sábado, 14 de octubre de 2017
CAPITULO 51 (TERCERA PARTE)
Me muevo de un lado al otro por la habitación. Observo de reojo a mi pequeña a cada instante. Está despierta, tiene muchos almohadones a su alrededor y Ale está a su lado tomando de su manito con dulzura. Tomo el pañal que necesito, luego algunas prendas de ropa y regreso a su lado.
Me siento con cuidado en la cama y acaricio su manito libre.
No puedo evitar sentirme feliz y orgullosa. Hace dos semanas que di a luz y desde hace dos semanas mi vida ha dado un cambio completamente rotundo. Nunca creí que ser madre tendría todos estos cambios, pero de lo que sí estoy segura es que jamás me arrepentiré de haberme enfrentado a mí misma. Tengo dos hijos hermosos y comienzo a sentirme una mejor persona.
—¿Me cargas, mamá Paula? —pregunta Ale, estirando sus bracitos en mi dirección.
Dog está dormido sobre la alfombra y él también ha querido llamar la atención. Los dos están celosos de mi princesa, he tratado una y otra vez de remediar la situación, pero ya me he quedado sin alternativas. Pedro está mucho más desesperado que yo, pero al momento en el que cargo a Kya o le doy el pecho, Ale comienza a comportarse de manera muy extraña.
Es perturbador y me agobia, pero no puedo hacer mucho.
Trato de compartirme a mí misma con ambos, pero no es tan sencillo. Kya pasa la mayoría del día dormida y es ese el momento en el que juego con él, pero hay un ruido, una risa, un ladrido, y ella despierta. Ale está más que celoso e incluso ha arrojado todos sus autitos desde las escaleras, provocando que la mayoría de ellos se rompan.
—Ven —le digo señalando un lugar a mi lado. Él camina por el colchón sin moverse demasiado, miro fijamente los ojos azules de mi pequeña y vuelvo a sonreír. Ale se lanza con brusquedad y hace que dé un brinco por la sorpresa. Me rodea con sus bracitos y oculta su carita en mi cuello.
—Te amo, hijo —susurro besando su pelo—. Nunca dudes de eso, ¿de acuerdo? —siento como él mueve su cabecita a modo de afirmación, luego me abraza aún más fuerte y acaricia las puntas de mi cabello—. ¿Qué te parece si me ayudas a darle un baño a Kya? —pregunto con una sonrisa.
Pedro aparece en la habitación y se sienta al otro lado de la cama. Kya mueve su cabecita hacia él y contemplo como lo mira. Mi niña es hermosa. Jamás podría haber imaginado algo así, nunca creí que algo tan hermoso pudiera sucederse.
—El agua está lista —susurra acariciando a su hija.
Ale se nueve rápidamente y pide que Pedro lo cargue. Ahí están de nuevo esos celos. Pedro lo toma en brazos y besa su frente.
Yo le entrego la ropa y el pañal de Kya y él se marcha por el pasillo. Kya tiene su habitación, pero es solo para adorno. Mi pequeña ha estado estas dos semanas en mi cama, duerme de día y de noche llora sin control alguno.
Estoy cansada, abatida, frustrada y siento que necesito un baño de veinte horas para que todo el olor a pañales sucios, leche y vómitos se esfumen de mis fosas nasales. Kya tiene ese hermoso olor a bebé y cuándo entras a alguna habitación lo hueles y sonríes, pero para mí, que soy su madre, tengo todos los aromas malos.
—Vamos a darte un baño mi ángel... —susurro tomándola con delicadeza, sin olvidar de colocar mi mano entera bajo su cabeza como Agatha me explicó. Le elevo lentamente y camino por el pasillo hasta su habitación. Pedro y Agatha han preparado todo para su baño. La bañera rosa con hidromasaje de plástico está sobre su cambiador , su toalla esta lista y Ale está sobre una silla en un rincón para poder observarlo todo—. ¿Verdad que quieres un baño, cielo? —pregunto mirándola fijamente. Ella solo me observa con esos inmensos ojos azules. Entro a la habitación, la deposito con delicadeza sobre su cambiador, Pedro y yo la desvestimos con cuidado y cuando le quitamos el body color lavanda por la cabeza ella comienza a llorar—. No, cielo —le pido con voz de mamá—, no llores, princesa...
Pedro le quita el pañal con delicadeza y gracias al cielo está limpio.
—¿Segura que puedes tu sola? —pregunta observándome de reojo.
Si, puedo sola, pero todas las veces que le di su baño lo hice con ayuda y supervisión de Agatha. Tengo miedo de que mis brazos resbalen o que algo suceda.
—Tu sostenla y yo la baño —digo en un susurro.
Él toma a su pequeña en brazos y sonríe cuando ella lloriquear y mueve sus bracitos. Pedro la coloca en el agua y ella comienza a llorar. No puedo evitar reírme ante todo su drama.
—Tranquila, princesa... —susurro sonriente—. Es solo agua, hija...
Comienzo a mover mi mano en el agua y la mojo de a poco.
Me tomo mi tiempo y lo hago con delicadeza. Es algo especial, es un momento único, no importa cuántas veces lo repita. Mojo sus bracitos, sus piernas y tengo cuidado con su ombligo. Le he tenido terror a eso desde que la trajimos a casa, pero todo ha salido bien.
—¿Puedo bañarla, mamá Paula? ¿Puedo?
Pedro y yo nos miramos el uno al otro sin saber que responder. Quito mis manos de la bañera y luego rodeo a Pedro, tomo a Ale de encima de la silla y lo cargo hasta donde está su hermana. Con mis manos guio las suyas y le explico lo que tiene que hacer.
—Tiene que ser despacio... Mira... —tomo la manito de Kya y la mojo, Ale hace lo mismo y luego acaricia a su hermanita. Toma otro poco más de agua y deja que se deslice por sus piecitos, se ve concentrado y es cuidadoso. Es un momento hermoso. Estoy emocionada y feliz.
—Ahora vamos a secarla —le digo.
Dejo a Ale en el suelo. Quito la bañera de encima del cambiador y coloco la toalla en posición mientras que Pedro la sostiene y ella llora. Él la deja descansar sobre la toalla rosa y luego carga a Ale en brazos. Seco a mi pequeña con delicadeza, envuelvo su vientre con las gasas para que su ombligo esté seguro y luego le coloco el pañal.
Es indescriptible, cada acto, cada movimiento es sumamente diferente y especial. Ser madre es algo hermoso. Le coloco con cuidado su ropita. Hoy tiene un vestidito lleno de flores en tonos lavanda, unas medias largas a juego con el vestido, los pequeños zapatitos blancos que son más pequeños que mi pulgar, un abrigo de punto y el hermoso moño rosa que adorna su cabecita. Aún no tiene mucho cabello, pero ese mechoncito sirve para sostener los accesorios que le compré y que hacen que se vea adorable.
—Ahora si estás más hermosa... —le digo, y la cargo en brazos. Ale se lanza a mi dirección para que lo cargue también y Kya comienza a llorar—. No llores, cielo... —le digo poniéndola en posición para darle el pecho.
Elevo mi camiseta por milésima vez en la semana y me pongo de espaldas a Ale y Pedro. Le doy el pecho y ella lo encuentra rápidamente.
Camino de una lado al otro cantándole y meciéndola lentamente. Sus ojitos azules se cierran y su manito deja de moverse, ya no siento sus deditos acariciando mi piel. Sonrió y lentamente camino hacia mi habitación.
Kya tiene dos cunas y hasta ahora sólo ha dormido en la que se encuentra en mi habitación. La dejo ahí con sumo cuidado, acomodo su mantita y luego me cruzo de brazos.
Suelto un suspiro y cierro los ojos. Paz, son minutos de paz para mi solita. Lo necesito al menos una vez al día
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