A las diez de la noche me traen la cena y a Pedro también.
Es gracioso verlo hacer muecas porque no le agrada del todo la comida, me hace reír sin parar. Cenamos y recibimos llamadas y mensajes de la familia y amigos, todos deseándonos lo mejor y diciéndonos lo ansiosos que están de conocer a nuestro bebé. A media noche la enfermera entra a mi habitación y me informan que Kya está llorando. Pedro y yo volamos hacia la sala de neonatología, cuando estoy ahí la tomo en mis brazos y todo el llanto se esfuma, ella se alimenta de mí y hasta puedo jurar que nos ha sonreído a ambos cuando se quedó dormida de nuevo.
Kya vuelve a su incubadora y luego uno de los doctores se acerca a nosotros y nos informa que los estudios de ella dieron resultados negativos. Ha nacido un mes antes de la fecha estipulada y por lo tanto es un bebé prematuro, pero sus pulmones están desarrollados y no tendrá ninguna secuela.
En la mañana volveremos a casa... Luego de ocho meses, mi hija al fin conocerá de verdad a su hermano, a su abuelo, su cuarto, su hogar, incluso conocerá a su perrito... Lo único que quiero es que sea mañana.
******
Son las ocho de la mañana. Estoy lista, acabo de darme un baño, Pedro me trajo ropa de casa y ahora si vuelvo a sentirme como antes. Soy yo otra vez, me miro en la pantalla de mi celular y acomodo mi cabello aún húmedo. Quiero verme bien, quiero sentirme hermosa y perfecta como antes.
Sé que si me lo propongo, podré bajar todas esas libras de más. No es importante y lo principal es mi hija, pero quiero ser la mejor madre de todas y para eso influye mucho como me siento respecto a mi aspecto, además, Pedro... Bueno, Pedro y yo podremos tener una noche para nosotros dentro de dos semanas y quiero sentirme más que hermosa para cuando llegue ese momento.
Tomo el labial color rosa de mi bolso, lo aplico sobre mis labios y vuelvo a acomodar mi cabello de manera frenética.
Sólo debo esperar un par de horas más, Pedro acabará con todo el papeleo y podremos llevar a nuestra hija en brazos hasta su hogar. Mi celular comienza a sonar dentro de mi gran bolso de mamá, lo tomo y veo el número del apartamento.
Contesto de inmediato y oigo a Agatha al otro lado.
—¡Felicidades!—grita conmocionada. Me río levemente y luego me siento en la camilla—. ¡Eres la mamá más hermosa de todas, tesoro! —chilla con ese leve acento alemán que hace que una amplia sonrisa se forme en mi rostro.
—Gracias, nana... —respondo con los ojos llorosos.
—El teléfono no ha parado de sonar desde ayer en la tarde. Todo el mundo ha llamado —me informa—. Tengo un cuaderno lleno de mensajes para ti y para mi niño. ¿Cómo está él? ¿Es todo un padre sobre protector? ¿Y mi angelito? ¿Cómo es? ¿Abrió los ojos? Pedro me envió una foto, pero no tengo idea de cómo verla, esta es demasiada tecnología... Oh, y han llegado varios ramos de flores y también cajas de regalos. ¡La sala de estar es una locura!
Trato de procesar cada una de sus preguntas y ver cual respondo primero. Ella está más emocionada que yo.
—¿Y mi niño hermoso?—pregunto de inmediato. Ale es lo más importante ahora.
—Oh, él está aquí —la oigo decir. Luego se oyen un par de ladridos, gritos y risas de niño, mi niño precioso y especial—. No ha dejado de preguntar por su hermanita, te hizo muchos dibujos, y Dog está ansioso también...
—Pásame con él —le pido con la voz dulce. Cierro los ojos y espero a que mi dulce niño hable. Lo extraño, lo extraño como jamás he extrañado a nadie. Quiero llegar a casa y tener a toda mi familia conmigo.
—Mamá Paula... —dice con su vocecita. Mis labios tiemblan, me cubro la boca y siento como mis ojos arden y las lágrimas nublan mi vista.
—Ale... Cariño...
—¿Volverás a casa con papá Pero?—pregunta inocentemente. Sorbo mi nariz y luego me pongo de pie.
Tengo que caminar de un lado al otro. El tiempo se pasará más de prisa y estaré más rápido en casa con mis hijos y mi esposo.
—Claro que sí, hijo... Papá Pedro y yo regresáremos en unas horas, y Kya ira con nosotros... —le digo.
No sé qué es lo que pensará un niño de cuatro años, pero no tengo mi gran vientre y en cambio entraré a la casa con un bebé en brazos... Solo espero que él no se confunda.
—¿Kya vendrá a casa? —indaga con curiosidad.
—Así es, mi cielo. Tu hermanita ira a casa. Es muy pequeñita...
—¿Y Dog y yo podemos jugar con ella?
Me río levemente y seco mis lágrimas. Ale es mi niño especial.
—No, cariño... Kya es pequeñita, tenemos que cuidar de ella para que en unos años pueda jugar con Dog y contigo...
—Bueno. Te quiero, mamá Paula —me dice a modo de respuesta. Seco mis ojos de nuevo y vuelvo a sentarme en la camilla.
—Y yo te amo a ti, Ale...
Oigo otros ladridos y luego la voz de Agatha al teléfono que me dice que mi hijo ya se ha cansado de estar quieto en un solo lugar. Las dos hablamos durante un largo rato. Le cuento con lujo de detalle todo lo que ha sucedido en las últimas veinte horas y por fin nos despedimos. Cuando la llamada finaliza observo el historial y tengo casi veinte llamadas pérdidas de Lucas Milan.
Mi corazón se dispara y entro en pánico por un segundo. Se suponía que debíamos vernos ayer. Él es culpable de todo lo que sucedió, por su culpa rompí bolsa y gracias a él mi niña ahora está conmigo. No sé si molestarme o agradecérselo...
Recuerdo la carita de mi pequeña, y todo lo que estoy sintiendo se esfuma de un segundo al otro. Cierro los ojos, suelto un suspiro y oigo como golpean la puerta de mi habitación. Una enfermera ingresa y me sonríe.
—Buenos días, señora Alfonso.
—Buenos días — le digo.
—¿Desayunará?
Muevo rápidamente con la cabeza y observo el reloj de la pantalla de mi móvil.
—En veinte minutos puede dejar la habitación entonces. Su esposo está terminando el papeleo, pero el médico ya le ha dado el alta. ¡Y felicidades por su bebé, todos están diciendo que es una niña preciosa!
—Está bien. Gracias.
Ella se marcha sin decir más y yo comienzo a juntar todos los ositos de felpa encima de la cama para que alguien más los lleve a casa, pero la puerta vuelve a recibir un par de golpes que comienzan a parecerme frustrantes. Ya es demasiada molestia.
Quiero que me dejen tranquila. Me volteo para abrir, pero es tarde. Veo a Lucas ingresar a la habitación y no puedo hacer nada. Él está ahí, parado a unos pocos centímetros, viéndome. Tiene los ojos brillosos y me recorre de pies a cabeza con la mirada. Hay ojeras debajo de sus ojos y no luce tan pulcro y arreglado como todas las veces anteriores.
Sé que quiere decir algo, pero no sabe qué. Mi cuerpo es invadido por un gran impulso, es algo que no puedo controlar. Cuando lo noto, estoy moviéndome rápidamente hacia él. Cierro mis ojos y dejo que me rodee con sus brazos. Jamás había sentido algo así, pero lo necesito, de alguna u otra manera necesito a este hombre conmigo, no importa que sea un completo desconocido, no importa que hayamos cruzado algunas palabras en muy poco tiempo.
Lucas Milan es parte de mi vida aunque no quiera o no deba admitirlo. Su abrazo se vuelve más fuerte, siento como todo su cuerpo se tensa, quiere soltar un suspiro de alivio y yo también, pero ninguno lo hace.
—Lo lamento, guapa... —murmura sobre mi oído—. Lo lamento, no tenía idea de...
—Nos vimos como mucho tres veces, y dos de esas tres veces terminé en el hospital... —siseo con sorna, mientras que oculto mi cara en su pecho.
Sé que Pedro morirá si se lo digo, pero estos abrazos también me hacen sentir única. Él se ríe levemente y yo también. No sé qué decir, solo puedo abrazarlo.
—¿Cómo estás?—murmura acariciando mi espalda.
—Bien —respondo con un hilo de voz—. Kya es hermosa... —sollozo al decirlo. Siento como su pecho se mueve, al fin dejó salir ese suspiro y ahora me veo invadida por los fuertes latidos de su corazón que se asemejan a los míos—. Tengo una hija...
—Mientras que esa niña no tenga tu fea nariz, sé que será hermosa... ¿Y por qué Kya? Joder, ¿no teníais un nombre más horrible para esa pobre criatura?
Me separo de él de inmediato, le enseño mi peor cara de ofensa y molestia y abro mi boca para poder responder. No lo dice en serio, no puede decirlo por mí...
—Pero tu... ¿Cómo te atreves?—chillo indignada.
Él se ríe con todas sus fuerzas. Con maldad, lo está disfrutando. Luego me toma entre sus brazos, me mira fijamente, aún con esa sonrisa malvada en sus labios y luego acaricia mi mejilla.
—Está bien. Admito que Kya es un nombre hermosos, pero tu nariz sigue siendo fea.
—¡Eres un imbécil!
—Estoy jugando —asegura—. Me gusta verte cabreada. Es divertido.
—No es divertido —respondo seria.
—No quiero alejarme ahora. Además del viejo te tengo a ti y tengo una hermosa sobrina... No me alejes de tu vida, An... Paula... —se corrige rápidamente.
La situación tomó un rumbo inesperado de un segundo al otro. La sensibilidad logra vencerme una vez más. Mis ojos se llenan de lágrimas y veo como él espera impaciente.
—Joder, no soy un tío de lágrimas. O me dices que sí o me dices que no.
Lo miro unos segundos más y luego comienzo a reír. Es una mezcla de alegría, llanto... Todo al mismo tiempo.
—Claro que si... —logro decir—. Mi familia son mis dos hijos, mi esposo, mi padre y el perro. Si quieres formar parte serás bienvenido —aseguro. Ver esa sonrisa genuina en su rostro me llena de orgullo y de emoción—, pero tienes que saber que mi esposo intentará golpearte cuando te vea... —advierto. Es lo primero que debe saber.
—No me preocupo por el alemán... —asegura con arrogancia—. Si pelean de la manera que juegan fútbol, España ganará siempre, guapa...
Treinta minutos después Lucas me ayuda a cargar con todos los regalos. Tuve que dejar la habitación y ahora lo único que debo hacer es encontrarme con Pedro en algún lugar.
—¿Me has visto cara de mula? —pregunta el de mal humor.
Me río levemente y luego busco a alguien más que pueda llevarse todo esto al coche.
—¡Gabriel!—chillo emocionada.
Él está ahí junto a su esposa y los dos están vestidos con su uniforme. Me acerco a ellos y Lucas también, aunque puedo ver que duda en hacerlo. Recibo felicitaciones, besos y abrazos por parte de ambos y luego los dos desaparecen con todos los arreglos florales, globos y regalos de mi Pequeño Ángel .
Una enfermera con cara familiar se acerca a mí y me indica que Pedro está dirigiéndose a neonatología. Al fin llegó el momento. Podré llevarme a mi bebé a casa.
Podré estar con ella a cada segundo. Tomo de la mano de Lucas y comienzo a recorrer pasillos y subir escaleras hasta el piso correcto. Él me sigue en silencio pero veo que está muy pensativo.
—¿Que sucede?—murmuro sin apartar mis ojos del piso.
—Aún hay mucho que decirte —susurra evitando mi mirada.
—Lo sé —respondo—. Solo quiero un poco de paz. Quiero disfrutar de este momento hermoso sin tener que pensar en nada más. Deja que lo haga, y luego te prometo que podrás decirme todo lo que sabes, ¿de acuerdo?
—Está bien, solo… prométeme algo —me pide, deteniéndome a mitad de pasillo.
Estamos a unos pocos metros de la sala de neonatología y que quiera ponerse a hablar justo ahora me pone realmente nerviosa.
—Dime.
—Prométeme que no vas a alejarte de mí cuando lo sepas —me suplica con desesperación. Es un hombre que puede tener muchas facetas, pero jamás imaginaría algo como la de desesperado y suplicante—. Sé que soy una jodida mierda de ser humano y no merezco una familia o a ti, pero prométeme que no me dejarás solo cuando lo sepas…
—¿Por qué dices eso? —murmuro anonadada.
—He pasado treinta y tantos años de mi vida solo, mi padre se va a morir y aunque lo odie, sé que me dolerá. Si tú me odias luego de todo lo que debo decirte… Ya no quiero estar solo, An… Paula…
No demoro mucho tiempo en lanzarme a sus brazos. Este hombre tiene mucho en común con mi pasado. Se siente solo y siente que no vale nada. Yo alguna vez, miles de veces en realidad, me he sentido así y todos se merecen un nuevo comienzo.
No lo conozco, no sé mucho sobre él, pero tenemos la misma sangre, es mi hermano, alguien que jamás imaginé tener.
—No estarás solo… —aseguro—. Además, mi hija necesitará un padrino de bautizo y puede que tú seas el indicado para esa tarea…
—¿Qué?
—Vamos —le digo tirando de su mano—. Ven a conocer a tu sobrina y a mi esposo también…
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