domingo, 24 de septiembre de 2017
CAPITULO 45 (SEGUNDA PARTE)
Oigo el timbre y corro rápidamente en dirección a la entrada.
Es el cuarto día sin Pedro. Las cosas siguen igual que siempre. He ignorado sus llamadas, sus mensajes y, también, los tres ramos de flores que ha enviado en las ultimas cuarenta y ocho horas, al igual que he ignorado a Daphne, Tania, Stefan y Emma.
No quiero hablar con ellos y tampoco lo haré. No estoy lista para intentar dar explicaciones, no me siento fuerte para poder decirle el motivo de nuestra separación. Apenas puedo soportar esos recuerdos y esas palabras. He llorado demasiado, pero mis padres no lo saben. Creo que ellos piensan que estoy superándolo bien, pero no es así. Lo extraño, lo amo… Mierda. ¿Cómo puedo amarlo así?
Necesito verlo, necesito besarlo, pero cada vez que imagino esos momentos, recuerdo todo lo que sucedió y mis ganas de tenerlo conmigo se esfuman.
—¡Ya voy! —grito, desesperadamente.
Abro la puerta y veo a Damian. Al fin, al fin está aquí. Lo necesito más que nunca.
Me lanzo a sus brazos y siento como me abraza de manera dulce y protectora. No le he dicho todo lo que sucedió con detalle, pero contestar a su llamada esta mañana, fue más que un alivio.
—Lo siento, nena —me dice, besando mi pelo.
Cierro los ojos con fuerza y hundo mi cara en su pecho.
Sigue vistiéndose tan desalineado y adolescente como siempre, pero me hace bien tenerlo aquí. No me siento tan sola. Sé que él me comprenderá, él me ayudará y me dará su opinión sobre todo esto.
—Damian… —musito con la voz entrecortada.
En menos de dos segundos, recordé todo lo que sucedió días atrás. Mis ojos se llenan de lágrimas y comienzo a llorar como una completa estúpida. ¿A quién quiero engañar? No soy fuerte, no superaré esto de un día para el otro, no podré… Pedro es mi debilidad y debo admitirlo aunque me cueste. Mi peor debilidad me volvió aún más débil, ¿Cómo puedo explicar eso?
—Tranquila —Me dice, acariciando mi cabello—. Te prometo que todo se solucionará. Tu eres fuerte, eres muy fuerte, nena.
Minutos más tarde, dejo de llorar. No sé cuánto tiempo llevamos aquí en mi habitación, pero le conté todo lo que sucedió con Pedro y no obvié ni un solo detalle. Fue más difícil tener que admitir que me casé con él por su dinero y, lo peor de todo, fue confesarle que me enamoré de él como una completa estúpida.
Él no me dijo nada, sé que tiene deseos de hacerlo, pero no se atreve por miedo a decirme algo que me duela y, sinceramente, en estos momentos no quiero oirlo, solo deseo que me escuche a mí. Necesito liberar todo este enojo, todo este dolor, para poder sentirme mejor conmigo misma. Sé que me entiende…
—Todo se solucionará, nena —asegura, acariciando mi cabello de nuevo. Me aparto de él y dejo que limpie mis lágrimas con su pulgar—. Él no se merece tus lágrimas, Paula. Tienes que hacerlo sufrir un poco.
—Lo sé —Respondo entre lloriqueos—, pero lo necesito tanto, Damian —chillo como toda una niñita y vuelvo a lanzarme a sus brazos.
Me hace sentir bien, me siento segura y protegida. No son los de Pedro, quiero que sean los de Pedro, pero al mismo tiempo sé que no debo de permitirlo. Merece sufrir un poco.
—Deja de llorar —me pide dulcemente—. Podemos hacer un montón de cosas para que te olvides de él por un momento. No tolero verte así. Te acompañaré a ver algún vestido para esa cita que tienes con ese tipo, si tú quieres.
Sonrío levemente y acaricio su mano que descansa encima de la mía.
—¿Harías eso por mí?
—Haría cualquier cosa por ti, Paula…
Un golpe en la puerta interrumpe nuestro abrazo. Flora entra a mi habitación y me da una de sus mejores sonrisas a modo de disculpas. Le devuelvo el gesto y rápidamente seco las lágrimas de mis mejillas. Sé que sabe que estoy llorando, pero intentaré no verme tan patética.
—Niña Paula —dice sin moverse de la puerta—, me preguntaba si tu amigo quiere algo de comer o de beber.
Damian y yo estamos sentados frente a frente en la cama y demasiado cerca. Cualquiera puede mal pensar esta situación.
—Eh… —balbuceo mirando a Damian interrogativamente. Él tiene la decisión.
—Sí —responde con una de sus sonrisas—. En realidad, me preguntaba si no ha quedado alguna sobra del almuerzo —dice avergonzado, mientras que rasca la parte de atrás de su cabeza—. Sé que son las tres de la tarde, pero acabo de salir del trabajo y no tuve tiempo de almorzar.
Lo miro por unos segundos y luego estallo en risas. Es una risa real, de esas que me toman por sorpresa, que sacuden todo mi interior y hacen que me duela el estómago. Damian es simplemente increíble.
Me pongo de pie y tomo su mano.
—Ven. Prepararemos algo de comer…
Llegamos a la cocina y corremos al refrigerador. No soy experta en esto, pero estoy segura que algo podremos hacer. Pienso en algunos de los platillos que aprendí en las clases de cocina y se me vienen unas cuantas ideas a la mente.
—¿Qué quieres comer? —pregunto volteándome hacia su dirección.
Él observa el interior del refrigerador al igual que yo, y frunce el ceño.
—No tengo idea —responde, encogiéndose de hombros—. ¿Qué tal una hamburguesa? —pregunta con una de esas sonrisas a las cuales no puedes decirle que no. Sonrío y asiento con la cabeza. No será demasiado complicado.
Puedo hacerlo, claro que puedo hacerlo.
—Me parece bien —respondo tomando un par de cosas.
Él me ayuda a cargar algunos vegetales y luego nos ponemos manos a la obra. Primero preparamos la carne de hamburguesa. Él lo hace porque según él hay un punto específico y qué sé yo. Le doy la razón, aunque no la tenga, y me pongo a cortar los vegetales. Primero un tomate, en rodajas perfectamente iguales y luego la cebolla. Será esa clásica hamburguesa de tres pisos con ingredientes excesivos.
—¿Cómo vas con eso, nena? —pregunta desde el otro extremo de la habitación.
—Bien —respondo completamente concentrada en lo que hago.
—¿Qué te parece si le ponemos un poco de música a esto? —pregunta, limpiando sus manos, mientras que la carne se cocina.
Asiento con la cabeza y sonrío en su dirección. La música hará de esta experiencia algo realmente interesante. Solo Damian puede ser capaz de hacerme sentir tan bien luego de todo lo que sucedió.
Lo veo con el rabillo del ojo mientras que corre hacia la barra de la cocina. Toma su teléfono celular y luego comienza a tocar algunos botones.
—¿Tienes un sistema de sonido con bluetooth, verdad? —pregunta, observando los parlantes del techo.
—Así es.
La música comienza a sonar y, rápidamente, me veo invadida por un poco de agonía. Es una hermosa canción de Hinder “Labios de ángel”. Lo miro con una sonrisa triste y, con la mirada, le imploro que cambie de canción.
—Es una canción hermosa —dice acercándose—. Te la dedico a ti, nena. —murmura señalándome.
—No quiero deprimirme en un momento como este —le digo negando con la cabeza una y otra vez.
Él acorta la distancia entre ambos y extiende su mano invitándome a bailar. Miro el cuchillo que tengo en mi mano y rápidamente lo dejo sobre la mesada junto con los vegetales cortados. Él sonríe y me atrae hacia su cuerpo. Coloca sus manos en mi cintura y yo detrás de su cuello. Cierro los ojos y apoyo mi cabeza en su hombro dejando que esas hermosas palabras me hagan perder la razón.
—Mi chica está en el cuarto de al lado —susurra sobre mi ido en inglés, al ritmo de la canción—. A veces desearía que fueras tú. Creo que nunca olvidamos nuestra historia en realidad…
La letra es completamente maravillosa, pero simplemente me siento identificada con este momento y estas palabras.
No quiero elevar la mirada porque sé que voy a encontrarme con esos ojos que me piden más de lo que puedo dar.
—Damian… —digo a modo de protesta, pero él hace que me calle y sigue moviéndome por la cocina.
Lo hacemos lentamente, con cada paso siento como mi corazón acelera el ritmo. Estoy empezando a sentir nervios.
No puedo reaccionar. Él mueve una de sus manos hacia mi cabeza y acaricia mi cabello desde la raíz hasta las puntas, mientras que me susurra dulcemente la canción al oído.
—No quiero decir adiós nunca, pero, nena, tu vuelves muy difícil la fidelidad con esos labios de ángel…
Eso es lo que dice la canción, pero es también lo que él está diciéndome en este preciso momento, acariciando mi labio inferior con su pulgar. Me aparto de él y lo miro fijamente. Ha logrado lo que se propuso, ahora estoy viendo esa mirada que tanto quería evitar. Consiguió hacer que mi corazón estallara en mi interior. Esas mariposas que estaban atrapadas en una red consiguieron escapar y ahora solo puedo verlo a él y pensar en cómo se sentiría besar esos labios.
Cierro los ojos sin pensar en las miles de consecuencias que esto podría provocar. Siento su aliento sobre mi cara y cada vez son más conscientes de que la distancia entre ambos es escaza. Él toma mi rostro con ambas manos y me acaricia con sus dedos.
—Labios de ángel —murmura, apegando su frente a la mía.
Cierro mis ojos mucho más fuerte y contengo el aliento.
Estoy a punto de perder todo tipo de control. Voy a morir por este beso, pero no me importa, simplemente necesito que lo haga.
—¡Niña Paula! —chilla Flora, entrando a la cocina.
Damian voltea su rostro hacia otra parte y luego cierra los ojos como si estuviese intentando contenerse. Lo miro durante unos segundos y me volteo en dirección a Flora.
Sabe lo que estaba sucediendo y se ve tan apenada y avergonzada que sus mejillas están tan rojas como el tomate que estaba cortando.
—¿Qué sucede, Flora? —pregunto con la voz entrecortada.
Ella me sonríe y observa a Damian.
—Comencé a sentir un aroma extraño y bueno… lo siento —Se disculpa con un leve murmuro.
Sonrío y solo le digo que sí con la cabeza. No tengo palabras, la garganta se me seca y no puedo terminar de comprender lo que acaba de suceder o lo que no sucedió, en realidad. Damian quita la carne del fuego y luego apaga la siguiente canción de su celular provocando que el silencio nos invada.
Flora se marcha porque sabe que está molestando. Ahora los dos estamos solos. Él sigue en su lugar y parece no querer verme a la cara. Es el momento más incómodo de toda mi vida. Jamás creí que sería capaz de perder el juicio en una situación como esta.
—Paula… —dice, pronunciando mi nombre con un leve temblor en su voz.
—Damian… —respondo de la misma manera. Eleva la mirada y me sonríe con nerviosismo y algo de timidez.
—Lo lamento.
Sonrío algo desconcertada y doy un paso al frente.
—También yo.
Camina hacia su teléfono celular, lo toma y mira la pantalla.
—Debo llamar a Tania —me dice, queriendo parecer seguro de sí mismo.
Intento no sentirme insultada cuando oigo ese nombre.
Asiento levemente con la cabeza y regreso mi atención a las verduras cortadas encima de la mesada. Me siento patética.
¿Cómo pude ser capaz de pensar por solo un segundo en cometer esa locura? Santiago es solo Santiago, pero Damian… Damian es mi mejor amigo ¿Por qué me siento tan culpable por no haberlo hecho? Confusión, lo único que tengo en mi cabeza es confusión. De pronto, estoy completamente sola y a los pocos segundos puedo escoger entre tres hombres diferentes.
Nada de todo esto tiene sentido.
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