sábado, 2 de septiembre de 2017

CAPITULO 28 (PRIMERA PARTE)






Observo mi creación casi finalizada y sonrío ampliamente. 


No puedo creer que lo hice. No puedo creer que luego de cuatro míseros intentos, al fin logré hacerlo de la manera correcta. Estoy cansada, lo admito, he sufrido por muchos minutos intentando hacer la preparación correcta, pero luego de intentarlo una y otra vez, por fin lo hice.


Mis mucamas me miran sorprendidas. Si, lo sé, tampoco se esperaban esto de mí. Ellas estuvieron todo el día limpiando mis desastres. Derramé harina por todas partes, manché la mesada con chocolate más de cuatro veces y rompí tres huevos en el suelo haciendo el preparado. Sigo siendo un desastre, pero lo bueno es que Pedro no está aquí para ver eso. Solo degustará del pastel.


Sé que le gustará mi sorpresa, es algo que jamás creí que haría. Espero que el pastel esté perfecto.



–Aquí están las fresas, señora. –Dice Andy entregándome un tazón con fresas frescas y de gran tamaño. Raramente se lo agradezco con una sonrisa. Las tomo y luego escojo una. 


La observo fijamente y luego de comprobar que es perfecta, la coloco en el centro del pastel repleto de chocolate. Miro con detenimiento mi creación y siento que aún le falta algo. 


Claro, ya lo sé. Corro al refrigerador y lo abro rápidamente. 


Es extraño, jamás había abierto el refrigerador. La heladera está cargada de porquerías que no sé para que sirvan. 


Busco el envase de crema batida, y recuerdo cuando Adrien y yo lo usamos en la cama… mmm… no, Paula, ahora no. Lo tomo y luego hago circulitos de crema batida alrededor de todo el pastel. No salieron tan hermosos como los del chef el día de ayer, pero aun así, se ve perfecto.


Miro el reloj y luego me observo a mí. Mi aspecto es desastroso. Tengo manchas de chocolate por todos lados y mi cabello está enmarañado y para nada suave. Sé que aun tengo tiempo, pero quiero sorprenderlo.


–Ordenen todo este desastre. El señor Alfonso estará de regreso en unas horas. Quiero que todo este impecable. –Le digo rápidamente a las dos chicas. Ellas asienten con la cabeza tímidamente, tomo mi celular y luego salgo de la cocina. Todo tiene que ser perfecto. Subo las escaleras y me dirijo rápidamente hacia mi habitación.


Me doy una relajante ducha, seco mi cabello, me maquillo y luego corro hacia el vestidor. No sé que ponerme y eso me desespera. Tengo cientos de vestidos, pero presiento que el que escoja para esta noche, debe de ser más que perfecto. 


Quiero impresionarlo, quiero que sea mágico.


Observo cada uno de ellos, pero ninguno logra convencerme, no tengo que ponerme. Me desespero rápidamente. Siempre visto de negro, jamás he usado otro color, a acepción del blanco o el color beige. Quiero cambiar al menos por esta noche.



Encuentro lo que buscaba. Es un vestido que no usé aun y es de color rojo. A Pedro le gusta el color rojo, me lo ha dicho muchas veces. Aprovecho y me coloco la lencería que compramos en el centro comercial aquella vez que ingreso al probador y… no, Paula, ahora no.


Intento calmarme, me visto rápidamente y luego me coloco unos tacones del mismo color que el vestido. Utilizo el lema ‘menos es más’ y no me pongo accesorio alguno. Me maquillo levemente y aplico labial rojo sangre en mis labios. 


Ellos serán mi mejor accesorio. Acomodo mi cabello y con mis dedos hago ondas en el, para que se vea más natural.


Me miro al espejo y sé que todo está perfecto. Sonrío y luego corro hacia la ventana de la habitación. Pedro acaba de llegar. Suelto un gritito y bajo las escaleras a toda velocidad. Me pongo de pie a unos cuatro metros de la puerta de entrada y espero a que baje. Oigo como la puerta del coche se abre. Hay voces y luego el ruido de la maleta de mi esposo moviéndose por el pavimento de la entrada. Mi corazón empieza a latir muy fuerte, lo extrañé, mierda que extrañé pelearme y hacer caprichitos. Al fin sé que todo tiene un sentido. Noto como el picaporte de la puerta se mueve y luego de dos segundos lo veo.


Su mirada se clava en la mia por unos segundos. Sonrío y él también. Percibo que deja su maleta con brusquedad sobre el suelo y luego corre hacia mi dirección. Acelero el paso y cuando elevo los brazos recibo su abrazo y con todas sus fuerzas me eleva por el aire y da un par de vueltas por todo el amplio recibidor. Lo oigo sonreír. Sus labios besan mis mejillas desesperadamente y sus manos acarician mi cintura. Cierro los ojos y disfruto del momento especial, romántico, extraño y dulce. Él me suelta y mis pies tocan el suelo. Mis manos acarician su cara y luego abro la boca para recibir su beso. Mi corazón parece que va a salirse de mi cuerpo, mis piernas tiemblan un poco y me siento completamente emocionada. Muevo los labios, encuentro su lengua y la acaricio con la mía. Su mano izquierda me toma con fuerza, mientras que con la otra mueve mi cabeza a su antojo y profundiza un beso que llega a ser completamente perfecto. Me siento diferente, hay mariposas en mi vientre de nuevo y se porque es. Lo extrañé, lo quiero y sé que es mucho más que eso…


–Te extrañé, mi preciosa, Paula. –Dice en un susurro. Me estrecha contra su cuerpo y me abraza fuertemente. –Te extrañé. –Repite.


–También yo. –Respondo con mi rostro oculto entre su cuello y su hombro.


–Te aseguro que la próxima vez, iras conmigo, cariño. –Vuelve a elevarme por los aires y da otro par de vueltas por el salón provocando que yo ría levemente. Beso sus labios y acaricio su cabello. Está aquí, por fin está en casa. –Por dios, mírate. –Musita observándome detenidamente. –Te ves hermosa. –Sonrío ampliamente porque mi plan resultó y luego lo abrazo. Él hunde su nariz en mi cuello e inhala mi perfume. –Me encanta, por dios, Paula, me encantas.


–Te tengo una sorpresa. -Le digo observándolo directamente a los ojos. Frunce el ceño, pero sonríe.


– ¿Una sorpresa? –Pregunta claramente sorprendido. Sonrío y asiento con la cabeza. Estoy completamente feliz de que todo esté resultando.


–Sí, hice algo que te encantará. –Le informo besando la comisura de sus labios.


Tomo su mano y en silencio lo dirijo hacia la cocina. Quiero que pruebe el pastel rápido así tenemos más tiempo para disfrutar de nuestra habitación. Oh, dios. Lo necesito. Mi Paula interior me pide a gritos un poco de sexo. Me implora desesperadamente a Pedro.


Me coloco detrás de él antes de cruzar el umbral y cubro sus ojos con mis manos. Agradezco llevar tacones altos, así puedo tener más acceso a su cara. Él sonríe y luego camina hacia el frente. Lo guio como puedo y sonrío ampliamente aunque sé que no me ve. Llegamos a la mesada y me acerco a su oreja.



–Debes abrirlos cuando yo te lo ordene ¿de acuerdo?


–De acuerdo, preciosa. –Murmura. Me aparto lentamente y observo que no haga trampa. Aun tiene los ojos cerrados y sonríe ampliamente. Sé que se muere por saber que es.


–No abras los ojos. –Le advierto nuevamente.


–No los abriré, preciosa. –Me dice para que me quede más tranquila. Tomo la otra parte de mi sorpresa y me la coloco encima. Me aseguro de que me veo perfecta y luego me paro al otro lado de la mesada enfrente al pastel. Suspiro nerviosa y luego por fin logro hablar.


–Ábrelos. –Le ordeno. Él lo hace y deposita su mirada sobre mí y el pastel. Parece más confundido que antes, pero le enseño mi delantal y creo que por fin sabe lo que sucede. Llevo un delantal blanco con un enorme corazón rojo en la parte del pecho y dice ‘Te quiero’. Si, lo sé, esa fue una excelente idea. Yo también lo creo. – ¿Y bien? –Pregunto hacia su dirección ya que no me dice nada. Parece como si algo le hubiese comido la lengua.


–Compraste pastel –Afirma.


La sonrisa de mi rostro se borra rápidamente. No puedo creer que acabe de decir eso. ¿Es tonto? ¿Se hace? No lo entiendo. Oh, mierda, ya me molesté. Esto no está para nada bien. ¿Cómo es capaz de decirme eso?


–Acabas de arruinar un perfecto momento, Pedro –Le digo secamente. Desato el moño de mi delantal, me lo quito y luego lo arrojo con furia sobre la mesada.


–Pero… ¿Qué hice ahora?


–Vete a la mierda, Alfonso – Le lanzo una de mis peores miradas y luego salgo de la cocina. Él ni siquiera se movió y tampoco intento detenerme, eso me molesto muchísimo. Me dirijo hacia la puerta trasera de la casa y en el pasillo choco con una de las mucamas.



–Señora Alfonso, lo siento.


No logro a ver cuál de las dos es, pero la coloco en su lugar de todas formas.


–Muévete, maldita sea. –Espeto empujándola hacia un lado. 


Recorro el largo corredor y luego salgo hacia las afueras de la casa. El balcón con vista hacia el jardín trasero y la piscina es el lugar perfecto para olvidarme de todo por un maldito segundo. Me acerco al barandal de piedra y luego apoyo mis codos en el, suspiro e intento tranquilizarme. Ya se me pasará…




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