—¿Cuál es el siguiente lugar? —pregunto, subiéndome al coche. Estoy cansada, sudada y me duelen los pies, pero no me quejo. Estoy disfrutando de todo esto a pesar de los pequeños inconvenientes.
—Te daré una pista —dice encendiendo el motor—: Es un palacio. Frunzo el ceño y luego hago memoria.
—¿Puedes comprarlo para que nos mudemos en él? —pregunto rápidamente a modo de broma. Él se ríe y luego niega con la cabeza.
—No, cariño. No puedo comprarlo.
—Entonces ya sé cuál palacio es —afirmo—. ¿Cuándo visitaremos la torre Eiffel? —pregunto con desesperación. Es lo que más me interesa visitar de nuevo. Me encanta y Pedro parece aplazar la visita cada vez más.
—Luego, cuando llegue el momento.
****
—El Palacio de Versalles, cariño —musita, enseñándome con sus brazos algo más que evidente a muchos kilómetros, mientras que caminamos, tomados de la mano, el largo trayecto que nos queda hasta llegar a la inmensa y antigua construcción.
—Es bonito —digo, mirando alguno de los detalles en las grandes ventanas que se divisan a lo lejos. —Fue Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO hace más de treinta años, Paula —me dice emocionado, y yo pongo los ojos en blanco.
Pedro Alfonso y su pasión por la historia. No quiero aburrirme, pero él me dice cosas que jamás aprendí en la escuela porque no me interesaban y que aún no me interesan.
—El Palacio de Versalles es uno de los palacios más conocidos a nivel mundial. Aquí se firmó el final de la Primera Guerra Mundial.
—Que interesante —murmuro distraída y con evidente sorna en mi tono de voz. Pedro se coloca delante de mí y se cruza de brazos con el ceño fruncido
—¿Qué? —pregunto fingiendo confusión.
—Eres muy malvada —dice, fingiendo estar ofendido—. Te enseño historia mundial y simulas prestarme atención. Estoy muy decepcionado, señora Alfonso.
Me rio y lo abrazo para calmar la situación.
—Lo siento, pero siempre odié historia universal. Reprobaba esa materia todo el tiempo —confieso ocultando mi cara en su pecho. Él me rodea con los brazos y se ríe—. ¡No te rías! —me quejo. Besa mi frente y se aparta un poco para mirarme a la cara.
—¿En que eras buena, entonces?
—Anatomía —respondo moviendo las cejas de manera sugerente. Suelta una carcajada y niega con la cabeza un par de veces.
—Apuesto que sigues siendo buena en eso, cariño. —Murmura.
—Solo bromeo. Nunca fui buena en nada. No lo suficiente…
Me toma entre sus brazos y me besa sin que pueda predecirlo. Cierro los ojos y coloco ambas manos en su nuca. Es uno de esos besos mágicos que me dejan sin palabras. Lo necesito, lo quiero, él es lo único que me hace ser quien quiero ser realmente. En momentos como estos, no necesito fingir ser alguien que no soy. Soy solo yo, solo Paula. Y soy suya, solo suya.
—Te amo, mi preciosa Paula.
—Y yo te amo a ti, Pedro.
Luego de visitar el palacio, damos unas cuantas vueltas en los alrededores. Veo varias tiendas de ropa y no puedo resistirme, tengo el impulso de comprar y comprar. La ropa es realmente hermosa y a mi esposo no le importa el precio.
Todo lo que me pruebo le gusta.
—¿Por qué no nos vamos? —pregunto luego de salir de la última tienda con muchas bolsas en las manos.
—Porque caerá la noche y quiero enseñarte algo —me dice por enésima vez. Ya se lo he preguntado muchas veces, pero estoy realmente ansiosa. No suelo ser así y sé que este viaje está dejando a la Paula de Londres atrás y está convirtiendo a esta Paula actual en otra persona diferente—. Dejaremos esto en el coche y luego iremos a ver algo que sé que te gustará —asegura, tomando mi mano para cruzar la calle.
—De acuerdo.
****
Pedro cubre mis ojos todo el tiempo. Camino sin saber por dónde vamos exactamente, pero dejo que él sea mi guía. La situación me causa risa y, al mismo tiempo, me resulta de lo más romántica. Ya ha caído la noche como me dijo y es el momento de ver algo que, según él, me gustará.
—Tengo miedo de caer —digo, caminando lentamente.
—Nunca dejaría que te caigas, Paula —murmura dulcemente—. Jamás permitiré que nada ni nadie te haga daño, eso lo sabes —Siento que nos detenemos y mi cuerpo se voltea hacia la derecha.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
Doy un paso al frente y luego vuelvo a sentir todo el cuerpo de Pedro detrás de mí. Una de sus manos baja hacia mi cintura y la otra permanece en mis ojos.
—Abre los ojos, cariño —ordena, retirando la otra mano.
Hago lo que me dice y me quedo con la boca abierta el ver lo que tengo delante de mí. Todo es perfecto, romántico, hermoso e inesperado. Si, sé que son. He oído hablar de ellas una vez y no puedo creer que Pedro me haya traído a este hermoso lugar. Ya estuvimos aquí hoy en la tarde, hace unas pocas horas, pero ahora el palacio de Versalles se ve muy diferente. Ya no me resulta para nada aburrido.
—Hasta finales de octubre “Aguas Musicales” es un espectáculo... —informa señalándome las miles de formas que toma el agua danzante—,…que mezcla luz, agua y música clásica en los jardines del castillo más famoso del mundo. ¿Qué dices?
—Me encanta —murmuro sin lograr salir de mi asombro.
—Es perfecto para dar un romántico paseo —sugiere, colocando su brazo en jarra para que lo tome.
—Me encantaría dar ese romántico paseo contigo, solo contigo, Pedro...
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