconfundible voz de Alexia a mis espaldas. Me volteo en su dirección y le doy un gran abrazo. La extrañe.


– ¿Qué haces aquí? –Pregunto fingiendo estar emocionada. – ¡creí que no vendrías!


–También pensé que no vendría. –Me responde con felicidad. –Pero ya sabes, Miguel se deshizo de su esposa por tres días.


Me rio, ella es mil veces peor que yo y solo por eso finjo que me agrada. Es amante de uno de los empresarios que trabajan para Pedro y lo más gracioso es que todos en el lugar lo saben, pero nadie dice nada.


Mi vieja conocida –Sobre todo vieja– y yo hablamos durante largo rato. A lo lejos veo que Pedro me observa de reojo de vez en cuando, pero no se acerca a mí y así es mejor. 


Bebemos algún que otro trago e intercambiamos críticas con respecto a los hombres que tenemos.



–Creo que deberías aprovechar más. Seré sincera contigo y te diré que el marido que tienes no es nada feo y si comienzas a utilizar más tu mente puedes lograr lo que quieres.


–No te entrometas. No es tan fácil. –Protesto en mi defensa. 


Ella ríe sonoramente, algo que detesto que haga.


–Claro que es fácil. ¡Bajas sus pantalones y lo complaces! –Exclama sin percatarse de sus palabras. Ambas nos reímos y hablamos durante unos segundos sobre las fantásticas vidas que tenemos.


– ¿Cariño?–Musita Pedro a mis espaldas. Me volteo rápidamente y nuestras miradas se encuentran.


– ¿Qué sucede?–Pregunto.


Él me toma del bazo y me aleja de Alexia unos metros para que tengamos más intimidad.


–Sabes lo que todos dicen de ella, deberías mantenerte alejada. No quiero que involucren a mi esposa con ese tipo de mujer. –Musita severamente. Me suelto de su agarre y me acerco a su oído.


–No estoy casada contigo para que me des órdenes. Haré lo que yo quiera. Como quiera y cuando quiera. –Endoso con seguridad y luego como gesto provocativo deposito un besito en sus labios.


–Eres imposible.


Le sonrío cínicamente y regreso a donde estaba anteriormente.


– ¿Qué demonios fue eso? –Pregunta Alexia un tanto sorprendida. Sonrío.



–Eso fue un ‘tengo el control, querido’ –Murmuro y luego bebo lo que resta de mi copa de vino. Ella ríe y continuamos platicando. Mi esposo se pierde entre la gente sin decirme nada más y por primera vez en toda la noche me siento aliviada de no tener su mirada controlándome todo el tiempo.


La fiesta continúa y me aburro a cada instante.


Quiero salir de este lugar, necesito tomar un poco de aire, pro cuando quiero hacerlo, una música de salón comienza a sonar. Sé que tendré que bailar con Pedro esta pieza que debe de durar como cuatro minutos enteros. Lo busco con la mirada, mientras que los demás invitados buscan una pareja desesperadamente. Todos se posicionan y empiezan a moverse de un lado al otro. Me veo completamente atrapada entre la inmensa ronda de baile de salón que se acaba de formar. Siento como me toman de la cintura y no puedo evitar sonreír en mi interior. Sé que es Pedro. Me volteo en su dirección y lo miro fijamente. No quiero bailar esto, pero es lo que sucede en todas las malditas fiestas a las que asistimos.


Nos ponemos en posición, el toma mi mano derecha y yo posiciono mi otra mano en su hombro. Nos acercamos y comenzamos a movernos de un lado al otro con el compás de la música.


– ¿Te estás divirtiendo? –pregunta con una sonrisa a medias.


–Sabes que no suelo divertirme mucho en este tipo de eventos. –aseguro evitando esa penetrante mirada. Siempre es lo mismo y él lo sabe.


–Mírame, Paula. –me pide en un susurro, mientras que acerca su rostro al mío. No quiero verlo, no quiero estar, solo quiero que me dejen en paz. Necesito calma.



–Sigue bailando y no fastidies, Pedro. –musito secamente, clavando mi mirada en el suelo. Sé lo que quiere hacer y no puedo caer.


Mueve una de sus manos y toma mi mentón con delicadeza para que lo mire. No tengo escapatoria, voy a ver sus ojos y voy a sentir esa maldita sensación extraña en mi estomago que tanto detesto.


–Eres realmente hermosa. –Musita acercando sus labios a los míos. Apenas se rozan, pero el calor y la tensión sexual en nuestra burbuja compartida, comienza a afectarme. –Eres la mujer más…


–Basta, Pedro. –le digo velozmente. –No hagas esto. –le imploro desviando mi mirada hacia cualquier lugar.


A unos metros veo a su madre acercarse con una amplia sonrisa en su rostro. Había olvidado por unos pocos minutos que ella también está aquí con su mala cara y sus expresiones falsas. Suelto la mano de Pedro y sin decir más, dejo que el siga bailando con su madre. Este no es un lugar para mí, no así, no con Pedro. Todo comienza a salirse de control y siento mucho miedo.





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