jueves, 21 de septiembre de 2017

CAPITULO 36 (SEGUNDA PARTE)





La puerta de vidrio se abre y mi suegra nos recibe a ambos con una enorme sonrisa y los brazos abiertos.


—¡Al fin llegan! ¡Todos los están esperando! —Ella se lanza en brazos de mi esposo, besa sus mejillas como si fuera un niño pequeño y le desea feliz cumpleaños una y otra y otra vez. Luego, me mira con los ojos infestados de ternura, observa mi vientre y abre sus brazos para envolverme en ellos.


—Te ves tan hermosa, querida. Me encanta tu vestido.


—Gracias, Daphne —musito con una sonrisa—. Tú también te ves muy bien —aseguro, contemplando su vestido de dos piezas de satín negro combinado con un elegante moño en su cabeza.


Entramos a la sala de estar y todos, absolutamente todos, están aquí. Amigos de Pedro, familiares y compañeros de trabajo. Es una celebración a lo grande. Hay dos camareros sirviendo bocadillo en bandejas y otro encargado de recargar las copas de champaña de los invitados.


Comenzamos a saludar uno a uno. Al principio, Pedro no se desprende de mí, pero luego tomo otro rumbo en los saludos y nos separamos por unos pocos minutos.


—¡Adoro tu vestido! —chilla Tania muerta de la emoción. 


Sonrío complacida y le cuento la historia de donde lo compré y ese tipo de cosas.


—Me alegra verte —le digo.


—También yo, te ves tan diferente... ¡Me encanta!


—Gracias —digo, fingiendo timidez.



Damian se acerca a Tania y le rodea la cintura. Al verme, sus ojos recorren mi vestido y una enorme sonrisa se forma en sus labios. Nos vimos el día de ayer, así que no hay mucho de qué hablar.


—¿Sabe mi esposo que estás aquí? —pregunto con malicia. 


Tania se ríe y niega levemente con la cabeza.


—Vengo como fotógrafo —me responde divertido por la situación.


—Tú vienes como mi novio —asegura Tania besándolo en los labios. ¿Pedro y yo nos vemos así de idiotas cuando nos besamos? Espero que no.


—Es una lástima que Emma no pueda venir, Laura aún no se recupera del todo y Stefan y ella se quedaron en casa.


—Es mejor que se quede en casa, se habría aburrido aquí —le digo.


Damian no deja de mirarme ni un solo segundo y eso me pone algo nerviosa. No sé por qué lo hace, pero la sonrisa que tiene en su rostro es más que extraña y desconcertante. Quiero preguntar que le sucede, pero Tania sigue molestando.


—Aquí estás, cielo —musita mi esposo, acercándome a su cuerpo de una manera demasiado sobre protectora. Sonrío para fingir que todo está bien y presencio, nuevamente, esa batalla de miradas fatales que se tienen el uno al otro.


—No sabía que vendrías —reprocha Pedro en dirección a Damian.


—Vengo por trabajo —responde en un tono seco y profesional—. Y, feliz cumpleaños.


—Gracias.


—¡Es mi novio, Pedro! —chilla Tania—. No es solo el fotógrafo de tu fiesta, estamos saliendo.


—Lo sé —responde mi esposo intentando calmarse.


Creí que todo este drama había acabado, pero, al parecer, Pedro se olvidó de nuestro pacto.


—¡Oh, deja de comportarte como un hermano celoso y abrázame!—grita la rubia con emoción.


Se lanza en brazos de mi esposo y le dice feliz cumpleaños una y otra vez. Damian sigue viéndome y me sonríe sin que los demás puedan notarlo.


—¿Qué te sucede? —digo, moviendo solo los labios para que pueda entenderme.


—Hablaremos luego —me responde de la misma manera.



****


Más tarde, sigo recorriendo la sala de estar. Veo a mi padre al fondo de la habitación bebiendo whisky escocés, su favorito. Habla animadamente con algunos de los socios y amigos de Pedro. No quiero interrumpir su charla, pero hablar con él antes de decirles a todos la noticia me tranquilizará.


Lo bueno es que aún no he visto a mi madre por aquí, agradezco que no haya venido, todo será mucho más sencillo.



****


—Papá... —lo llamo desde unos aceptables tres metros. 


Todos los hombres de la ronda se voltean a verme y sonríen al mismo tiempo. Reconozco a algunos de ellos, pero no a todos. Sonrío como gesto amable y mi padre se acerca a mí.


—Mi pequeña princesa —murmura, dándome un cálido abrazo.


—Hola, papá —le digo con los nervios de punta.


—¿Qué sucede? —pregunta inmediatamente.


—Estoy algo nerviosa —admito bajando el volumen de mi tono de voz—. Hoy se lo diremos a todos y hay más gente de la que me imaginaba.


—No comprendo por qué estás nerviosa. Eres Paula Chaves, ¿No lo recuerdas? Eres esa chica fuerte, valiente, la que no le tiene miedo a nada, eres mi pequeña, dulce y, al mismo tiempo, frágil niña que logra todo lo que se propone. Estas personas no tienen que intimidarte. Pedro es tu esposo, tú tienes el control aquí —asegura con una radiante sonrisa cargada de convicción.


—¿El control? —pregunto con una sonrisa de lado. Es obvio que dijo eso para animarme, pero funcionó.


—Tú siempre tienes el control, princesa —me dice, acariciando mi cabello—. Solo ve, toma la mano de tu esposo y dilo. Te aseguro que seré el primero en comenzar el alboroto de aplausos y gritos.


Suelto una leve risita y él besa mi frente.


—¿Qué sucedió con mi madre? —pregunto antes de marcharme.


No es que me interese, pero quiero saber porque no está aquí, metiendo sus narices en las conversaciones de los demás.



—Tu madre y yo discutimos de nuevo, pero no te preocupes por eso. Cuándo me canse por completo de ella, serás la primera en saberlo.


—De acuerdo —le digo con una sonrisa a medias.


—Y créeme, no falta mucho para que eso suceda…






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