miércoles, 13 de septiembre de 2017

CAPITULO 10 (SEGUNDA PARTE)






Más tarde, regresamos a nuestro camarote. Me doy un baño y Pedro se encarga de cambiar el vendaje de mi brazo. 


Pensé que era algo enorme, sin embargo, es un corte pequeño, pero profundo. Eso explica la cantidad de sangre.


Miro el reloj en mi celular. Aún es temprano y necesito hacer algo de ejercicio. Necesito seguir manteniendo mis rutinas o todo se saldrá de control. Corro hacia mis maletas y quito mi atuendo deportivo. Me cambio en el baño y salgo a la habitación para que Pedro me vea.


Llego las calzas cortitas, que apenas cubren la mitad de mi muslo, un corpiño deportivo, que deja todo mi vientre y espalda al descubierto, y una alta cola de cabello.


—¿Qué haces vestida así? —pregunta poniéndose de pie rápidamente.


Sé que le gusta lo que ve, pero le alarma que salga así y que todos me vean. Oh, sí. Mi plan no planificado está resultando excelentemente bien.


—Haré ejercicio —respondo con una malvada sonrisa.


—Tú y yo hacemos mucho ejercicio —murmura con seriedad.


—Lo sé, pero necesito hacer otro tipo de ejercicio, Pedro —le respondo poniendo los ojos en blanco.


—No saldrás vestida así —dice con completa seguridad.


—¿Por qué no? —cuestiono mirando mi atuendo con inocencia.



—¡Por qué no! —responde saliéndose de control. Verlo de esa manera me encanta—. ¡Solo mírate, Paula! Estás… y tus piernas… Simplemente no dejaré que mi esposa… Oh, Dios, vas a matarme.


Se sienta en la cama e intenta calmarse. Se ve completamente desesperado y no puedo evitar reírme al verlo de esa manera. Es demasiado divertido.


—Bien. Si no quieres que salga, entonces, haré ejercicio aquí dentro, pero no quiero ni una sola queja —le advierto.


Él parece estar de acuerdo. Se relaja y vuelve a sentarse en la cama, para seguir viendo su programa de televisión. 


Conecto los audífonos a mi Iphone y dejo que la música electrónica comience a sonar. Hacer los primeros ejercicios de calentamiento va a excitarlo y mi plan se pondrá en marcha.


Comienzo con los típicos y básicos estiramientos. Lo hago sin obtener muchas miradas.


Después un poco de yoga, el saludo al sol y blablabla, me volteo apropósito y hago que mis manos toquen mis tobillos, me levanto y vuelvo a bajar, pero esta vez mis manos tocan el suelo. Sé que está mirándome, tiene la vista perfecta de mi trasero y mis piernas. Siento su mirada clavada en mi cuerpo. Esto comienza a funcionar.


Me volteo hacia su dirección y lo atrapo justo cuando me mira. Sonrío en mi interior, pero finjo que nada sucede. 


Repito la acción anterior, pero esta vez le enseño mis tetas. 


Mi mirada está perdida en el suelo, pero la suya mira mis senos sin disimulo. Oh, genial. Todo sale a la perfección.


—Lo estás haciendo apropósito —dice cuando enderezo la espalda.


—¿Qué? ¿Yo? ¡Claro que no! —protesto con inocencia.


Se pone de pie y rápidamente me toma entre sus brazos. 


Atrapa mis labios y me besa apasionadamente. Sus manos acarician mi espalda y mi trasero con desesperación. No logro reaccionar. Solo dejo que me lleve hacia la dirección que él quiera.


Me coloca a horcajadas sobre su cintura y besa mi cuello. 


Camina un par de pasos y ambos caemos sobre el colchón. 


Me quita la cola de caballo y deja que mi cabello caiga alrededor de los hombros, luego toma mis zapatillas y las arroja a un lado, al igual que los calcetines.


—¿Quieres hacer éste tipo de ejercicio? —pregunta quitándose la camiseta.



Lo detengo y hago que me mire fijamente.


—Quiero que hagas una cosa.


—¿Qué?


Muerdo mi labio y paso mi dedo índice por su cara.


—Quiero que me digas algo sucio.


Ahora esta blanco como el papel y asombrado. Lo tomé por sorpresa.


—No soy bueno con eso. Puedo decirte algo hermoso, pero…


—Algo sucio.


Él mira hacia todas partes sin saber cómo reaccionar, me rio levemente y rozo mi sexo con el suyo. Me excito y él también, pero aún no es suficiente. Quiero un Pedro sin timidez, un Pedro que me haga de todo sin miedo alguno.


—Eh… Paula, no soy bueno en esto.


—Dime que me vas a coger muy duro y que me harás gritar para que todos me oigan.


—¿Qué…? No, eso no es…


Pongo los ojos en blanco y lo hago a un lado. Me pongo de pie, tomo mi sostén deportivo y me lo coloco. No me dará lo que quiero y no le daré lo que quiere. Muy sencillo.


—¿Qué sucede, ahora? —cuestiona desconcertado.


—Saldré de aquí.


Camino hacia la salida y antes de llegar a la puerta, siento como esos fuertes brazos me toman con posesión y prisa. 


En menos de dos segundos, estoy tirada en la cama y tengo a Pedro encima de mí, con esa mirada llena de posesión.


—No saldrás de aquí —asegura, moviéndose sobre mi zona para que sienta su erección.


El juego acaba de empezar.


—¿Y por qué no puedo salir?


—Porque te voy a coger muy duro para que todos te oigan, Paula Alfonso…



****


Más tarde, nos quedamos acostados en la inmensa cama y, entre besos y caricias, hablamos sobre cosas sin sentido.



Pedro… —murmuro cuando veo que comienza a quedarse dormido.


—¿Qué? —pregunta con el tono de voz apenas audible—. ¿Estoy dormido? Porque oigo a un ángel —comenta con humor. Me rio levemente y golpeo su hombro. Él abre los ojos y me besa en los labios.


—¿Sabías que el crucero tiene un centro comercial?


Arquea las cejas y sonríe.


—Sí, lo sabía, pero tenía la esperanza de que no te enteraras.


Lo miro fijamente y no logro contener el ataque de risa que invade mi cuerpo y produce grandes carcajadas, que se escapan de mi interior. Me siento tan bien, tan normal. Sin máscaras, sin mentiras, sin tener que fingir. Somos solo nosotros, soy solo Paula.


—Tengo deseos de ir de compras —le informo con una sonrisa traviesa.


—Lo supuse.


—¿Y entonces…?


—Ahora estoy cansado, duerme conmigo —Estira su brazo por encima de mí con insistencia, pero lo esquivo velozmente—. Tenemos toda una vida para ir de compras, mi preciosa Paula… —murmura, besando mis nudillos.


Si, lo sé, pero si me acuesto con él, dormiré eternamente y no haré nada de lo que tengo deseos de hacer.


—Quédate y descansa si quieres. Iré a hacer algunas compras y regresaré en dos horas —propongo, cruzando los dedos en mi interior, para que me deje hacerlo.


No quiero que me acompañe. La idea del supuesto bebé ha estado rondando en mi cabeza durante toda la mañana y necesito conseguir ese test de embarazo aquí dentro. Si hay un centro comercial, debe haber una farmacia y, si la hay, por fin podré saber si tengo a una mini Paula en mi interior.


—No quiero que estés sola por ahí.


Pedro... —protesto—, estamos en un barco, que pesa más de diez toneladas, en medio del Mediterráneo. No podré escapar por ningún lado —me quejo. Se ríe y luego me da un beso en los labios. Me mira por unos segundos y noto como sus ojos pasan de un simple color marrón a un marrón de ilusión, felicidad y amor.


—¿Te he dicho alguna vez, que eres la mujer que siempre he soñado?



Sus dedos acarician mi pelo y mi cara con ternura. Intenta retenerme, no quiere que me vaya y por eso lo hace, pero estoy completamente decidida a dejarlo aquí por un par de horas. Las ansias y la desesperación me superan por completo.


—No me los has dicho con palabras, pero, aun así, lo sabía —confieso con una enorme sonrisa. Me siento extraña, nunca había sonreído tanto en un solo día—. Duerme tu siesta de las seis de la tarde —le digo dándole un beso esquimal—. Yo iré a comprar algo y regresaré enseguida.


—Cuídate, cariño.


—Lo haré —respondo—. Descansa, esta noche tendremos mucho que hacer.


—Te amo, mi preciosa Paula.


—También yo.


Me besa en los labios y deja que me marche.


Recorro diversas tiendas del centro comercial, ubicado en el tercer piso del crucero. No he visto nada que sea de mi estilo por el momento. No estoy segura si iremos a la fiesta en la cubierta, esta noche, pero por los carteles promocionales que he podido observar, sé que será una fiesta sin ninguna temática en particular, así que podré escoger entre más opciones para mi vestimenta. Quiero impresionarlo, no lo sé, solo quiero que me vea algo diferente a lo habitual. Quiero cambiar un poco.


Entro a otra tienda y le pido a una de las chicas que me muestre algún vestido que no sea de mi estilo. Le explico durante unos segundos lo que busco, ella me sonríe y desaparece entre filas y filas de vestidos perfectamente colgados en un rincón. Reaparece y trae dos diseños en sus manos. Los veo y los dos me fascinan. Son de una tela fresca y algo trasparente, similar a los vestidos que utilizan en Hawái. El primero es de color blanco, me llega hasta los tobillos y tiene un escote en ve, que se ajustan muy bien a mis pechos bronceados. El segundo vestido es celeste, también me llega a los tobillos, pero tiene escote recto y algunos detalles bordados en él. Me encantan los dos. Me los pruebo y, sin dar más vueltas al asunto, los compro a ambos.


Salgo de la tienda con dos bolsas, y mis piernas comienzan a tiemblan cuando entro a la farmacia. No hay demasiada gente en la sección de medicamentos, todas están encantadas con los perfumes en exhibición. Avanzo en la fila y, cuando llego al mostrador, titubeo varias veces antes de hablar.



—Necesito una prueba de embarazo —murmuro finalmente—. No. Mejor, que sean dos.


La mujer rebusca entre los estantes y, luego de unos pocos segundos, me enseña diversas marcas y modelos. Opto por los que tienen el signo positivo/negativo y el otro por el de una raya/dos rayas. Los pago y guardo ambas cajas entre la tela de los vestidos que compré. No quiero que Pedro los vea y se imagine algo así, no quiero que se ilusione, ni siquiera yo quería ilusionarme, pero creo que es algo tarde para eso…


—¿Todo en orden, cariño? —cuestiona Pedro al otro lado del teléfono.


—Sí, todo está bien. Estoy de camino al camarote. Llegaré en diez minutos.


—¿Encontraste algo que te gustara?


—Sí, lo verás esta noche. Te encantará.


—Estoy ansioso.


Me rio levemente y luego camino por los amplios pasillos hasta salir a cubierta.


—Te veo luego, cariño.





No hay comentarios:

Publicar un comentario