domingo, 15 de octubre de 2017

CAPITULO 54 (TERCERA PARTE)




Hace cinco días que no hablamos. Solo nos miramos el uno al otro sin decir absolutamente nada. Necesito un descanso de todo esto, necesito paz y tranquilidad. Tengo la cabeza saturada y sé que debo alejarme un tiempo. 


—¡No puedes hacer eso, Paula! —grita hacia mi dirección. Hoy no tengo deseos de más peleas. Es una decisión tomada y lo necesito. Él tiene que entenderlo. No le queda otra opción—. ¡Tú no puedes llevarte a los niños de un día para el otro! ¡Estás completamente loca! —exclama. 


Todo ese dolor se convierte en furia. Me muevo por instinto y golpeo su mejilla con todas mis fuerzas. Su rostro se voltea a un lado y mi respiración se vuelve más agitada. 


—¡No vuelvas a decir que estoy loca! —grito, sintiendo como todas esas ganas de no pelear con él se esfuman—. ¡Ya me dijiste que estoy enferma, ahora me dices que estoy loca! ¡Deja de decir estupideces porque juro que soy capaz de tomar ese jet a Barcelona y no regresar nunca más, Alfonso! —aseguro perdiendo el control.



Él parece impactado por ese golpe, perdido, y ahora dolido. 


Sus hombros caen y noto como pierde todo tipo de seguridad. Él es tan frágil como yo y así no podremos solucionar esta mierda. Suelto un suspiro y me calmo. Cierro la maleta y luego hago un poco de fuerza y la dejo sobre el piso. 


—No puedes alejarme de mis hijos, Paula —dice con la voz entrecortada. 


No puedo verlo, se me rompe el corazón y aún no me he marchado. Esto es un desastre, pero es lo que necesito. 


Tengo que solucionar esto. 


—Regresaré en una semana, Pedro. Mañana recibiré la carta del juzgado, si me autorizan llevar a Ale, lo haré, y si no se quedará contigo. Sé que tú lo cuidarás bien, pero Kya... Ella se viene conmigo.


 —¿Y qué mierda se te cruzó por la cabeza para irte así de un día para el otro? —estalla. Ahí está toda esa furia alemana—. ¿Ahora resulta que tú y el español son hermanos de toda la vida? ¡No logro entender todo esto! 


—¡No tienes nada que entender! —grito—. ¡En estos últimos días solo ha sido peleas, peleas, gritos y más peleas entre ambos! Yo no me siento bien, tu tampoco... 


—No puedes alejarme de mis hijos. 


Suelto un suspiro mucho más profundo que todos los anteriores y luego oigo a Kya llorar en la habitación de Ale. 


Cubro mi cara por unos segundos y luego lo miro fijamente. 


Tengo que ser sincera o no funcionará. 


—Necesito alejarme de ti —confieso en un susurro. No voy a llorar, no de nuevo—. Te has convertido en el enemigo, Pedro. He tratado de fingir que nada sucedió, pero todo lo que me dijiste y todo lo que hiciste aquella tarde... —Mi voz se quiebra al recordarlo—. Me humillaste... Me gritaste... Esa no era la forma. 


—Sabes que perdí el control. No soy así realmente. Por favor, no te vayas. 


Limpio mis ojos y luego me aparto de él. 


Esto no funcionará. 


—Mañana tomaré ese jet y me quedaré una semana en Barcelona, Pedro. Es una decisión tomada.



—Paula... Si todo esto es por lo que te dije... 


—Por lo que me hiciste —lo corrijo rápidamente. No quiero recordar, pero mi cerebro me obliga a hacerlo—. Pedro, me desnudaste a la fuerza, me obligaste a que me mirara al espejo cuando yo te suplicaba que no lo hicieras... Yo... Incluso llegué a creer que tu ibas a... —No puedo terminar la frase. Mi voz se quiebra y observo cómo sus ojos se llenan de miedo y espanto. 


—No, Paula... 


—Creí que ibas a golpearme —logro decir. 


Trago el nudo que tengo en la garganta y miro esos ojos que ahora se ven heridos. Pedro está blanco como el papel y me mira fijamente. Kya vuelve a llorar, está con Agatha pero sé que me necesita. Me muevo para poder marcharme, pero él me toma del brazo y mi pecho se congela cuando veo que tiene los ojos repletos de lágrimas. 


—Yo jamás te pondría la mano encima —asegura. 


Yo lo sé, siempre lo sé, pero ese día me hizo dudar de todo esto. 


—Déjame —le pido secamente. 


Él parece desesperarse. Mueve sus manos frenéticamente y se las pasa por el pelo. 


Eso no es bueno. 


—¿Qué quieres que haga para que me perdones? ¿Quieres que me pongas de rodillas? ¿Eso quieres? ¿Quieres que me humille y te suplique? Pues, lo haré —asegura apoyando una de sus rodillas en el suelo. Lo detengo antes de que lo haga y me cruzo con esos ojos de nuevo. No es mi Pedro—. ¿Quieres que me arrodille y te implore que no me dejes? ¡Lo haré entonces, pero no te vayas! ¡No te lleves a los niños! 


—Basta, Pedro


Camino hacia la salida y antes de cruzar el umbral él vuelve a tomarme del brazo para que me detenga. 


—No voy a firmar los papeles para que te lleves a los niños —asegura. 


Ahora su mirada es desafiante, quiere tener el control, pero no, no podrá conmigo.



Esto me llena de furia. Este hombre es imposible, no está pensando las cosas, pero no me debe vencer, yo tengo el control aquí, la madre le gana al padre en los asuntos legales siempre, no importan las circunstancias. 


La Reina... 


La Reina siempre gana... 


—Escúchame bien, Alfonso: Si tu no firmas la autorización para que pueda llevarme a mis hijos, te aseguro, te lo juro por Kya y por Ale que los próximos papeles que te verás obligado a firmar serán los de nuestro divorcio...





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