sábado, 7 de octubre de 2017
CAPITULO 28 (TERCERA PARTE)
Pedro y yo abrimos todos los regalos. Estoy enamorada de casi todo y creo que se me nota en la cara. Hay obsequios muy originales y perfectos para mi pequeña.
Me gusto mucho el set de baño, sobresale el sora, pero se mezcla con colores celestes y verdes, hay de todo tipo de productos de higiene para mi ángel, algunas toallas miniatura y dos pares de medias. Otro regalo que también me encantó fue la bañera rosa con hidromasaje. ¡Aún no puedo creerlo! Hay más de dos chupones de color rosa con detalles de diamantes, que son dignos de una princesa, mi princesa.
Los invitados han acertado en todos los obsequios. Kya tiene de todo.
—¡Oh, por Dios! —chillo completamente emocionada, mientras que miro el par de zapatitos blancos con encaje y perlas alrededor, decorado con un delicado lazo—¡Mira esto, Pedro! ¡Son preciosos!
Sigo abriendo regalos: muñecos con luces para que Kya duerma por las noches, vestidos para Kya que tienen también el vestido para mí a conjuntos, cientos y cientos de vestiditos con algún detalle en color lavanda, una precioso conjuntos de cadenitas madre e hija, un perfecto detalle que me hace emocionar.
Cuando Kya sea más grande estoy segura que ambas la utilizaremos. También recibí tiaras con diamantes y de diferentes tamaños, más que perfecto para mi princesa.
Pedro sonríe ampliamente cada vez que vemos una. Hay muchos adornitos para su cabecita, Vamos colgando todas las prendar de ropa en un cordel y acomodando todo lo demás encima de una enorme mesa. Todo se ve realmente hermoso y me emociono de inmediato. Cada vez que abro un regalo y veo que es un vestido o algo para vestir a mi pequeña siento deseos de llorar, Damian me indica que posicione las prendas sobre mi vientre y me toma fotografías. Todo está saliendo más que perfecto. Ale no se ha apartado de mi padre y eso es bueno porque nadie lo sospecha. Estamos casi listos para sorprender a cada uno de ellos.
Llega el momento de revelar el nombre de mi pequeña y cortar el pastel, pero también es momento de presentar a Ale delante de todos. Pedro y yo nos colocamos al otro lado de la mesa con el precioso y perfecto pastel rosa de tres pisos que hice. Suelto un suspiro porque hay demasiado silencio y todos están mirándonos mientras que Pedro les agradece a todos por estar aquí, como siempre lo hace.
—Además de celebrar la pronta llegada de mi pequeña, también queríamos que conocieran a alguien especial —dice Pedro mirando a Ale—. A veces solo necesitas hacer ciertas cosas que jamás pensaste hacer para encontrar a esa persona que hace que todo sea aún más perfecto —murmura con la voz entrecortada.
Le sonrío a Ale y le indico que se acerque. Él lo hace sin llamar la atención y cuando está con nosotros, Pedro lo carga en sus fuertes brazos.
—Él es Ale —les digo a todos con los ojos cargados de lágrimas—. Y… bueno, aunque los trámites legales aún estén en marcha, para nosotros ya es nuestro hijo… —expreso y veo como todos ponen cara de sorpresa y desconcierto.
Pedro se ríe nervioso, Ale parece asustado y yo solo me limito a observar las expresiones de los demás. Hay un silencio incómodo y sé qué todo el mundo trata de hacer o decir algo.
—¡Felicidades! —exclama mi padre y comienza a aplaudir desesperado. Me rio porque sé qué lo hace para ayudar.
Todos parecen salir del trance y aplauden con él. De pronto todos los gritos, la desesperación y euforia invaden el lugar.
Veo sonreír a Ale y eso es lo que me tranquiliza. Recibimos cientos de besos, abrazos, felicitaciones y reacciones de reproche por parte de Daphne.
“Soy su abuela”, y no sé qué… No le presté demasiada atención. Cuando al fin nos libramos de todos ellos revelamos el nombre Kya y a todos les fascina de inmediato.
Kya Alfonso. No hay mejor combinación.
—Y su segundo nombre es… —murmura Pedro con el tono de voz sombrío. Todos parecen demasiado curiosos y agradezco que él me dé el beneficio de decirlo. Es especial para mí y sé que aunque no la regresaré con esto, al menos me sentiré mejor porque sé qué ella nunca se ha alejado de mí.
—Es un nombre muy especial… —digo antes que nada—. El motivo es algo que me lo guardaré para mí, pero quiero compartirlo con ustedes. Su segundo nombre es… Mariana. —digo lentamente y observo a mi madre más que a nadie—. Kya Mariana Alfonso—concluyo, y siento como mis ojos se pone llorosos.
Todos aplauden y mi padre se emociona, mi madre me fulmina con la mirada y camina en dirección a la salida hecha una furia. Pedro lo nota de inmediato y apresura el corte del pastel. Tomamos el cuchillo, lo cortamos, beso a mi pequeño y camino rápidamente para alcanzarla. Cuando llego al pasillo, ella se está colocado su abrigo.
—Madre… —digo para llamar su atención.
—¡No te atrevas a llamarme así! —grita volteándose en mi dirección bruscamente—. No te atrevas siquiera a dirigirme la palabra —me dice con odio en su mirada.
—Pero…
—¡Cierra la boca! ¿Qué mierda pretendías con eso? —cuestiona acercándose a mí. Ahora me siento frágil y pequeña. Ella es como un gigante y va a aplastarme de inmediato—. ¿Creías que iba a amarte por ponerle ese hombre a tu hija? ¿Creías que iba a llorar de la emoción por nombrarla así?
—No… —balbuceo y siento como mis palabras se pierden dentro de mi boca—. Yo solo…
—¡Yo solo, nada! ¡Has cometido la estupidez más grande de todas al hacer eso! ¿Cómo puedes comportarte de manera tan estúpida? ¿En qué pensabas? ¡No, no pensabas! ¡Nunca piensas!
—Basta —le digo, tragándome el dolor que siento en este momento—. No lo hice por ti, lo hice por ella —le digo secamente.
No seré frágil de nuevo, no hoy. No arruinará mi día.
—Escúchame bien —espeta señalándome con un dedo—: nunca voy a quererte como la quería a ella, ¿entiendes? Hagas lo que hagas, yo jamás sentiré nada por ti. Ella era mi hija, tú solo eres el estorbo que Marcos quiso poner en nuestras vidas como remplazo de lo que perdimos…
—¡No! —exclamo dejándome vencer. Acaba de romperme por completo—. No…
—¡Sí, claro que sí! —me dice con una malvada sonrisa.
Lo está disfrutando. Está haciéndome pedazos y soy débil, frágil…
—¿Por qué me odias? —pregunto casi sin voz—. ¿Por qué siempre me has odiado? —pregunto dejado escapar algunas lágrimas—. ¡Intenté ser perfecta! ¡Seguí todas tus órdenes y cumplí con todas tus expectativas! ¡Siempre quise que me quisieras al menos un poco! —grito sintiendo rabia, ahora la rabia toma lugar y el dolor se esfuma lentamente—. ¡Intenté ser perfecta! ¡Intenté ser todo lo que querías, pero toda esa mierda nunca fue suficiente! ¡Yo solo quería un poco de cariño, Carla!
—¡No obtuviste nada de eso porque jamás hiciste las cosas bien! ¡Jamás te mereciste ni una pizca de compasión! ¡Eres una mierda que arruinó mi vida, y eso es todo! —grita en mi dirección.
—¡La mierda eres tú! —respondo con el tono de voz más fuerte que el suyo.
Veo como eleva su mano para darme un golpe, cierro los ojos, pero no siento nada. Los abro de inmediato y ahí está él. Lucas Milan. Sostiene la mano de mi madre en el aire y me mira con lástima. ¿Quién es este hombre y que hace aquí?
—No te atreváis siquiera a levantarle la mano de nuevo por qué vais a conocer a un español muy jodido, Carla —le dice con el tono de voz amenazante.
Mi madre se voltea para verlo con desprecio, aparta su mano y luego de lanzarme una última mirada camina por el pasillo hasta la salida como si nada hubiese sucedido. Me quedo congelada por un instante, perdida en los ojos color café de ese hombre. No siento miedo, es algo diferente.
—¿Quién eres tú? —pregunto dejando que algunas lágrimas se deslicen.
Su mirada se vuelve dulce y luego siento sus brazos a mí alrededor. Está abrazándome y estoy dejando que lo haga.
Por un segundo cierro los ojos y me siento mejor, más tranquila, es un abrazo que casi se compara con los de Pedro, Ale o los de papá.
—No le digas a tu esposo quien soy —me susurra sobre el oído—. No le digas que me has visto, ni tampoco le menciones mi nombre.
Lo aparto de mí comprendiendo esta locura. Lo miro por unos segundos desconcertada, y cuando quiero hablar no me deja hacerlo. Me besa la frente, posando sus labios por más tiempo del debido, luego acaricia a Kya y me mira fijamente.
—Confía en mí… Se aleja unos centímetros y eleva su mirada por encima de mi hombro. Me sonríe y se va por el pasillo como si nada hubiese sucedido, dejándome hecha un completo lio. No sé qué decir, que pensar, tampoco sé qué hacer. Jamás había vivido algo así de intenso e intimidante y, sinceramente, espero que no vuelva a suceder.
—Paula… —murmura Pedro tomándome del brazo y haciéndome voltear hacia su lado. Chillo por la sorpresa y al encontrarme con esos ojos familiares, suelto un suspiro y apoyo mi cabeza en su pecho—. ¿Qué sucede? ¿Quién es ese tipo? ¿Qué te ha dicho? —pregunta frenéticamente—. ¿Lo conoces? Háblame, Paula…, ¿sabes quién es?
Muevo mi cabeza de un lado al otro sin saber que decir. No sé qué responder.
—Eh… no… —miento sintiendo culpable de inmediato—. No sé quién es —“Confía en mí”. Esas palabras no sale de mi cabeza—. No es nadie, Pedro —arrullo tomado su brazo cuando su postura se vuelve amenazante y protectora—. Detuvo un golpe de mi madre, Pedro —le digo entre sollozos—. Solo ha ayudado, me preguntó si estaba bien y se alejó, lo juro… —Mi insistencia en que se crea mis palabras es demasiado y sé que es sospechosa, pero solo quiero acabar con todo esto. Pensaré algo concreto luego.
—Pero, Paula… —protesta, y solo puedo rodearlo con mis brazos.
—Abrázame, Pedro solo abrázame —le imploro hundiendo mi cara en su pecho, sintiendo la suave tela de su camisa blanca—. Solo abrázame… —lloriqueo y él lo hace.
Suelta un suspiro y percibo como su cuerpo se relaja cuando mis manos acarician su espalda.
—Lo siento mucho, cielo —susurra besando mi frente. No sé si lo dice por lo que sucedió con mi madre o por la manera de comportarse, pero hace que me sienta mejor de todas formas—. No dejes que ella arruine nuestra tarde, cariño. No permitas que destruya todo estos momentos hermosos —me pide entrelazando nuestras manos—. Te has esforzado mucho para que todo esto estuviese hermoso y…
—Lo sé —lo interrumpo limpiándome las mejillas—. Lo sé y no dejaré que lo haga —aseguro—. Regresaré ahí adentro porque soy la reina del lugar, es mi fiesta, es nuestro bebé, me veo hermosa, mi vestido es perfecto y me veo dulce aunque haya estado llorando, ¿verdad? —le pregunto elevando mi mirada. Me sonríe con dulzura y luego vuelve a secar mis mejillas.
—Eres hermosa, te ves adorable y no dejes que nadie piense lo contrario.
Le sonrío y acepto su beso. Es como si todo el mal momento desapareciera rápidamente. Ahora me importan un comino las palabras de Carla, me importa un comino ese tipo, me importa un comino todo…
Quiero que este día acabe de la mejor forma. Seguramente mañana podré mortificarme por todo lo que sucedió, pero ahora solo tengo que disfrutar del final de mi fiesta.
—Te amo —me dice.
—Te amo —le digo.
Regresamos al salón cuando mis ojos ya no están hinchados. Pedro me ayudó bastante sosteniendo el corrector y la base mientras que yo intentaba arreglar el desastre. Fue un momento íntimo y divertido. Todos siguen comiendo mi pastel y me sorprendo al ver que ya no queda nada. No existe, nada de nada y ni siquiera he probado lo que hice.
—¡Aquí estás! —exclama Gina acercándose a mí—. ¡Me fascina tu pastel! —exclama señalándome su plato vacío con restos de crema rosa que se encarga de quitar con la cuchara. Eres muy buena con esto —asegura. Yo solo puedo sonreír porque no sé qué decir exactamente—. A Gail también le ha encantado.
—Gracias, Gina. Te lo agradezco —le digo con la mejor sonrisa falsa que soy capaz de fabricar.
Aunque sonrío no me siento del todo bien. Las palabras de mi madre aún resuenan en mi cabeza.
—¡Quería proponerte una cosa! —exclama demasiado feliz para un momento como este. No soy capaz de sentirme como ella. Es ridículo—. ¡El cumpleaños de Gail es dentro de dos semanas, justo el viernes antes de san Valentín! —chilla demasiado emocionada para mi gusto—. ¿Crees que puedas hacer su pastel? ¡Sería como un trabajo y te recomendaríamos con todos! ¡Tendría que ser de vainilla con chocolate que es su favorito y si tiene ganash es mejor! ¡Y Gail odia el fondant! ¿Qué dices?
Vuelvo a balbucear por enésima vez en el día. Estoy algo aturdida por todo lo que ha dicho.
—Sé que estás embarazada y todo, pero creo que te gusta hacerlo porque pude sentirlo en el pastel. Sé que lo amas, ¿Qué dices? ¿Aceptas? ¡Deberías dedicarte a esto! ¿Podrías ser la pastelera más famosa de Londres! ¿Cómo es que lo haces tan bien? ¿Cuál es el secreto? ¿Aceptarás? ¿Lo harás?
—Está bien, Gina —digo rápidamente para que guarde silencio—. Está bien —vuelvo a decir cerrando mis ojos para buscar algo de paz—. Haré el pastel. Vainilla, chocolate y ganash. Sin fondant —me recuerdo a mí misma.
Ella grita de emoción y comienza a dolerme la cabeza.
Sonrío de nuevo, la abrazo y veo como corre en dirección a su esposo para darle la buena noticia. Pedro aparece detrás de mí y me rodea la gran barriga con los brazos. Es un gesto que me tranquiliza. Busco a Ale con la mirada y lo veo comienzo pastel junto con Laura, los dos están en el suelo y se ríen de no sé qué.
—¿No tiene fresas, cierto? —pregunta sobre mi oído.
—No, claro que no —le digo muy segura—. Es solo colorante rosa, pero ni siquiera es de fresa. Tuve mucha precaución con eso.
—De acuerdo —responde acariciado a Kya Mariana. Mi hija, nuestra hija… Oh, mi Dios—. ¿Lista para las cintas?
—Sí. Llegó el momento del juego final. Bueno, de hecho, no sé si es un juego en sí, pero sé qué será divertido de todas formas. Hay una caja repleta de cintas de color rosa y solo dos de ellas tienen chupones de colores, uno azul y uno rosa. Las que tomen los chupones de colores son las próximas en embarazarse. ¿Loco? Si eso ha dicho Pedro cuando se lo he contado, pero si con el ramo de novia funciona, ¿por qué no funcionará con esto?
Todas las mujeres están reunidas en el centro de la pista.
Estoy en el medio de ellas y Pedro está a mi lado haciendo todo lo posible para que nadie me aplaste. Me rio una y otra vez al ver la desesperación de todas. Parecen emocionadas, mientras que algunos hombres se ven realmente aterrados.
Todas ellas toman una cinta de color rosa cada una. Las hice con más de un metro de largo así todas las que están al fondo puedan alcanzar la suya. No tengo idea de en qué parte de la caja están los chupones pero cuando sacudo el cartón rosa se oye y todas chillan de emoción.
—¿Están listas? —pregunto con el micrófono en mano.
Todas gritan de la emoción y una canción de AC/DC comienza a sonar y todas parecen enloquecer. Pedro toma la caja y la eleva a lo alto. Es la ventaja de tener un esposo alto. Cuento hasta tres y todas tiran de las citas. La tapa de la caja sale disparada para no sé cuál dirección y veo como todas inspeccionan la punta de sus cintas para ver quienes tienen los chupones.
—¡No puede ser! —grita Tania como si la estuviesen asesinando. Todos los ojos se posan en ella y oigo como Pedro maldice muy groseramente detrás de mí. Me rio de nuevo y observo lo sorprendida y feliz que esta—. ¡Oh, mi Dios! —chilla casi al borde del llanto. Busco a Damian con la mirada y lo veo a unos metros de ella.
Parece completamente horrorizado y está a punto de dejar caer la cámara de sus manos. Luego observo a mí alrededor en busca del otro chupón, y al verlo en manos de Liz no puedo evitar cubrirme la boca. Ella al principio observa el objeto en su mano con una sonrisa, luego parece entrar en pánico al ver a Harry que está blanco como el cal y no se mueve del lugar. Es un momento incómodo y creo que soy la única en notarlo.
—No significa tanto —le digo acercándome a ella—. No… bueno…
—¡Oh, por Dios! —vuelve a chillar Tania y se acerca para darme un abrazo, mientras que yo me siento un poco culpable por lo que hice. Conozco a Harry y sé que esto no le gusta.
—Felicidades, Tania…
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