jueves, 28 de septiembre de 2017

CAPITULO FINAL (SEGUNDA PARTE)




Pasan veinte minutos aproximadamente y oigo como Pedro deja las llaves del coche sobre la mesa del comedor. Ya está aquí, está en casa. Me paro rápidamente y dejo a Agatha en la habitación. Camino por el pasillo y lo encuentro en la escaleras con una gran bolsa de papel en una mano y un vaso de cartón en la otra. Cuando lo veo, me abalanzo sobre él y lo abrazo fuertemente. Necesito disculparme, no debí hacerlo.


—Lo lamento —le digo soltando un sollozo—. Sé que soy intolerable, sé que te molesto, sé que estás volviéndote completamente loco, pero eres demasiado bueno y no me lo dices. Lo lamento, Pedro. Intento no comportarme así, pero no puedo controlarlo.


Me rodea el cuerpo solo con sus antebrazos, debido a que tiene las manos ocupadas, y hace que apoye mi cabeza en su pecho. Me siento realmente protegida entre sus brazos.


Solo con él, solo Pedro.



—No eres intolerable, cariño. Eres realmente adorable con cada uno de tus cambios de humor —asegura, mirándome con una sonrisa—. Me gusta complacerte, me gusta hacerte sonreír y si quieres una hamburguesa a las tres de la mañana, removeré cielo y tierra para conseguir lo que deseas. Nunca vas a ser una molestia, mi preciosa Paula.


Sonrío y lo abrazo más fuerte, poso mi mirada en la suya y beso sus labios.


Nos separamos y él me entrega la bolsa de papel con mi hamburguesa.


—¿Con pepinillos? —pregunto emocionada.


—Con pepinillos, mi cielo —afirma.


—Eres el mejor esposo de todo el mundo —le digo abrazándolo de nuevo. Sonrío y beso sus labios. Ya no tengo antojo de hamburguesa, ahora se me antoja Pedro.


—¿Qué sucede?


—Creo que tengo antojo de Pedro Alfonso —murmuro sobre su oído sensualmente.


Dejo la bolsa de papel encima de un mueble en la esquina y quito el vaso de sus manos.


Pedro sonríe, se mueve rápidamente, me toma en brazos y hace que rodee mis piernas a cintura, con cuidado de no aplastar a Pequeño Ángel, que ya se hace notar solo un poquito. Coloca una de sus manos en mi trasero y luego lo aprieta levemente.


—Creo que también puedo complacer ese antojo, Paula…







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