viernes, 29 de septiembre de 2017

CAPITULO 1 (TERCERA PARTE)







Me miro al espejo y suelto un gran suspiro cargado de fastidio. No esperaba verme así. No me siento para nada conforme con lo que me muestra el espejo. 


—¿Estás lista? —pregunta Pedro, viéndome desde el umbral que divide nuestra nueva habitación de mi tienda individual. ¿Si estoy lista? la respuesta es sí, ¿Si me siento lista? esa respuesta es no—. ¿Todo está bien? —cuestiona descruzando sus brazos que estaban a la altura de su pecho, como cada vez en la que se apoya sobre el marco para ver cómo me visto. No aparto mi mirada del espejo. Es difícil procesarlo todo tan rápido. Hay veces que me siento completamente hermosa y confiada con lo que sea, pero hay momentos, días, esos días completamente negros, en lo que ni siquiera soy capaz de ver mí reflejo. Los cambios comienzan a notarse y no puedo acostumbrarme a ellos. No me importa que todos me digan que soy hermosa, porque yo no me siento así. 


—No me gusta —digo en un leve murmuro—. No me gusta, no me gustará, de hecho, no me gustarán ninguno de los cientos de vestidos que están aquí —aseguro con la voz entrecortada. Ahí está esa sensibilidad de nuevo. Ya siento como me arden los ojos. No puedo controlarme. Pedro comprende de inmediato lo que sucede. Da un par de pasos hacia mi dirección y acaricia mis brazos dulcemente. —No me siento hermosa —le digo, mirando mi vestido color cereza.



Toda la familia vendrá hoy a la casa a celebrar noche buena, me he esmerado durante no sé cuántas horas para preparar la cena con mis propias manos y el pastel, hemos comprado cientos de regalos e hice un esfuerzo enorme por ver que la casa se viera realmente preciosa. Todo está más que bien, cada cosa está en su lugar, todo luce perfecto, menos yo. No tiene sentido. 


—Eres hermosa —asegura Pedro, colocándose detrás de mí. Ambos encontramos la mirada del otro en el reflejo del espejo, pero eso no ayuda en nada—. Paula, eres hermosa.
El problema con tu atuendo es que intentas cubrir tu cuerpo con este tipo de vestidos, cuando lo ideal sería que lo enseñaras a todos. Creo que es la única manera en la que realmente notarás que sigues siendo perfecta, cariño. 


Frunzo el ceño, Pedro sonríe, besa mi mejilla y luego se aleja unos pocos metros de mí. Comienza a observar todos mis vestidos uno a uno, luego toma uno de ellos que es de color rojo pasión y es estrecho al cuerpo. Ya sé cómo se me verá y no pienso ni siquiera probármelo. 


—Olvídalo —le digo cuando me lo entrega—. No lo haré —Niego con la cabeza una y otra vez. Pedro se acerca a mí, toma los bordes de mi vestido y me lo quita rápidamente por encima de la cabeza, dejando mi cuerpo al descubierto. Me observa durante unos segundos y por el espejo veo como sonríe. 


—Confía en mí —murmura dulcemente sobre mi oído, dejando que acceda a hacer todo lo que me pida—. Te verás hermosa. 


Toma el vestido rojo y ayuda a que me lo coloque con suma delicadeza y paciencia. Me miro al espejo y ahí estoy yo. 


Viéndome igual que antes. Pedro hace que voltee de costado y veo como ha crecido Pequeño Ángel con el paso de las semanas. Es imposible que intente ocultarlo, ya no podré hacerlo del todo y tampoco quiero ocultarlo a él, solo que... aún no me he acostumbrado a verme con casi tres libras de más. 


—¿Lo ves? —pregunta acariciando a Pequeño Ángel —. Nuestra pequeña Kya está ahí —dice con una sonrisa que logra que yo también sonría. Luego, eleva una de sus manos en dirección a mi cabeza y desarma con cuidado el moño que llevo en el pelo dejando que todas las ondas de mi cabello caigan alrededor de mis hombros.



—Me gusta tu cabello suelto —murmura nuevamente sobre mi oído—. Hace que te veas mucho más hermosa de lo que ya eres, preciosa Paula —Regresa mi cuerpo hacia la misma posición de antes de modo que ahora me veo de frente. 


Pedro sonríe con malicia y acerca su boca al lóbulo de mi oreja, luego me atrae hacia su cuerpo y me veo obligada a cerrar los ojos por causa de lo que estoy sintiendo justo en mi trasero. 


—¿Lo sientes? —pregunta moviendo sus manos de mi vientre a mis senos—. ¿Lo sientes? 


No puedo hablar. Estoy completamente muda. Asiento con la cabeza y trago el nudo que tengo en la garganta. No puedo creer que esté haciendo esto. 


—Eso lo provocas tú. 


Intento reaccionar, pero él es mucho más veloz que yo. 


Toma mi cintura entre sus manos y me voltea en su dirección. Solo hay unos pocos centímetros que nos separan del todo. Pequeño Ángel está en medio de los dos, pero eso no le impide besarme como le encanta hacerlo. Cierro los ojos y dejo que mis labios atrapen los suyos por no sé cuánto tiempo. Es un beso mágico y completamente excitante que hace que todas mis hormonas se disparen de un segundo al otro. Puedo ver estrellas con este beso, puedo sentir lo mucho que me desea y dejo de lado todas mis inseguridades y temores. Muerdo su labio inferior, aferro mis manos detrás de su nuca y permito que nuestro beso dure mucho más. Me separo de él con la respiración completamente agitada y vuelvo a besarlo luego de unos segundos. 


—Llévame a la cama —le pido con un hilo de voz. 


—Eso haré —responde tomándome entre sus brazos. Me eleva por los aires con cuidado, cruza el umbral de mi tienda individual y me deja de pie frente a la cama. Sonrío y recupero toda esa confianza que antes tenía. Me desea, siempre va a desearme. 


—Eleva los abrazos —me pide con dulzura. Yo lo hago, él toma los bordes de mi vestido ajustado y comienza a quitármelo lentamente. Otra vez estoy casi desnuda delante de sus ojos.



Hacemos contacto visual, pero ninguno de los dos puede decir algo. Solo estamos mirándonos el uno al otro. Pedro comienza a quitarse su camisa blanca sin apartar los ojos de mí, luego desabrocha su cinturón y se quita los pantalones y los zapatos. Ahora estamos en igualdad de condiciones. 


Extiende su mano en mi dirección y la tomo sin dudarlo. 


Ahora volvemos a estar a solo unos pocos centímetros, con nuestra pequeña niña en medio.


 —¿Quieres que te bese por todas partes para hacerte ver lo hermosa que eres y lo mucho que te amo? —pregunta acariciando mi mejilla con su pulgar. 


—Sí —respondo débilmente. 


Pedro sonríe, acerca mi cara a la suya y comienza a besarme de nuevo. Sus manos recorren mi cintura con delicadeza, produciendo un agradable cosquilleo sobre mi piel, haciendo que todo mi cuerpo pierda el poco auto control que poseo. Revuelvo su pelo y hago que mis manos recorran su cuerpo de manera desesperada. Primero comienzo con sus hombros, luego desciendo hacia sus brazos, acaricio sus abdominales, sigo bajando, pero no quiero detenerme ahí. Una de mis manos se mete dentro de su ropa interior y toma su miembro con delicadeza. Él jadea sobre mi boca, pero no detiene nuestro beso. 


—¿Lo ves? eso es por ti. Eres la única que puede provocar eso, Paula —asegura apegando nuestras frentes. 


Luego, me toma entre sus brazos, sigue besándome y me deposita sobre la cama. Dejo caer mi cabeza hacia atrás para recuperar todo el aire que necesito. 


Pedro toma unas almohadas y las coloca debajo de mi cabeza para que este mucho más cómoda. A la hora del sexo su manera de cuidarme es realmente adorable. Se pone encima de mí y con un rápido movimiento se deshace de su ropa interior. Sus brazos permiten que su cuerpo no me aplaste del todo, pero el calor que emanamos es palpable. 


—Hazme el amor —le pido acariciando su cabello. 


—Todas las veces que quieras, cariño —me responde con una sonrisa.



Comienza a besar mi cuello, moviendo su lengua de un lugar al otro, provocando que mi piel arda de deseo. Me aferro a las sábanas de la cama y jadeo. Las sensaciones son maravillosas. Pedro mueve su boca rápidamente de mi cuello a mi vientre. Ahora le da leves besos a nuestra pequeña, mientras que acaricia mis senos por encima del sostén con una de sus manos. Cuando los aprieta levemente suelto un chillidos. Están sensibles y que él haga eso me provoca una extraña sensación de placer y dolor al mismo tiempo. 


Pedro... —jadeo para que se detenga. 


—Lo siento —me responde con la respiración agitada, pero no se detiene. Sigue tocándome y besándome por todas partes mientras que yo me retuerzo de deseo. Su boca llega a mi feminidad, abro más las piernas para darle todo el acceso que desea y luego masajeo su cabello guiando sus movimientos sobre mi delicada piel. 


—Oh, mierda... 


Más tarde, estoy tirada en la cama con una estúpida sonrisa en el rostro y un orgasmo completamente hermoso. Pedro está a mi lado y me rodea con sus brazos mientras que acaricia mi hombro desnudo con una sonrisa de satisfacción. Fue simplemente perfecto, no hemos perdido nuestra magia. 


—¿Cómo te sientes? —pregunta en un murmuro. 


Sonrío ampliamente y muevo mis piernas debajo de las sábanas hasta que encuentro las suyas y hago que estemos mucho más enredados con ellas 


—Me siento estupenda —respondo acariciando su mejilla con la puntita de mi nariz. Pedro me estrecha aún más fuerte entre sus brazos como si no quisiera que me separara de él. 


Besa mi pelo y sigue con sus caricias mientras que permanecemos en un perfecto silencio. Suelto un suspiro y sonrío. 


Me siento fantástica, Pedro ha logrado que me sienta como antes—. Eres simplemente fantástico —digo, acercando mis labios a los suyos para besarlo de nuevo. 


Pedro es simplemente perfecto. 


—¿Pedro, Paula? —pregunta Agatha al otro lado de la puerta. 


Estiro el edredón un poco más para poder cubrir mis senos y cuando estoy lista, Pedro le ordena que entre, sin apartar sus brazos de mí—. Oh, cuanto lo siento —dice al vernos así, desnudos y enredados debajo de las sábanas. Parece completamente avergonzada, puedo verlo por el rubor en sus mejillas. 


—¿Qué sucede, nana? —pregunta mi esposo con una sonrisa en el rostro. Soy la causante de esa sonrisa, de ese buen humor. Yo y solo yo. 


—Eh... Damian acaba de llegar. Está en la sala de estar. 


—Diles que bajaremos enseguida —respondo rápidamente. 


Está más que claro que Pedro no comprende que sucede, pero voy a explicárselo en breve. Agatha sale de la habitación, cerrando la puerta con cautela, luego la oigo bajar las escaleras y cuando sé que estamos solos, quito el edredón a un lado y me subo a horcajadas sobre Pedro tomándolo por sorpresa. 


—¿Qué hace él aquí? —pregunta acariciando las puntas de mi pelo. 


—Te lo diré, pero tienes que prometer que no vas a delirar cuando lo haga. 


—¿De qué se trata? 


Pongo los ojos en blanco y sonrío cuando comienzo a sentir su erección despertando. Me siento como una Diosa. Es por mí que está así. No puedo creer que dejé que mi confianza vacilara por un momento. Soy hermosa, seguiré siéndolo. 


Soy perfecta. 


—¿Recuerdas que teníamos la sesión de fotografías de Pequeño Ángel el viernes? 


Pedro se mueve rápidamente. Se sienta sobre el colchón con la espalda pegada a la cabecera de la cama y conmigo encima. Ahora estamos mucho mejor. Mis senos están pegados a su pecho y tengo su erección en el lugar correcto. 


Solo son centímetros los que nos separan del todo. 


—¿Qué te parece si lo hacemos mientras que me lo cuentas? —pregunta, pero antes de que pueda responder, se introduce en mi velozmente y hace que suelte un gritito. 


Se ríe y me toma de la cintura.



Oh, mi Dios. Justo así lo quiero, se siente de maravilla. 


Ahora he olvidado lo que se suponía que tenía que decirle. 


—Oh, Pedro... —jadeo cerrando los ojos. 


—Vamos, cariño. Cuéntamelo —me pide apretando los dientes mientras que nos movemos una y otra vez. 


—Ya lo olvide... solo... oh, Dios..





No hay comentarios:

Publicar un comentario