viernes, 22 de septiembre de 2017
CAPITULO 38 (SEGUNDA PARTE)
Llego a la sala de estar y me detengo en el umbral de la puerta. Pedro está hablando con una mujer. Parece increíble, pero, velozmente, todos mis sentidos se ponen en alerta. Me muevo un poco para verla mejor y por primera vez en toda mi vida, siento un terrible ataque de celos y de inseguridad.
Ella es rubia, atractiva y viste de manera impecable, incluso sus zapatos parecen ser más costosos que los míos ¿Por qué parecen ser más costosos que los míos? ¡Es ridículo!
—Te dije que vendría a desearte feliz cumpleaños —le dice a mi esposo colocando una de sus sucias garras en su hombro. Él parece tenso, no está cómodo con la situación y eso me parece bien.
—Te dije que no vinieras. Te advertí lo que sucedería si te interponías entre mi esposa y yo —responde Pedro secamente.
Ella ríe sonoramente y acorta la distancia que tiene con mi esposo. No puedo creer que esté aquí viendo esto.
No sé quién mierda es ella, pero está tocando lo que es mío y eso no puedo permitirlo. Es momento de que una de mis máscaras escape del baúl, con llave, para enfrentar esta extraña situación.
—Tú puedes hacerlo, Paula —me digo a mi misma.
Aliso la falda de mi vestido, enderezo la espalda, elevo la barbilla, sonrió y comienzo a moverme en dirección a mi esposo. Ambos perciben mi presencia y ella aparta sus manos de él y da un paso hacia atrás.
—¿Todo está bien, cielo? —pregunto con una falsa sonrisa que en silencio significa “Tú y yo hablaremos luego”
—Cariño, todo está bien —me responde con la misma sonrisa que estoy utilizando.
Miro de reojo a la rubia insípida que me observa de pies a cabeza, claramente intimidada, pero intentando fingir que no lo está.
—¿Y tú eres?—pregunto, observándola con desdén.
—Yo soy... ¿Quién soy, Pedro?
—Es socia de la empresa —musita Pedro velozmente haciéndola callar—. Es encargada de las oficinas generales en Barcelona.
—Ah —digo a modo de respuesta.
—Soy Samantha Stenfeld.
Si, como lo supuse, también es alemana, todo el mundo en las empresas Alfonso son de Alemania y ella es otra alemana que me desagrada.
—Paula Alfonso —digo con una sonrisa cargada de orgullo.
Pedro rodea mi cintura y acaricia mi vientre levemente, sé que está diciéndome en pensamientos que me calme, pero no puedo hacerlo. Esta mujer acaba de alterar todas mis hormonas y no sé por qué. Es completamente estúpido.
—Por lo que pude oír, ya le has deseado feliz cumpleaños a mi esposo. Creo que es momento de que te vayas —sugiero con una falsa sonrisa.
Ella me mira de pies a cabeza de nuevo y se ríe levemente.
Como si supiera algo que yo no sé.
—Crees que eres dueña de todo esto. Es una lástima que seas demasiado ingenua, cariño —me responde acercándose a mi esposo, mientras que me mira de reojo—. Que tengas un feliz cumpleaños, bonito. Nos veremos en la empresa.
Besa la comisura de sus labios. Acaba de hacer eso delante de mis ojos, no tuvo ni la decencia ni la cordura de… ¿Qué mierda está sucediendo?
—Fue un placer conocerla, señora Alfonso —Espeta de manera burlona, cuando dice “señora Alfons”. estoy perpleja. No sé qué hacer. Pedro parece más calmado que yo, pero se ve realmente incómodo y callado.
Ella cruza las puertas de vidrio de la entrada. Luego, la veo subirse a un lujoso coche aparcado al lado del de mi esposo.
Acelera y se va, así, sin más.
Tengo deseos de llorar, tengo un muy mal presentimiento.
—¿Bonito? —inquiero con repudio—. Quiero pensar que hay una explicación lógica para todo esto —murmuro, mirando a Pedro con furia. Estoy más que molesta y confundida.
Él suelta un suspiro y clava sus ojos en mí. No sabe que decirme, se ve realmente abatido y enojado al mismo tiempo.
—No, Paula —responde en un susurro—lo lamento, pero esto no tiene explicación —asegura, dándome la espalda, dirigiéndose hacia el comedor sin importarle lo que me sucede.
—¿Estás hablando enserio? —chillo completamente horrorizada.
Pedro jamás ha hecho algo así y nunca imaginé que lo haría laguna vez. ¿Qué mierda está sucediendo?
Corro detrás de él y atrapo su brazo antes que cruce el umbral. Lo hago voltear en mi dirección y lo observo fijamente. En este preciso momento estoy desesperada, nerviosa, impaciente y confundida.
—¿Qué te sucede? —cuestiono en un susurro—. ¿Por qué estás actuando de esta manera, Pedro? ¿Quién es esa mujer?
—No tengo intenciones de responder tus preguntas ahora, Paula —me dice seriamente.
Coloca su mano encima de la mía y la aparta con delicadeza, como si no quisiera que me acercara a él.
Luego, sigue su camino y veo como se dirige al salón comedor para continuar con su estúpida cena.
—¡Vete a la mierda, Alfonso! —grito a sus espaldas, y doy un golpe en la falda de mi vestido, para intentar descargar mi furia. Estoy demasiado nerviosa, no sé qué hacer, no sé cómo reaccionar—. ¡Te vas a arrepentir por esto, Pedro, lo juro!
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