domingo, 8 de octubre de 2017

CAPITULO 31 (TERCERA PARTE)




Extrañarlo es poco. No sé cómo describir lo que siento exactamente. Por un lado sé qué todo está bien, que tiene que hacerlo, pero por el otro no dejo de maldecir a todos porque él no está aquí conmigo, con sus hijos, porque no está en casa. Llevo más de treinta y siete horas contadas sin hablar con él, sin poder oír su voz, sin saber qué hace o que no. 


Sé que tengo que guardar la calma y no romper en llanto delante de Ale. Eso lo haría todo mucho más difícil. Pedro me llamará en cualquier momento y hablaremos, Ale también hablará con su padre y juntos contaremos los días que faltan para verlo entrar por esa puerta. 


—¿Qué dice ahí, mamá Paula? —pregunta Ale cuando el nombre de la película aparece en la pantalla. 


—“Madagascar” —le digo sonriente—. Y debajo dice “Escape África” —Solo Ale logra hacer que sonría, pero no lo hago como quisiera. Es nuestra primera noche en la casa sin que Pedro esté en el sillón para ver una película con ambos. 


Es este el momento en el que empiezo a pensar en cómo sería mi vida si él no estuviera aquí, y siento algo helado en el pecho. 


—¿Qué es África? —pregunta frunciendo el ceño. 


Me rio levemente y busco la manera de explicárselo, mientras que él come esa cosa apestosa para microondas que me da nauseas. 


—Bueno… África es un lugar —le digo—. Un continente lejos de aquí. 


—¿Papá Pero está en África? —pregunta con el ceño mucho más fruncido que antes. 


—¿Por qué preguntas eso? —cuestiono mordiéndome el labio para no reír y llorar al mismo tiempo.



—Porque dijiste que papá Pero estaba lejos y dijiste que África es lejos, ¿él está en África? 


Suelto un suspiro, pongo pausa a la película y luego me acerco para poder mirarlo a los ojos y acariciar su sedoso cabello. No sé cómo decirlo y no sé si podré hacerlo sin llorar. ¿Quién diría que ser madre sería así de duro cuando Pedro no está cerca? 


—¿Crees que papá Pero vea a Alex el león y Marti en África? —cuestiona con emoción, nombrando a algunos de los personajes de la película animada. Eso me hace sonreír. Jamás vi tanta ternura en un solo niño, y es mi niño—. ¿Puedo pedirle algo, mamá Paula? ¿Puedo? ¿Podemos visitar a papá en África? 


—Escucha, Ale —le pido, buscando el tono de voz adecuado para decirlo—. No importa a donde papá Pedro esté, ¿de acuerdo? —Él asiente—. No importa si está muy lejos o muy cerca. Tienes que saber que papá regresará y estará con nosotros. Solo tenemos que contar los días como te enseñé, ¿recuerdas? 


—¡Sí! —exclama abrazándome con una enorme sonrisa—. ¡Hasta diez! ¡Uno, dos, tres! 


Me rio levemente y lo abrazo aún más fuerte. 


—Exacto, hijo. Hasta diez —murmuro con la voz entrecortada. Mi pequeño nota que mis ojos se empañan y mueve sus manitos hasta mi cara. 


Primero acaricia mis cejas, luego mi frente y por ultimo mis mejillas con delicadeza. Su pequeña manito y sus grandes caricias se complementan para llenar todo ese hueco negro en mi pecho. 


—Te quiero, mamá Paula —dice sonriéndome. 


—Y yo te quiero a ti, Ale —chillo abrazándolo. 


Me he roto en pedacitos, pero Ale con su abrazo provoca que no me desmorone por todas partes.



****

Más tarde, observo a mi pequeño que está dormido con palomitas de maíz entre sus manos, justo como la última vez. Me pongo de pie y lo descubro con la manta. Aparto toda la comida a un lado y me dirijo rápidamente a la cocina en donde Agatha está tejiendo algo mientras que mira un programa de bricolaje. 


—¿Podrías llevar a Ale a su cuarto, por favor? —le pido asomando mi cabeza. 


Ella se pone de pie con una de sus sonrisas y camina detrás de mí sin decir nada. Toma a mi pequeño en brazos y ambas subimos las escaleras hasta dejar a Ale en su cama. Lo cubro con su edredón rojo con dibujos de autitos negros, a combinación con todo su cuarto, beso su frente, presionando mis labios más de lo debido y luego me aseguro de que tenga la luz de colores encendida y que su baño este seco y listo por si se despierta en la noche. Jamás creí que esto me sucedería a mí. 


Hace poco más de un año habría estallado en risas si alguien me dijera que estaría velando el sueño de uno de mis hijos desde la puerta de su habitación, pero ahora lo estoy haciendo y todo esto me hace pensar en lo mucho que han cambiado las cosas, como he cambiado yo… Antes no era nadie, luego fui solo Paula y ahora siento que esa Anabela perdida en alguna parte comienza a regresar… 


—Tienes que descansar —me dice Agatha, colocado una mano en mi hombro. Me volteo en su dirección y procuro sonreírle débilmente. 


—Intentaré hacerlo —susurro. 


Ella pone cara de pena. Besa mi frente y se despide de mí como siempre suele hacerlo. La oigo bajar las escaleras, chequeo a Ale una vez más y luego camino lentamente hacia mi habitación. Apenas son las diez y muero por llamar a Pedro, pero en Japón deben de ser las cinco de la mañana y no es justo que lo despierte por uno de mis dramas. Sé que está bien y sé que si no ha llamado en la tarde es porque ha tenido cosas que hacer. A veces desearía que todo tuviese una explicación, así podría saber el porqué de todo esto, pero sé que es en vano. Solo tengo que esperar. 


Me siento en la cama, me cubro con el edredón y enciendo la televisión. No podré dormir hoy tampoco, como no lo he hecho ayer. No es lo mismo y solo es la segunda noche sin él. Tomo mi teléfono celular de encima de la mesita de noche y no contengo mis ganas, le envío un mensaje.



*Alex cree que estás en África (larga historia) Te extraño, los tres te extrañamos en realidad.* 


Espero unos cuantos minutos para ver si responde, pero nada. Ni siquiera está en línea. Suelto un suspiro claramente decepcionada, dejo mi teléfono bruscamente hacia un lado, me acomodo y veo televisión hasta sentir que mis ojos se vuelven pesados. 


Oigo un zumbido a lo lejos y estiro mi mano para detenerlo. 


Me muevo de mala manera y suelto un chillido al voltearme. 


Abro los ojos y lo primero que hago es acariciar mi vientre. 


Si Pedro estuviese aquí ni siquiera me hubiese movido de mi lugar que es entre sus brazos. Tomo mi celular, pero no logro ver del todo el mensaje. 


*Enciende la computadora, te llamaré* 


Suelto un bostezo y busco la computadora a toda prisa. No sé qué hora es y estoy muerta de sueño, pero no importa, lo único que quiero es oír su voz y verlo. Sé que será aún peor, pero lo necesito. Oigo el ruidito particular de la llamada de Skype y contesto de inmediato. La habitación está un poco oscura, así que estiro mi brazo y enciendo la luz de la mesita de noche. Al verlo al otro lado de la pantalla, mi sueño se esfuma de inmediato. Se ve tan bello, tan dulce y radiante. 


—Hola… —balbuceo sintiendo como mi vista se torna borrosa. No quiero llorar, pero sé que lo haré de todas formas. No puedo evitar acariciar a Kya, mientras que ambos nos observamos en silencio. 


—Hola… —responde. 


Apenas puedo oírlo. Sé que se siente igual que yo y quiero gritar por estar tan lejos de él. 


—Te extraño —le digo dejando que el llanto me venza. Esto será difícil. No podré y él tampoco. Lo amo con locura y eso él lo sabe, él es mi razón de ser, él es… él es mi todo y no está aquí.



—También te extraño —responde dándome una dulce, y al mismo tiempo, triste sonrisa—. No tienes idea de todo lo que te extraño Paula. Extraño a Ale… Extraño…


—No sigas —le suplico secando mi mejilla derecha—. No me digas cosas así porque voy a llorar… —le advierto. Veo esa hermosa sonrisa en sus labios y eso me reconforta. 


Decido dejar de lado el estúpido llanto y concentrarme en disfrutar de nuestra conversación. En Londres son las once de la noche y unos cuantos minutos y en Japón más de las siete de la mañana. Por eso ha llamado, porque de seguro acaba de despertar. Hablamos durante veinte minutos y he reído en varias ocasiones. Le cuento todo lo que hacemos con Ale y él me cuenta todas las reuniones y citas en las que ha estado desde que se bajó del avión. 


—Te amo —me dice lanzándome un beso. 


—Te amo mucho más, Pedro Alfonso —respondo sonriendo de verdad en casi dos días desde su ausencia. Nos despedimos y cierro la computadora con una sonrisa en el rostro. 


Tengo que admitir que me siento mejor. Lo extraño, pero regresará.




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