jueves, 19 de octubre de 2017

CAPITULO FINAL (TERCERA PARTE)






Se mete en el jacuzzi y extiende su mano en mi dirección para que lo siga. Acepto su invitación y entro también. 


Los dos nos quedamos de pie por varios segundos, sintiendo el agua caliente. 


Él es el primero en moverse. 


Se sienta y luego me toma en brazos y hace que me siente a horcajadas sobre su cintura. 


El contacto de su miembro con mi sexo hace que me excite, que lo entienda, que note lo qué sucede. 


Haremos el amor, y por un maldito momento, lo había olvidado por completo. 


—Voy a besar cada una de esas marcas —dice, acariciando una de mis estrías por causa del embarazo—. Voy a besar cada una de tus imperfecciones, y quiero que lo veas, quiero que lo sientas, Paula. 


Trato de responder, pero él deposita un leve beso en mi seno derecho, en donde están las estrías que mi pequeña Kya me dejó. 


Vuelve a besar el mismo lugar unas tres o centro veces y luego acaricia una con las yemas de sus dedos. No quiero mirar, pero debo hacerlo. 


Él se ve concentrado en mi piel marcada, se ve perdido y al mismo tiempo satisfecho. Siento su erección, siento su respiración acelerada... 


—Está bien —digo para romper con el silencio—. Ya lo entendí —digo uniendo nuestras frentes—. Soy perfecta para ti...


—Sólo para mí —dice acercando sus labios a los míos. Nos besamos una vez más, con pasión, con deseo, con amor. 


Todo esto está pasando de verdad y, de una forma u otra, Pedro hizo que sea mágico, que sea especial e inolvidable. Sus manos toman mi cintura, eleva mi cuerpo unos centímetros y luego me penetra lentamente. 


Suelto un jadeo y hecho mi cabeza hacia atrás, mientras que él recorre mi cuello con sus labios. 


—Ahora que lo pienso, podríamos hacer a un mini Pedro... 


Abro mis ojos de par en par y sonrío levemente. No, no podemos. 


—En cuatro años —susurro con una sonrisa—. En cuatro años juro que voy a darte otro hijo, Pedro Alfonso


Él sonríe ampliamente, es esa sonrisa indescriptible, única, esa sonrisa que me llena de felicidad. Esa misma sonrisa que vi cuando le dije que estaba embarazada, esa misma sonrisa que vi cuando nos dijeron que nuestro ángel era una niña. 


—En cuatro años, entonces. 


—Te amo, Pedro


—Quiero que lo digas, Paula —me pide con la voz entrecortada, y cambiando el tema por completo—. Dime que eres perfecta para mí... 


Mueve sus caderas y hace que jadee una vez más. Me aferro a sus hombros y acompaño sus movimientos una y otra vez. 


—Soy... —balbuceo—. Soy perfecta para ti, Pedro —logro decir. 


—Sólo para mí...




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