jueves, 31 de agosto de 2017

CAPITULO 23 (PRIMERA PARTE)





Abro los ojos y observo como la luz de la mañana se filtra por las cortinas de mi habitación. Palmeo el colchón a mi lado, pero Pedro no está ahí. Ya se marchó. Me siento en la cama y cubro mis pechos desnudos con las sabanas. La magia de la noche se acabó. Regresamos a la normalidad. 


Aunque no me arrepiento de nada de lo que sucedió ayer. 


Todo fue perfecto.


Observo a mi lado de la cama y veo una rosa blanca. La tomo entre mis manos y la huelo. Es la marca personal de mi esposo. En la mesita de noche hay un papel doblado a la mitad. Lo tomo y reconozco al instante su letra perfectamente prolija.



Mi preciosa Paula:
No me atreví a despertarte. Todo sería mucho más difícil.
No quiero marcharme, pero debo hacerlo.
Regresaré en dos días, cielo.
Te quiero. Pedro.
Pd: Jamás olvidaré la noche de ayer. Fue una de las más memorables de toda mi vida.



Coloco la carta en mi pecho y suspiro como una adolescente enamorada. Pedro es romántico, dulce y sencillamente perfecto. Sé que es lo que necesito. Tal vez el pueda hacerme cambiar en todo buen sentido. Tal vez con él sea la persona que realmente quiero ser.


Tomo mi teléfono celular y me pongo de pie. Funcionó una vez y sé que no funcionará de nuevo, pero sé que lo encenderá a estas horas de la mañana. Me quito las sabanas de encima, tomo la rosa y camino hacia el espejo. 


Me observo por unos segundos. Hay algo diferente en mí. 


Ese vacío que sentía semanas atrás comienza a desaparecer lentamente. Acomodo mi cabello, pellizco mis mejillas para que tengan algo de color y luego acomodo la rosa delante de mi nariz como si estuviese sintiendo su aroma. Tomo la foto con mi otra mano y luego la adjunto en un mensaje. Espero que esta vez Pedro si responda. O mejor aún si regresa.


*Fue hermosos despertar con este detalle,
Espero que esta imagen despierte algo en ti.*


Envío el mensaje con la imagen y luego dejo mi celular a un lado. Corro al baño emocionada y luego me doy una larga y merecida ducha. Tendré que improvisar, porque en un día como hoy no tengo ningún plan en concreto.


Salgo del baño con el cabello seco y casi listo. Tengo la toalla envuelta en mi cuerpo y antes de entrar a mi closet tomo mi celular. Me quedo con la boca abierta. Tengo siete llamadas perdidas de Pedro y tres mensajes.


*¡Paula Alfonso, DEJA DE HACER ESO!*


*ESTÁS JUGANDO CONMIGO, ¿VERDAD?*


*QUERIAS QUE ALGO DESPERTARA Y CREEME, ESTÁ MUY DESPIERTO*



Estallo en risas. Leo una y otra vez su último mensaje y no dejo de reír. Los deseos de disfrutar de este momento son tantos que incluso me hecho a la cama y oprimo mi abdomen que duele a causa de las sonoras risotadas que suelto una y otra vez sin control alguno. Jamás creí que escribiría algo así y me rio de solo imaginar la situación. Oh, dios. Acabo de hacer algo muy divertido y malvado. Mi Paula interior aun sigue riendo y no se detendrá.


Marco su número y al segundo sonido, él contesta. Sigo riéndome y no puedo contenerlo.


– ¿Se está riendo de mi, señora Alfonso? –Pregunta con un tono de voz serio y frío. No puedo contenerme, de verdad lo intento, pero no puedo.


–Claro que no… –Espeto intentando parecer seria, pero una carcajada poco femenina se escapa de mis labios y lo oigo sonreír al otro lado de la línea. Es completamente incontrolable y vergonzoso, pero sé que a él le gusta que sonría con espontaneidad.


– ¿Te resulto divertido? –Cuestiona. Puedo imaginármelo frunciendo el ceño con disgusto y eso me genera más risa. Intento controlarme y no parecer una desquiciada. Me siento en el colchón e intento normalizar la respiración.


– ¿Dónde estabas cuando recibiste la fotografía?–Pegunto rápidamente y llena de intriga.


–Estaba en una junta muy importante, mi teléfono suena y de pronto... una hermosa y excitante foto de mi esposa completamente desnuda aparece delante de mí. ¿Cómo crees que habré reaccionado?


–No lo sé… ¿Cómo has reaccionado? –Pregunto tomándole el pelo. Es evidente que me rio en su cara, pero es divertido.


– ¿Y tú qué crees?



Suelto otra risita y luego me pongo de pie. Son las nueve de la mañana y no quiero que se me haga tarde para lo que sea que haga el día de hoy. Tengo una brillante idea en mente y solo espero que funcione.


– ¿Y ahora que estás haciendo?


–Nada importante, ¿Qué haces tú? –Contraataca. Oh, sé lo que hago y me sonrío a mí misma por eso.


–Ahora estoy completamente desnuda. –Digo cambiando mi tono de voz por uno más sensual. –No llevo nada encima y acabo de aplicarme crema corporal en mis piernas. –Murmuro con una sonrisa traviesa. –Ahora coloco mi crema en mis senos… es una lástima que no estés aquí, Pedro.


–Paula…–Dice en tono de advertencia. Oh, no. Ahora jugaré mi propio juego y el no me detendrá.


–Es una lástima que no puedas tocarlos, cariño. Se ven muy bien y se sienten suaves, ¿Te gustaría tocarlos, verdad?


Lo oigo respirar agitadamente al otro lado del teléfono. 


Suelta un insulto por lo bajo y oigo como deja escapar un suspiro de frustración y excitación.


–Paula, por favor detente. –Dice en un susurro. Oh, no. No lo haré.


– ¿Estás excitado, Pedro?


Mierda, yo también estoy excitada. Más que eso. Comienzo a sentir calor, demasiado calor. No podré soportarlo por mucho tiempo, quiero sexo duro y pervertido de nuevo, quiero que me folle otra vez y sé que tendré que esperar por él dos días más. No podré soportarlo. Estoy volviéndome adicta a su manera de hacerme suya y no me importa… lo necesito, es como una droga.



–Paula, tendré un almuerzo en media hora, no me hagas esto. –Oigo su tono de suplica y sonrío ampliamente. Soy malvada y quiero serlo aun más. Yo estoy disfrutando, el seguramente también.


–Sé que lo deseas, sé que me deseas y te sientes pésimo por estar lejos. – Aseguro. Quiero que se sienta miserable y excitado. Con eso tal vez aprenda su lección.


–Paula…


–Piensa que si estuvieras aquí podrías estar disfrutando de todo mi cuerpo, como lo hicimos ayer en la noche. Podrías estar besando cada parte que quisieras. Tal vez yo también estaría besándote…


Cuelgo la llamada y me miro al espejo. Mis mejillas están rojas y mis ojos brillan. Me siento diferente, pero es un diferente positivo, el hace que haga este tipo de cosas y sé que se molestará conmigo, pero yo también debería de estar molesta. Aunque admito su reacción y su falta de palabras elevaron mi ego por encima del cielo y con eso me siento mucho mejor. Solo son dos días.


Mi celular suena de nuevo y temo que sea Pedro. Miro la pantalla y es un número desconocido y no es local. Contesto algo desconfiada y oigo la voz de Damian.


– ¿Qué hay? –Pregunta descaradamente.


– ¿Cómo conseguiste mi teléfono? –Interfiero rápidamente. 


Jamás se lo di y este tipo de invasión a la privacidad me molesta. Él comenzaba a caerme un poco bien, pero acaba de arruinarlo.


–Eso no es importante. –Responde con una sonrisa cínica en su rostro. Puedo imaginármelo.


– ¿Cómo lo conseguiste? –Cuestiono nuevamente.


–Cuando fuiste al baño el día de ayer marqué mi número con tu teléfono y listo. –Musita con obviedad. Pongo los ojos en blanco porque no puede verme, pero básicamente le digo ‘imbécil’ en mis pensamientos.



– ¿Qué quieres?


Debo ser cortante, fría y distante. No es muy buena familiarizarme demasiado. Es americano y su actitud a veces me desagrada.


– ¿Qué harás el día de hoy?


Corro a mi closet con el celular entre el hombro y la oreja me coloco el primer conjunto de ropa interior que encuentro.


–Aún no lo sé. –Le digo rápidamente.


– ¿Quieres que nos veamos?


Suelto una sonrisita irónica.


– ¿Por qué quería eso? – cuestiono sacando a la luz a la Paula presumida y egocéntrica que soy la mayoría del tiempo. 


A mí no me engaña, sé que le encanta que sea así. A todos les fascina.


–Porque… digamos que te caigo bien…– murmura lentamente con el tono de voz envuelto en dudas. Oh, típico de un americano. Presumido, pero sin motivos para serlo.


–No digas cosas que no son ciertas.


Rebusco en mi armario algún vestido que no haya usado aun. Tomo uno de los cientos de vestidos negros con encaje que tengo de diferentes formas, modelos y precios y me lo coloco rápidamente. Escojo tacones en conjunto y luego coloco el celular en altavoz y lo dejo encima de mi mesa de accesorios.


– ¿Podemos vernos, entonces? –Cuestiona pesadamente. 


Vaya que es insistente. Aunque si lo pienso mejor, él podría ayudarme con mi plan y también con los planes futuros que tengo. Su ayuda me servirá de mucho.



–Bien. –Respondo cortamente. –Estaré lista en una hora y pasaré a recogerte. –Murmuro fríamente.


– ¿Una hora? –pregunta con un chillido. – ¿Tanto demoras en ponerte un vestido y tacones?


– ¿Y qué con eso?


–De acuerdo. –Dice al otro lado de la línea y sé que sonríe. ¿Por qué no lo haría? Acabo de aceptar su invitación. Ese hombre debe de sentirse honrado. No cualquiera pasa el día conmigo. –Estoy en el hotel Helmont.


–Lo sé. Es el hotel de la fiesta.


–Bien, te espero.


–No seas impuntual. –Le advierto con severidad. –Espero que estés en la entrada cuando llegue. A los ingleses no nos gusta la impuntualidad. ¿Comprendes?


–Comprendo perfectamente. Te veo luego, nena.


Cuelga la llamada y me doy cuenta de que por algún motivo sonrío como una completa estúpida. Sé que no debo sentirme feliz por algo así, porque al final de cuentas él no me importa demasiado, pero es lo más cercano que he tenido a un amigo y eso es un gran avance. Debo mantenerlo todo bajo control. Debo hacer que todo esté bien y que él no cruce la línea. Lo necesito para que mi plan funcione.





CAPITULO 22 (PRIMERA PARTE)





Estamos acostados en nuestra cama en silencio. Mi cabeza descansa en su pecho y mi espalda recibe las suaves y tiernas caricias provenientes de los dedos de Pedro. Me siento diferente, nueva, fantástica, feliz...


–Debo regresar en tres horas, Paula. –Dice en un susurro apenas audible, mientras que observa el reloj de la pantalla de su teléfono. El sueño está venciéndome, pero debo permanecer despierta, no puedo permitir que se vaya. Su reunión de mañana puede esperar. Yo soy más importante que esa reunión, en realidad soy más importante que todo el mundo. Me siento insultada.



– ¿De verdad tienes que irte?–Cuestiono con un inesperado tono agudo en mi voz. Él sonríe y acerca sus labios a los míos.


–Debo hacerlo, cielo. No debería estar aquí. –Espeta con una mueca. –Escape lo más rápido que pude. Nadie sabe que estoy contigo.


–No quiero que vuelvas a España. –Confieso. La idea de estar sola por dos días más me resulta devastadora. 


Estamos bien así, justo ahora estamos perfectamente bien. 


¿Porque hay que arruinarlo?


Él me rodea con ambos brazos y así, de esta manera, me siento segura. Entrelazamos nuestras piernas debajo de las sabanas y luego recibo un dulce beso en la mejilla.


–Tengo hambre. –Me informa sonriente. – ¿Quieres algo de comer?


–Sí. –Respondo. –No dejaste que terminara mi cena.


Se pone de pie y luego me ayuda a incorporarme. Corro hacia mi guardarropa y tomo la primera bata que encuentro es de seda y negra. Me coloco algo en los pies y cuando salgo el ya tiene sus pantalones puestos. Sonrío y luego tomo su mano. Bajamos las escaleras y luego de cruzar el amplio recibidor y el comedor, entramos a la cocina.


Las luces son tenues y las criadas ya no se encuentran ahí. 


Es casi media noche. Todo se ve limpio y ordenado como debe de serlo. Pedro recorre la habitación y luego se sienta sobre la mesada, no en el banquillo, encima de la mesada de mármol combinada con madera.


– ¿Qué vas a cocinar? –Pregunta.


Me paralizo. No puede estar hablando en serio, ¿Está bromeando? Su pregunta me ha tomado por sorpresa y sé que si respondo con la verdad se decepcionará. ¡Yo no sé cocinar!



– ¿Hablas enserio? –Cuestiono con el ceño fruncido. La idea de pensar que debo hacer algo relacionado con la comida, me provoca pánico, cocinar me causa terror. ¿Cómo se lo digo? Además jamás lo he hecho de verdad. ¡Ni siquiera se cortar un tomate! – ¿Quieres un sándwich? ¿O una ensalada? ¿O que tal un té? ¿Quieres un té, verdad?


Si, espero que escoja un té. Eso es fácil de hacer. Agua caliente, té, listo. Un sándwich… bueno sería algo así como pan, queso y listo ¿verdad?


Él sonríe ampliamente y acorta la distancia que hay entre ambos. Me toma de la cintura clavando sus dedos en ella y en menos de dos segundos estamos frente a frente.


–No sabes cocinar. –Afirma como si estuviese burlándose de mí. 


Abro la boca indignada y luego golpeo su pecho.


– ¡Claro que sí sé! –Expreso molesta. Me aparto de su agarre y volteo de espaladas indignada. Sé que miento, pero él no tiene porque decirme eso. Se cocinar un té. Eso cuenta como comida. Lo siento acercarse. Su cuerpo está apegado al mío y percibo como sus brazos me rodean por completo en un abrazo.


–Admítelo. –Musita sonriente sobre mi oído derecho.


–No lo haré. –Le digo con una fina línea en mis labios. Sé que le encanta ponerme en ridículo con algo como esto, pero me molesta que le divierta todo lo que sucede. No tengo por qué saber cocinar.


Me toma entre sus brazos volteo mi cuerpo. Estoy recostada contra la mesada fría de mármol y acerca sus labios a los míos. Lo beso de manera demandante y apasionada. Sonríe y muerde mi labio inferior como si estuviese confirmando con besos lo que ambos sabemos. Me carga sobre la barra y rodeo sus caderas con mis piernas. Acaricia el dorso de mi brazo y nuestras lenguas se encuentran rápidamente. Sus manos se deshacen de mi bata de seda y luego su labio recorre mi cuello y mi clavícula. Cierro los ojos y dejo que haga conmigo lo que quiera. No me molesta en lo absoluto.


–Ya no tengo hambre. –Musita con la voz entrecortada. 


Sonrío y muerdo el lóbulo de su oreja.


–Tampoco yo.


– ¿Y entonces qué?


– ¿Quieres hacerlo aquí? –Cuestiono con una sonrisa completamente cargada de travesura. Es una de mis fantasías y al demonio si no quiere hacerlo, lo haremos de todas formas. Yo tengo el control.


– ¿En la cocina? –Pregunta dudoso con el ceño fruncido. 


Asiento con la cabeza y hago que nuestros sexos choquen con un leve movimiento. Siento su erección y sonrió ampliamente. Siempre estamos listos, es así como funciona y eso me encanta.


–Hagámoslo en la cocina, cariño. –Le digo. 


Él me toma con fuerza y ambos nos dejamos llevar por sensaciones, caricias, besos y mucho sexo…



CAPITULO 21 (PRIMERA PARTE)





Veinte treinta. Estoy furiosa. No puedo creer que me haya hecho algo así. Aun no ha respondido a mi fotografía y he estado más de tres horas sentada en mi cama con el celular entre mis manos. Mi maldita pantalla me informa que está en línea, pero nada, ni una sola respuesta. Me siento completamente humillada. ¿Qué habrá pensado de mí? 


¡Debería estar masturbándose con mi fotografía! No sé como describirlo, pero es como si me hubiese insultado en silencio. 


No pienso dirigirle la maldita palabra.


Tomo mi maldito teléfono y le escribo un mensaje.


*Vete a la MIERDA, Alfonso*


Lo envío y luego dejo mi celular a un lado. Tocan a la puerta y le ordeno a alguna de las mucamas que entre. Ella entra a mi alcoba y me informa que mi cena ya está servida. No tengo deseos de cenar. No tiene sentido hacerlo sola, pero aun así sé que debo hacerlo. Estoy famélica, no he comido mucho en todo el día.


–Bajaré enseguida. –Le digo fríamente. Ella me sonríe. No sé porque lo hace, su sonrisa no es bonita. Y luego se marcha. Suelto un leve suspiro y me coloco mi bata de seda. 


Solamente llevo un camisón de satén y pantuflas. No tiene sentido verme bien si Pedro no está cerca. Tomo mi maldito teléfono para ver si respondió, pero nada. Bajo las escaleras aun más molesta que antes. Está jugando conmigo, está jugando muy sucio y eso no me agrada. Yo acepto sus reglas cuando me conviene, el debe aceptar las mías. 


¡Mierda! Esto no funcionará.


Llego al comedor y veo mi plato en el lugar de siempre. 


Siento lástima por mí. No quiero cenar sola, no quiero recordar a Pedro en cada milímetro de esta habitación. Tomo mi plato y luego camino en dirección a la cocina. Jamás hice algo así, pero esta vez no quiero comer sola.


Andy y la otra están sentadas en la mesada, cenando. En cuanto me ven se ponen de pie rápidamente.


–No es necesario. –Digo colocando mi mano en alto para que se detengan. Por primera vez la Paula dueña del universo no tiene deseos de serlo. Quiero ser solo yo. Al fin y al cabo durante ocho años de mi vida me crie en una cocina, mientras que veía a mamá atender a los ricos de la casa. –Cenaré aquí, pero si gustan pueden acompañarme. –Les digo lo mas gentil que puedo ser, mi actitud las toma por sorpresa, pero no pueden oponerse, soy la dueña y señora, mi petición es casi una orden.


Sonríen con falsedad y luego regresan a sus asientos. Me siento en la banqueta de la punta de la barra y busco algo que sea apetecible comer en mi plato. No tengo hambre. 


Estoy molesta y me siento rara. Lo extraño… eso lo resume todo. Es difícil estar cenando sin tener que oír lo que Pedro me cuenta noche tras noche. Al principio me parecía aburridísimo, pero luego me resulto interesante. 


Aprendí mucho sobre sus empresas y lo que hace.


Ambas mucamas se callan y parecen incomodas con mi presencia. Lo cual me resulta grosero porque mi presencia ilumina cualquier habitación, pero no quiero arruinar su cena.


Ni yo me lo creo, pero la Paula amable y considerada ha invadido mi cuerpo y eso no me agrada. Yo jamás soy amable o considerada si no obtengo nada a cambio.


– ¿Se encuentra bien, señora Alfonso? –Pregunta Andy. Le dedico una sonrisa. No sé qué decir. Puedo mentir como siempre lo hago o ser sincera y decirle al servicio que extraño a mi esposo, pero no lo haré. No soy de esas dueñas de casa que son amigables.


–Todo está bien. – respondo cortamente.


Ellas regresan la atención a sus platos. Hasta aquí llegó nuestra conversación. No hay nada de lo que podamos hablar. Tenemos vidas completamente diferentes.


Mi celular suena y lo tomo rápidamente. Es un mensaje de Pedro. Lo abro y lo releo una y otra vez.


*Te ves hermosa*


Frunzo el ceño. ¿Qué mierda le sucede? ¿Está bebiendo o qué demonios? ¿Se refiere a mi fotografía desnuda? No lo entiendo. Y si así es, me decepciona, porque esperaba otro tipo de reacción a esa foto y no estás míseras tres palabras. 


Suspiro con fastidio.


*No me fastidies.*


Dejo mi celular a un lado e intento concentrarme en mi cena. 


Bebo un poco de jugo de naranja natural y luego mi teléfono suena nuevamente. Pongo los ojos en banco y lo tomo.


*De verdad te ves muy hermosa. Eres bellísima, pero al natural, mucho más*


Rápidamente me volteo hacia el umbral de la puerta que conecta el comedor con la cocina. Ahí está él. Lo veo recostado contra el marco de la puerta cruzado de brazos a la altura de su pecho con su celular entre las manos. Me pongo de pie y acelero el paso hacia su dirección. Me siento diferente. La horrenda sensación de vacío y soledad se llena lentamente dentro de mi ser. Sonrío ampliamente y a menos de dos metros de él, me abalanzo con todas mis fuerzas y me arrojo hacia sus brazos. Pedro sonríe y me estruja contra su cuerpo, como si no nos hubiésemos visto en meses. Me eleva del suelo y comienza a dar un par de vueltas por la cocina. Rio y acaricio su rostro.


–Creí que vendrías dentro de dos días. –Le digo sin temor alguno. Le demuestro con cada palabra que estoy completamente feliz por tenerlo de vuelta.


–No he dejado de pensar en ti.


–Tampoco yo.


Nuestras miradas se topan y la calidez de sus ojos hace que vuelva a sentirme en casa. Ahora si es mi hogar. Suena ilógico y malditamente inesperado, pero así lo siento yo también. Es difícil esclarecer mis sentimientos, lo único que quiero en este momento es besar sus labios.


–Te extrañaba demasiado. –Musita acariciando mi mejilla suavemente. Sonrío y luego pego mis labios a los suyos. 


Un beso que vale la pena. Mato todos mis deseos, ahogo mis miedos y mis inseguridades. Libero a la Paula que me dice que me estoy enamorando perdidamente de este hombre y me permito a mí misma, sentirme feliz.


Poso mis manos detrás de su nuca y hago que el beso sea mucho más profundo. Él muerde mi labio inferior una vez y luego nuestras bocas comienzan a bailar al compás de una suave melodía que se reproduce en el interior de mi mente. 


El tiempo se detiene, es un beso mágico, nada ni nadie
puede arruinarlo. Lo extrañé, de verdad lo extrañé y ahora solo puedo pensar en su cuerpo junto al mío. No me importa cuánto tiempo durará, conseguí vencer todos mis malditos miedos, ahora vuelvo a ser la Paula de siempre. Como a él le gusta, porque sé que le gusta.


–También te extrañaba. –Confieso en un susurro debido a ese beso que me robo el aire de mis pulmones. Besa mi frente y cuando nos volteamos en dirección a la barra de desayuno notamos que Andy y la otra nos observan perplejas. Se ven avergonzadas, pero al mismo tiempo sonríen. Acabamos de tener muchas demostraciones de afecto en público y me alegro por eso. No me fio de esa tal Andy.


Pedro, sonríe hacia ellas fingidamente a modo de disculpas.


–Buenas noches. –Dice avergonzado. No es de ese tipo de hombres que demuestran lo excitados que están en público. 


Es alemán, pero tiene todo el pudor de un inglés.


–Buenas noches, señor Alfonso. –Responden ambas al mismo tiempo. Si, lo sé. Mi esposo es el más tierno y dulce de todos. Envídienme porque jamás tendrán algo sí.


–Bien, señoritas, disfruten su cena. –Musita con una reverencia graciosa. Amabas chicas sonríen y luego Pedro me jala por el pasillo. Lo sigo sin protestar. Sé lo que sucederá ahora, sé que lo quiero y me encanta esa idea. 


También estoy pensando lo mismo que el.


Tomo su mano y caminamos sin ninguna dirección exacta. Él se detiene en el recibidor y me toma por sorpresa. Choco con su espalda y siento como sus brazos me toman vivazmente y me depositan sobre sus caderas. Me pierdo por unos segundos. Solo disfruto de sentir su cálido pecho junto al mío.


–Mírame, Paula.


Obedezco como buena esposa que soy y sonrío al ver sus ojos color miel.


–Me encanta verte a los ojos… –Me dice dulcemente. 


Mi mano cobra vida propia y siento la necesidad de acariciarlo por todas partes. Acaricio cada centímetro de su rostro. 


Primero su mandíbula, luego su frente, después sus mejillas y por ultimo recorro el contorno de sus labios con mi dedo índice. Pedro deposita un beso sobre él y con la mano que tiene libre acaricia mi cabello lentamente desde la raíz hasta las puntas onduladas.


La única manera de describir esta situación es con palabras cargadas de dulzura y sentimientos encontrados. Es como si necesitásemos utilizar el tacto para comprobar que no es un sueño o una fantasía. Es real, estamos juntos y debemos aprovecharlo, es como un hechizo. Todo acabará en pocas horas. Sé que debe regresar...


Cruzo mis piernas alrededor de su cuerpo y acepto su beso febril y apasionado. Entierro mis manos en su pelo, oprimo mi pecho contra el suyo y siento el latir de su corazón acelerado. Muevo mis caderas y siento su erección en el punto exacto... Él suelta un leve gruñido y comienza a caminar rápidamente. 


– ¿Dónde quieres hacerlo? –Pregunta colocando su mano por debajo de mi bata de seda a juego con el camisón. 


Acaricia la curva de mi trasero y luego besa mi cuello levemente. Cierro los ojos y me olvido que el maldito mundo existe.


–Sorpréndeme. –Respondo con una sonrisa traviesa.


Cruzamos el hall, luego la sala principal y caminamos por el pasillo hacia la derecha. Se a donde va a llevarme y me encanta la idea. Por fin podremos terminar lo que nunca empezamos aquella noche en su despacho.


Abre las puertas rápidamente, las cierra y luego me deja con delicadeza sobre el sillón de cuero negro que se ubica en medio del cuarto. Se pone de pie y me observa detenidamente.


–Eres hermosa. –Musita desabrochando los primeros botones de su camisa azul marino, sin despegar los ojos de mí. Me pongo de pie y sin previo aviso tomo ambos lados de la tela y al abro de par en par. Es como un ritual. Los botones vuelan por todas partes y hacen ruido al chocar con el suelo. Sonríe y niega con la cabeza, animadamente. 


Aunque jamás me lo ha dicho sé que le gusta que lo haga. A mí me encanta hacerlo. Puedo creer que tengo la situación bajo control.


Me pongo de puntitas de pie para poder estar a su altura, atrapo sus labios y luego recorro con la palma de mis manos, su pecho y su espalda. Él acaricia mi cintura, quita mi bata rápidamente y la arroja a un lado de la habitación junto con la camisa, sube mi camisón hasta la altura de mi cintura y luego se pone de rodillas sobre la alfombra. Sus labios acarician y rozan mi abdomen. Cierro los ojos y hecho mi cabeza hacia atrás. Disfruto de la sensación, es increíble. 


Mi estomago siente un cosquilleo que me resulta demasiado familia. Las mariposas fueron liberadas y vuelan libremente dentro de mi estomago. Mi Paula interior sonríe ampliamente. 


Sabe porque las mariposas corrieron liberadas y yo también lo sé. Por dios, me estoy enamorando de este hombre, me enamoro de cada uno de sus gestos, de cada una de sus caricias, estoy tendiendo mi propia trampa y sé que voy a caer. Me voy a enamorar por completo.


Rápidamente el calor me inunda el cuerpo. Calor, percibo demasiado calor por todo mi cuerpo y el satén que llevo encima comienza a molestarme.


Acaricio su cabello y sus labios descienden más abajo. Mi bombacha impide que siga su reguero de calientes y excitantes besos, pero al parecer ese no era su plan…


Se pone de pie y con desesperación me quita el camisón y lo arroja hacia no se cual dirección. Observa mis pechos y luego me atrae a su cuerpo de un tirón.


–Eres una niña muy mala, Paula Alfonso. –Musita clavando sus dedos fuertemente en mis caderas. Jadeo al sentir su torso desnudo chocando con mis tetas. –Sabías que estaba en una reunión cuando me enviaste la foto. –Afirma con una sonrisa perversa en su rostro. Sonrío ampliamente y muerdo su labio inferior. – ¿Tienes idea del esfuerzo que tuve que hacer para contenerme?


–No puedes negarlo, Pedro, te encantó. –Murmuro descendiendo mis manos hacia su miembro que comienza a despertar debajo de su pantalón.


–Eres irresistible. –Su mano sube hacia mi seno y lo aprieta levemente. Jadeo y cierro los ojos con fuerza. Mis pezones están duros y mi temperatura corporal sobrepasa lo normal


–Dime que deseas, Paula. –Me ordena en un susurro que me arrebata todos los sentidos. –Dímelo. – Su voz seductora tiene efecto en mí y soy capaz de hacer cualquier cosa para complacerlo.


–Desnúdate. –Logro decir con un hilo de voz. –Quiero que te desnudes, Pedro.


No me responde, pero con semblante serio y su mirada sobre la mia comienza a desabrocharse el cinturón. Se lo quita rápidamente y luego se baja los pantalones. Inclina se cuerpo y en unos pocos segundos se quita sus calcetines, zapatos y su ropa interior. Lo observo detenidamente. Me detengo más de lo necesario en su erección. Doy un paso al frente y acaricio su pecho con las yemas de mis dedos.


–Quiero darte placer. –Murmuro sobre su oído izquierdo. Sé que va a protestar pero antes de que lo haga coloco mi dedo índice sobre sus labios. –Quiero hacerlo...


Tal vez luego puedo investigar el porqué de su negación hacia el sexo oral. No lo entiendo, pero sé que debo esmerarme, tiene que ser increíble. ¿Qué cosas digo? Claro que será increíble. Lo hago todo bien, será perfecto.


Me arrodillo delante de él y tomo su miembro duro, caliente y listo para mí entre mis manos. Lo hago lentamente. Elevo mi mirada hacia arriba y veo como me mira impaciente. Mojo mis labios con mi lengua y luego abro la boca y lo introduzco hasta la mitad. Es grande y no podré metérmelo todo. Veo como cierra los ojos y respira agitadamente.


Muevo mi lengua al rededor de su miembro y lo oigo jadear.


–Oh, Paula... Mierda, cariño. –Toma una de sus manos y la posiciona detrás de mi cabeza y hunde sus dedos en mi pelo. Mi Paula interior me sonríe, sé que le encanta, es obvio que le fascina.


Lo saco de mi boca y luego lo coloco dentro otra vez. Sus jadeos y gruñidos me incitan a seguir haciéndolo. Lo chupo aun más fuerte y muevo mi cabeza hacia adelante y luego hacia atrás, el me ayuda con su mano y maneja mis movimientos. Hace un poco mas de presión y la cabeza de su pene choca con mi garganta, intento resistir las arcadas lo más que puedo. Lo retiro lentamente de mi boca y luego lo tomo entre mis manos nuevamente. Con mi lengua recorro la longitud de su miembro y cuando llego hacia la punta lo rodeo con la lengua y lo introduzco en mi boca una vez más. 


Es duro y se siente suave entre mis labios. Pedro jadea y lo veo cerrar los ojos fuertemente.


–Paula...–Jadea con la voz ronca. –Mierda Paula, así...


Lo acaricio con mi mano sucesivas veces rápidamente y disfruto de sus sonidos que se introducen en mis oídos. 


Sonrío de placer y satisfacción. Estoy logrando lo que me propongo.


Él se aparta de mí y cuando intento comprender que sucede, me toma entre sus brazos bruscamente y luego me carga y me deposita sobre su escritorio.


–Ya me complaciste, preciosa. Ahora es mi turno.


No entiendo porque no quiere que lo haga del todo, si siempre hice a los hombres delirar con eso, pero…


Oh, mierda, vamos a hacerlo sobre su escritorio.


Me abre las piernas y luego me penetra bruscamente. Mi feminidad se dilata rápidamente y recibo su miembro duro y grande dentro de mí. Hecho mi cabeza hacia atrás y aferro mis piernas a su trasero. Él me toma de la cintura y comienza a moverse duramente. Mi cuerpo brinca y los jadeos que se escapan de mi garganta son incontrolables. 


Me aferro a su cuello, él acerca su boca y mis gemidos se hunden entre sus labios. Nos besamos mientras que nos mecemos hacia adelante y hacia atrás rápidamente. Me siento en el cielo, es perfecto, excitante, delicioso, único...


Pedro y yo encontramos la manera de hacerlo, pudimos lograr que sea mucho más placentero que antes. Al fin ha funcionado.


– ¡Pedro!–Grito cuando acelera el ritmo y sus penetraciones son rápidas y bruscas. Sus manos echan mi cuerpo hacia atrás y mi espalda descansa sobre la madera lustrada con olor a limón. Se inclina y comienza a chupar uno de mis pezones. Coloco mis manos detrás de mi cabeza y ambas quedan colgando al otro lado del escritorio. Me muevo y jadeo con cada uno de los roces de su lengua sobre mi delicada piel.


–Eres preciosa, Paula–Murmura con la voz entrecortada. –Eres la mujer más hermosa que he visto. – Vuelve a unir sus labios sobre mi piel. Mi cuerpo se tensa por completo. Sus penetraciones se vuelven más lentas y pausadas, su mano derecha se une a la mia y las entrelazamos tiernamente. 


Acerca su rostro al mío con un inesperado movimiento, besa mis labios y luego de varias embestidas llego al orgasmo, suelto un gemido que es inevitable y siento como el acaba en mi interior.


–Oh, Pedro...–Suspiro excitada y agotada.


Sonríe sobre mis labios y acaricia mi cabello tiernamente con la palma de su mano. Nuestras respiraciones se normalizan al paso de los minutos, mientras que nuestras miradas se cruzan. Sonrío ampliamente y me muevo un poco para estar más cómoda.


–Ha sido completamente fantástico. –Siseo recuperando el aliento.


–Eres fantástica, mi preciosa Paula. –Murmura con una sonrisa que ilumina su rostro. Me toma con delicadeza y me carga hasta el sillón. Me suelta levemente y luego se aleja y toma mi bata del suelo.


–Vamos a la cama. –Besa mi coronilla y luego me cubre la desnudez con el pedazo de satén. No protesto, estoy cansada y quiero dormirme abrazada a su cuerpo, quiero disfrutar de su calidez lo más que pueda.


Lo veo colocarse sus pantalones rápidamente. Me toma en sus brazos de nuevo y me carga como si fuese una niñita pequeña, escaleras arriba.


– ¿Qué haremos en la habitación? –Cuestiono con una sonrisa traviesa. Oh, sé lo que haremos, pero aun así quiero que él lo diga. Quiero escucharlo. Sé que podremos repetir lo que acaba de pasar.


Me sonríe de lado y luego abre la puerta de la habitación de una patada.


–Sabes lo que haremos, Paula…