La noche cae rápidamente. Cenamos a la luz de la velas y cada quien se marcha a hacer sus cosas. El viejo molesto decidió salir a visitar algunos conocidos y se lo agradecí en mis pensamientos una y otra vez. Durante toda la tarde me volvió loca.
Ya escogí el nuevo vestido que utilizaré en la fiesta de la empresa y también guardé en la caja fuerte de mi habitación los diamantes. Quiero que el tiempo vuele, deseo ser la envidia de todas las viejas insípidas y aburridas que asistirán mañana.
Llego a mi habitación luego de leer un libro en la biblioteca.
Pedro está en su despacho, seguramente bebiendo whisky importado y pensando en su patética vida. No lo niego, a veces yo también lo hago.
Me siento vacía, sé que tengo todo lo que quiero, pero me siento vacía.
Me quito el vestido y lo arrojo a un lado, luego me paseo por la habitación en ropa interior y decido darme una ducha rápida antes de poner en marcha mi plan. Con el cabello recogido me doy un baño con agua caliente. Me seco rápidamente y luego corro hacia el armario. Tengo que sorprenderlo, pero no debe pensar que me interesa más allá del sexo. Aún no tengo en mente que ponerme.
Me dirijo a la sección de lencería dentro de mi pequeña tienda individual. No veo nada que me llame la atención.
Puedo escoger entre pasión y romance o solo sexo. No estoy segura.
Cierro los ojos y paso mi dedo índice sobre todas las prendas. Me detengo en una sin saber cual es y cuando abro los ojos sonrío. Es perfecto, sencillo y aceptable.
Me coloco el camisón de satén blanco que cubre muy poco de mis piernas. Tomo mi bata a conjunto y me coloco unos tacones. Acomodo mi cabello y lo dejo caer sobre mis hombros. Mi rostro se ve bien y mi piel está humectada y con olor a rosas debido a mi crema corporal.
Bajo las escaleras sin hacer mucho ruido. Me dirijo a la cocina rápidamente. Por la luz proveniente de la otra habitación, sé que mi esposo aún sigue en su despacho.
Entro al cuarto y mis dos mucamas están sentadas sobre la mesada cenando. Al verme se ponen de pie velozmente y cierran sus bocas.
–Señora. –Dicen al mismo tiempo a modo de saludo. Las ignoro.
–Tú. –Digo señalando a la chica cuyo nombre no conozco y no me interesa. –Sirve dos copas del mejor vino de la casa. Ahora. –Le digo. Ella se mueve y comienza a acatar mi orden. Le dirijo mi peor mirada a la tal Andy y estoy segura de lo que diré. Quiero que le quede muy en claro quién manda.
–Cada vez que el señor Alfonso y yo estemos a solas, les prohíbo interrumpir. No me interesa si se aproxima un tsunami o la tercera guerra mundial. No quiero oírlas a ninguna de ustedes golpeando puertas y llamando a quien sea, ¿Comprenden? –Pregunto con la voz cargada de enojo.
La tonta chica asiente con miedo y se disculpa una y otra vez.
La empleada número dos aparece delante de mí con las dos copas de vino en sus manos. Las tomo y luego aniquilo a las dos inservibles con la mirada.
–No perdonaré otro error. La próxima las despido, ¿Entendido?
–Sí, señora Alfonso. –Responden al unísono y me marcho del lugar. Tanta incompetencia junta me hace olvidar por un momento, cual es el objetivo de esta noche.
Entro a su despacho sin tocar y él no percibe mi presencia.
Se ve muy concentrado en la pantalla de su portátil. Lo observo durante unos segundos. Me gusta lo que veo. Los dos primeros botones de su camisa están desabrochados, contemplo parte de su pecho y siento calor. Las mangas se encuentran enrolladas a la altura de sus codos y su cabello se ve rebelde y sexy. La temperatura de mi cuerpo asciende.
– ¿Qué sucede? –Pregunta desconcertado clavando su mirada en mí. Sonrío con malicia y me acerco lentamente hacia la parte delantera de su escritorio. Veo como mira mis piernas y mi escote, mi plan comienza a funcionar.
–Pensé que podríamos hacer algo juntos. –Susurro, mientras que le entrego una copa de vino. Me mira y no dice nada. Sé que funcionará.
–Paula… –Intenta protestar, pero le indico con el dedo que se calle. Bebo un sorbo del contenido de mi vaso y luego me siento en la mullida silla justo delante de él. Cruzo mis piernas de manera provocadora, veo como sus ojos se cristalizan y me deleito cuando su lengua moja su labio inferior. Me desea.
Él se pone de pie y se acerca a mí. Sonrío al verlo venir. Mi plan funciona.
– ¿Qué quieres exactamente? –Pregunta a solo unos centímetros de mí.
–Mírame.
Me pongo de pie y dejo la copa a un lado. Es más alto que yo, pero con los tacones que llevo mis labios llegan a su mentón y aprovecho para besarlo ligeramente.
Muevo mi cabeza y posiciono mi boca sobre su oreja.
–Tócame. –Le digo con la voz cargada de excitación. Tomo una de sus manos y la llevo hasta mi seno derecho. Él lo aprieta suavemente y cierro los ojos. Estoy excitada, más de lo que creí que podría estarlo alguna vez.
Aparto mis labios de su oreja y por un instante huelo su colonia. Es masculina y hace que lo desee más que antes.
–Bésame. –Murmuro, mientras que disfruto de tocar su torso y sus brazos con las palmas de mis manos. Él permanece quieto, pero veo que me desea. Mueve su cabeza y hace caso a mi pedido anterior. Deposita un leve beso en mi cuello, me muevo para darle más acceso. Abre la boca, siento como sus labios y su lengua succiona y miman mi delicada piel.
Con sutileza comienza a besar mi clavícula y desciende en un ligero reguero de besos hasta que se topa con la tela de mi bata. La aparta a un lado dejándome el hombro izquierdo al descubierto, su beso toma intensidad y mis leves jadeo ahora son más sonoros y exactos.
–Fóllame. –Digo finalmente. Su boca encuentra la mía y cuando siento su lengua dentro de mi cavidad, muevo los labios, la puerta del despacho se abre y oigo la voz del mendigo viejo que acaba de llegar a arruinar mi noche de sexo.
– ¡Cuanto lo siento! –Exclama parado frente a nosotros a pocos metros de distancia.
Mi esposo deja de besarme y luego levanta mi camisón, cubre mi hombro al desnudo y se coloca delante de mí a modo de protección.
–Tío. –Dice Pedro en evidente tono de incomodidad. Me volteo hacia el tipo y veo que está rojo de la vergüenza. Sabe lo que estábamos haciendo o lo que íbamos a hacer y lo arruinó.
–Cuanto lo siento, acabo de llegar y creí que estabas solo. –Dice en dirección al alemán ahora malhumorado.
–Descuida, tío. No te preocupes. Paula y yo ya nos retirábamos. –Le informa y luego se acerca un poco más a mí. Fulmino al vejestorio con la mirada. Quiero que sepa que estoy muy molesta, él lo nota y observo complacida como sus nervios afloran enseguida.
–Paula. Mil disculpas. –Murmura incomodo y luego cierra la puerta del despacho.
No puedo creer lo que sucede. Mi plan estaba funcionando, me sentía con deseos de hacerlo una y otra vez, él también quería que tengamos sexo y luego todo se esfuma en menos de tres segundos. No sé qué decir, siento deseos de matar a alguien, tal vez lo haga. Arruinaron mi momento y lo peor de todo es que estoy segura que no podremos intentarlo de nuevo.
Observo a mi esposo por un segundo. Está inmóvil a mi lado y no hace nada por evitar que la noche se arruine. Suspiro y luego doy un paso hacia adelante para marcharme, pero él me detiene.
–Lamento lo que sucedió. –Me dice con sinceridad. Pero no es eso lo que quiero oír.
–Ese es el problema entre nosotros, Pedro. Siempre lamentas los errores, pero jamás haces nada para remediarlos. –Digo cruelmente y él aparta su mano de mí.
Sabe que con eso le dije todo lo que siento en este momento y no tiene nada que aclarar en su defensa.
Salgo del despacho y subo las escaleras. Llego a mi habitación y rápidamente me quito mis zapatos y los arrojo a un lado con furia. Entro a mi tienda individual y me desnudo.
Ya no necesito nada de esto. Tomo mi pijama de algodón que consiste en una musculosa y unos shorts cómodos y luego me quito el maquillaje. Pienso en lo que sucedió, reproduzco en mi mente los besos que me dio antes de que nos interrumpieran y asumo que es la primera vez que siento algo así.
Me acuesto en mi lado de la inmensa cama centrada en medio de la habitación y me cubro hasta la cintura con las sabanas. Solo pienso en lo ocurrido y me cuestiono a mí misma. Sigo sintiéndome vacía, no obtuve lo que quería y eso me decepciona. No nos queremos, ni siquiera nos conocemos y eso hace que me sienta miserable. Llevo casada un año entero con ese hombre, ambos fingimos muy bien y sé que no somos iguales, pero no funciona, simplemente no funciona.
Pedro entra a nuestra habitación varios minutos después.
Aprovecho la oscuridad del cuarto y cierro los ojos para fingir estar dormida. Lo oigo moverse de un lado al otro. Luego escucho el agua caer y más tarde, percibo que se acuesta a mi lado en la cama. No me muevo, apenas respiro, estoy molesta y no encuentro otra forma de canalizar mi enojo.
– ¿Paula?–Murmura, mientras que palmea mi brazo un poquito. No digo nada. Quiero que piense que estoy dormida. – ¿Cariño?
La palma de su mano acaricia con dulzura mis hombros y mi brazo izquierdo. Eso me desconcierta, pero no me muevo.
Espero a que deje de tocarme como rara vez lo ha hecho y cuando siento que se voltea hacia el otro lado y suspira, por fin me tranquilizo y me duermo de verdad.
Uyyyyyyy, lo mal que la está pasando Pau. Muy buenos los 3 caps.
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