viernes, 20 de octubre de 2017

CAPITULO 3 (EXTRAS)





Estoy en casa de mi padre. Ya se lo he dicho, le he comentado todo lo que Alfonso se proponía y ahora solo me siento desesperada. Mi madre parecía feliz con el trato, mi padre estaba más que negado a que lo hiciera y yo solo podía mirarlos a ambos sin saber qué hacer.


Ahora estoy más sola que nunca en mi habitación con miles de dudas en la cabeza. Miles de cosas que pensar y una decisión que tomar.


Alfonso… Alfonso quiere que sea su esposa, quiere que me case con él por el bien de su empresa y la de mi padre pero… ¿Por qué yo? ¿Porque soy parte de esto? ¿Por qué me siento realmente culpable? Solo quiero hablar con alguien que pueda entenderme con alguien que me dé una respuesta y que me diga que es lo correcto. Soy ambiciosa, lo quiero todo y sé que Alfonso puede dármelo, pero al mismo tiempo no quiero nada. No de esta forma. ¿Casarme? ¿Por qué?


Me acurruco más en mi cama y abrazo mis piernas. Llevo más de dos horas aquí y sigo oyendo los gritos de discusión de mis padres. Nunca he sentido lo que siento en este momento. Los deseos de llorar me invaden y la presión que siento en todo mi cuerpo es inmensa. Todo esto depende de mí, incluso mi vida depende de esta decisión. Son tantas cosas que pensar y esclarecer que lo único que puedo hacer es sentir como una lagrima se desliza por mi mejilla. Yo no lloro, casi nunca lo he hecho y si lo hice nadie se ha enterado o intenté que nadie lo supiera, ni siquiera yo. 


Intento ser fuerte, aparento tener el control de la situación, pero la realidad es que la situación me controla a mí y nunca podré con eso.


Tengo una semana para tomar mi decisión. Solo una semana para dejarlo todo como está o cometer una locura de la cual me arrepentiré toda mi vida. ¿Puede el dinero ser mi completa felicidad? ¿Funcionará? ¿Para qué me quiere además de sexo? ¿Eso quiero? ¿Ser su juguete? ¿Dejaré que me utilice a su antojo solo por unos cuantos millones y tarjetas de crédito ilimitado? ¿Voy a venderme, acaso? ¿Por qué considero hacerlo?


Oigo como dos leves golpeteos se reproducen en la puerta y lo primero que hago es limpiar mi mejilla. Nadie debe de saber que he llorado por todo esto. Soy fuerte, perfecta y segura de mi misma.


—Adelante —digo con el tono de voz entrecortado, pero lo disimulo tosiendo falsamente. Papá abre la puerta muy despacio y se mete en el que era mi cuarto hasta que decidí mudarme sola.


—¿Todo está bien? —pregunta con una leve sonrisa, mientras que se acerca a la cama—. ¿Podemos hablar? —Asiento levemente y me cubro más con el edredón.


Papá me inspecciona por unos segundos y sonríe ampliamente al ver mis tacones en el suelo y mi vestido a un lado. Tengo puesta una de sus camisetas blancas para sentirme más cómoda, es lo que siempre hago cuando vengo de visita y me quedo más tiempo del debido. Amo a mi padre, aunque no lo demuestre muy a menudo, y haría cualquier cosa por él y por todo lo que ha hecho para que esa maldita empresa progrese.


—Lo siento si tomé tu camiseta, pero no me siento muy bien —confieso sorbiéndome la nariz. Es obvio que papá sabe que he llorado, pero es una de las pocas personas que me ha visto hacerlo.


—No tienes que preocuparte por eso, princesa —me dice, extendiendo su mano para acariciar mi mejilla—. Ahora tu y yo tendremos una seria conversación y quiero que me escuches, ¿De acuerdo?


—Sí.


—No quiero que pienses en hacer algo así, Paula —me dice, mirándome fijamente—. Jamás podría dejar que lo hicieras. No importa lo mucho que nos beneficia, no importa todo lo que él pueda darte. Quiero que seas feliz con alguien a quien ames, quiero… Jamás te pediría algo como eso.


—Pero, papá… —protesto más confundida que antes—. Todo lo que tenemos, todo por lo que has luchado, todo lo que hemos soportado para perderlo así sin más… ¿No crees que es injusto?


—Injusto sería que algo tan insignificante como las acciones de una empresa arrebaten tu felicidad, Paula —dice, acariciando mi mejilla, ahora mojada por una estúpida lágrima.


—Pero…


—Marcos —murmura mi madre desde la puerta, viéndose tan molesta y amenazante como siempre. La frialdad invade cada poro de su ser, y con certeza sé lo que vendrá a continuación—, déjanos a solas —le ordena acercándose.


—Déjala en paz, mujer. Necesita estar tranquila —interfiere mi padre con una mueca de disgusto.


—¡Vete, Marcos! —grita y señala la salida.


Papá me mira de reojo y le pido en silencio que me deje a solas con ella. Él besa mi frente y me susurra lindas palabras antes de marcharse de mi vieja habitación.


Mi madre comienza a caminar de un lado al otro frente a mí y de vez en cuando voltea su mirada para verme. Sé que debo permanecer en silencio y esperar a que todas las palabras para atacarme estén en su cabeza. No puedo contra ella, jamás podré ser lo suficientemente perfecta.


—¿Por qué lloras? —pregunta con brusquedad.


No sé qué responder.


—No lo sé —digo con la voz apagada—. No…


—Nunca sabes nada.


—Madre… —intento protestar, pero es en vano.


—Voy a suponer, y espero no equivocarme, que lloras porque vas a casarte con ese tipo, ¿verdad? ¿Lloras por eso cierto? Es el único motivo por el que te permitiría llorar.


—¡No voy a casarme con él! —exclamo desesperada, y veo como la mirada de mi madre se llena de furia. Luego, se ríe levemente y vuelve a cruzarse de brazos delante de mí—. ¡Papá no me dejará hacerlo y yo tampoco quiero! —grito en un vago intento por vencer, pero sé que solo pierdo.


—¡Claro que quieres!


—¡No!


—¡Si tienes que abrirte de piernas para ese tipo lo harás, y se acabó!


—¡Madre! —grito horrorizada—. ¡No! ¡No haré nada de eso! ¡No voy a casarme con él, no voy a acostarme con él!


—¡Claro que vas a casarte con él y vas a acostarte con él porque eso es lo único que quiere de ti, no sirves para otra cosa, Ana! —grita ella más que enojada.


—¡No me llames así! —grito entre llanto. Arrojo el edredón a un lado y me pongo de pie dejando que la camiseta blanca de papá me cubra hasta la mitad del muslo—. ¡Deja de llamarme así!


—¡Ese es tu nombre, mierda! —grita elevado el tono de voz—. ¡Ahora eres Ana! ¡No eres Paula Chaves, en este momento no eres mi hija! ¡Nunca lo serás si sigues así!


—¿Por qué? —exclamo desesperada, sintiendo como mi cara está más que mojada. —¿Por qué siempre haces esto?


—¡Una hija mía debe de hacerme sentir orgullosa! —se excusa—. ¡Tú no haces que me sienta orgullosa, con tus acciones lo único que logras es hacer que te deteste aún más!


—¡Basta! —grito cubriendo mis oídos con mis manos.


No poder oírlo. Ya no más.


—¡Me debes mucho a Marcos y sobre todo a mí! ¡Si no fuera por nosotros estarías en un orfanato de mala muerte! ¡Si no fuera por nosotros no tendrías todo lo que tienes! ¡Soy tu madre y tienes que escucharme cuando te digo lo que debes hacer!


—¿Por qué debo escucharte cuando tu jamás lo haces? —me quejo rompiendo en llanto aún más—. ¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué me odias?


—¡Solo hago lo que creo que es mejor para todos! —grita en mi dirección—. ¡Vas a casarte con ese tipo porque es lo que necesitamos! ¡No perderé todo esto por una estupidez que cometió tu padre!


—¿Y vas a obligarme a casarme con ese tipo? —grito más que desesperada.


—¡Sí! ¡Claro que lo haré! ¡Te obligaré a que quieras casarte con él si es malditamente necesario, Ana! —grita mucho más fuerte de lo que pensé que podría gritar. Mi piel se eriza y mi corazón se rompe de nuevo.


—Ya no me llames así, por favor… —le suplico con un hilo de voz—. Por favor ya no me llames así… —imploro sintiendo como todos mis muros se derrumban de nuevo. —¿Por qué no me quieres? ¿Por qué jamás fui lo suficientemente buena? ¿Qué tengo que hacer para que estés orgullosa de mí? ¿Por qué…?


—¡Cierra la boca y deja de hacer preguntas!


—¡No!


—¡Tenías un excelente futuro en la universidad de Oxford y rechazaste algo que podía hacerme sentir orgullosa por un idiota que jamás sintió nada por ti! Que ingenua has sido...


—¿Y eso que tiene que ver? ¡Te dije que no quería ir a Oxford, pero nunca me escuchaste!


—Si no te casas con ese tipo juro que te vas a arrepentirte, Anabela —me dice duramente.


Oír mi nombre es como sentir miles de cuchillos hundiéndose en todo mi cuerpo. No quiero ser ella de nuevo, no quiero sentirme como ella, solo quiero que mi madre me acepte y quiero hacer lo correcto por todos. No sé qué hacer. 


Estoy dándome por vencida desde ya. No tengo más fuerzas para luchar…


—No quiero hacerlo —lloriqueo, limpiandome las mejillas.


Ella camina por mi habitacion una vez mas y se detiene en seco con una malvada sonrisa. Se acerca a mi y me mira fijamente.


—Sabes que tengo mucho que contarle a tu padre con respecto a tu comportamiento, querida. Tu y yo tenemos un secreto y sabes que puedo romperle el corazon a tu padre en cualquier segundo...


Mis ojos se abren de par en par y comienzo a llorar de nuevo. No, ella no puede hacerme esto, no puede... No.


—No me hagas esto, por favor —imploro.


—¿Como se sentirá tu padre cuando sepa que eres una maldita puta, Ana? ¿Como se sentirá si se entera de todo lo que hiciste?


Estoy perdida, sé que estoy perdida. No podré hacerlo. Ella siempre va a vencer.


—Mamá, no...


Ella se ríe una vez más y suelta un suspiro.


—¿Que harás entonces? ¿Como vas a comprar mi silencio?


—Si yo… —balbuceo y me trago todo el llanto—. Si yo me caso con él… —No logro terminar la frase y me sorbo la nariz. Veo a mi madre borrosa por todas las lágrimas que se acumulan en mis ojos, y soy más débil que nunca. Siempre lo he sido, pero con mi madre lo soy aún más—. ¿Si me caso con él y salvo la empresa tú vas a estar orgullosa de mi? ¿Si acepto su dinero tu dejarás de llamarme Ana? ¿Tu…?


—¡Que sí, Paula! —grita desesperada—. Cásate con ese tipo y has que me sienta orgullosa. Has que por primera vez sienta orgullo al decir que eres hija mía —Me mira de reojo y con desdén mientras que espera mi respuesta.


—No quiero que papá lo sepa, Carla, por favor. No quiero romperle el corazón.


Ella se acerca a mí y me mira fijamente. Ahora veo una leve sonrisa en su rostro y siento su mano en mi mejilla.


—¿Qué harás entonces, querida? —me pregunta sonando amable—. ¿Qué harás para enorgullecerme y callarme, Paula?


Me trago el nudo que tengo en la garganta y elevo la mirada para verla directamente a los ojos.


—Yo… —Suelto un suspiro y enderezo la espalda para parecer segura—. Yo voy a casarme con él, madre —afirmo con completa seguridad—. Lo llamaré en la mañana y le diré que he tomado una decisión —Ella sonríe y luego abre sus brazos de par en par para darme un abrazo. Me lanzo hacia ella y dejo que lo haga. Necesito ese abrazo aunque sé que es superficial. Quiero llorar en mi interior, pero el dolor solo logra endurecer mi corazón por completo. La vida no es justa y yo no lo seré tampoco.


—¿Lo ves, Paula? Todo es mejor cuando le haces caso a tu querida madre. Cuando te cases con Alfonso vas a enorgullecerme mucho, cariño…



No hay comentarios:

Publicar un comentario