jueves, 5 de octubre de 2017

CAPITULO 22 (TERCERA PARTE)





Es casi medio día y Ale y yo por fin nos despedimos de Damian y ahora estamos en el estacionamiento a unos pocos metros de mi coche. 


—¿Podemos visitar a papá Pedro en el trabajo? —pregunta mi pequeño, mientras que se termina un helado de chocolate. Me da una brillante idea, tomo mi celular del interior de mi bolso y compruebo la hora. Estamos justo a tiempo para invitar a Pedro a almorzar con nosotros fuera de la empresa. 


—Es una brillante idea, cariño. 


—¿Iremos entonces, mamá Paula? ¿Iremos? 


—Claro que s… —balbuceo mientras que levanto la vista a mi coche estacionado en la sección de embarazadas. 


Aprieto con fuerza la mano de Ale como si se pudiese escapar en cualquier momento y doy un paso hacia atrás por causa de ese extraño hombre de espaldas a mí que mira mi coche una y otra vez. Es un extraño, no tengo maldita idea de quién es, pero hay un escalofrío que me recorre la espina una y otra vez. Es instinto. 


—¿Que sucede, mamá Paula? —pregunta Ale viéndome a mí y luego al tipo alto de traje y cabello oscuro que se voltea en mi dirección y provoca que mi pecho se inunde miedo y pánico. No parece alguien que pueda asaltarme o secuestrarme, pero no me gusta lo que siento. No es alguien bueno, puedo sentirlo. 


—¿Quién es usted? ¿Y por qué está viendo mi coche? —pregunto rápidamente intentando sonar confiada y segura de mi misma. Mis manos se mueven por reflejo. Una toma a Ale con firmeza y la otra se posa sobre Kya intentando proteger a mis hijos de lo que sea. 


—Oye… tía, no te molestes. Estaba viendo ese estupendo carro —murmura el tipo con una gélida sonrisa y un acento extremadamente español—. ¿Es tuyo? 


Mis manos empiezan a temblar y cada centímetro de mi cuerpo se ve repleto de nervios. Miro hacia los alrededores y sólo veo autos. No hay nadie más merodeando por el estacionamiento, ni siquiera un guardia de seguridad o alguien en la cabina de pago de tickets. Me siento más sola que nunca. 


—Aléjense de mi coche, por favor —le pido sonando amenazante. Veo una gran sonrisa de diversión en sus labios y lentamente observo cómo me escanea de pies a cabeza. 


—Joder tía ¿No estáis creyendo que quiero asaltarte o algo así, verdad? Sólo estaba viendo este maravilloso carro, joder. —dice entre risas. 


Coloca ambas manos en sus caderas y su saco se abre sólo un poco revelado una perfecta y pulcra camisa blanca que combina con esa corbata negra con rayas grises. Se ve intimidante y misterioso y creo que eso es lo que me pone los nervios de punta. 


—Aléjese del coche, por favor—le suplico, desviando mi mirada hacia otra parte—. Mi hijo y yo tenemos prisa. 


El sujeto mira a Ale y luego a mí. 


—Es un niño precioso. No sabía que tenías hijos —dice despreocupado, pero al mismo tiempo confuso.



—¿Qué? —pregunto alarmada y dando dos pasos hacia atrás. El sujeto ríe de nuevo y acomoda su corbata. 


—Vamos, no voy a comerte, guapa. 


—No me llames guapa. 


—Eres Paula Chaves, tu esposo es inversionista y tiene acciones en Madrid y Barcelona. Estamos en el mismo rubro. Te vi en el periódico de Madrid en la sección empresarial un par de veces. Tu esposo siempre te nombra en las entrevistas. No te pongas como una chiflada a gritar por ahí —me pide con un tono de diversión que logra molestarme más de la cuenta. Bueno… 


Ahora estoy desconcertada porque conoce a Pedro y me conoce a mí, es obvio que es un tipo con dinero, pero lo que me genera no me gusta. Sé qué no va a robarme, pero es solo por precaución. El tipo da un paso hacia adelante e instintivamente yo doy otro hacia atrás. 


—Soy Lucas Milan —dice extendiendo su mano hacia mi dirección—. Es un placer, señora Alfonso. 


—Tengo que irme. 


Me muevo rápidamente hacia mi coche, me coloco en la puerta del conductor y tomo mis llaves. Lo abro y luego acomodo a Ale en la parte trasera. Le coloco el cinturón de seguridad, sintiendo como mis piernas y mis manos tiemblan. 


Ese sujeto sigue ahí y estoy haciendo algo loco, pero sólo quiero marcharme de aquí. 


—¿Veremos a papá Pero, mamá? —pregunta mi dulce niño acariciando mi cabello. 


—Sí, cariño. Iremos enseguida —le doy un beso en la frente y luego cierro la puerta. 


Entro en el coche sin antes volver a ver a ese sujeto que está a solo unos pocos metros con ambas manos en los bolsillos de sus pantalones.


 —Lindo carro. Fue un placer conocerte, guapa —dice sonriéndome. 


—No puedo decir lo mismo.



—Volveremos a vernos de todos modos… 


Entro al coche, me coloco el cinturón y luego enciendo el motor. Acelero por el amplio espacio hasta alejarme lo suficiente. Lo veo por última vez a través del retrovisor y cuando sé qué mis hijos y yo estamos seguros, suelto un suspiro.




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