Abro los ojos y observo como la luz de la mañana se filtra por las cortinas de mi habitación. Palmeo el colchón a mi lado, pero Pedro no está ahí. Ya se marchó. Me siento en la cama y cubro mis pechos desnudos con las sabanas. La magia de la noche se acabó. Regresamos a la normalidad.
Aunque no me arrepiento de nada de lo que sucedió ayer.
Todo fue perfecto.
Observo a mi lado de la cama y veo una rosa blanca. La tomo entre mis manos y la huelo. Es la marca personal de mi esposo. En la mesita de noche hay un papel doblado a la mitad. Lo tomo y reconozco al instante su letra perfectamente prolija.
Mi preciosa Paula:
No me atreví a despertarte. Todo sería mucho más difícil.
No quiero marcharme, pero debo hacerlo.
Regresaré en dos días, cielo.
Te quiero. Pedro.
Pd: Jamás olvidaré la noche de ayer. Fue una de las más memorables de toda mi vida.
Coloco la carta en mi pecho y suspiro como una adolescente enamorada. Pedro es romántico, dulce y sencillamente perfecto. Sé que es lo que necesito. Tal vez el pueda hacerme cambiar en todo buen sentido. Tal vez con él sea la persona que realmente quiero ser.
Tomo mi teléfono celular y me pongo de pie. Funcionó una vez y sé que no funcionará de nuevo, pero sé que lo encenderá a estas horas de la mañana. Me quito las sabanas de encima, tomo la rosa y camino hacia el espejo.
Me observo por unos segundos. Hay algo diferente en mí.
Ese vacío que sentía semanas atrás comienza a desaparecer lentamente. Acomodo mi cabello, pellizco mis mejillas para que tengan algo de color y luego acomodo la rosa delante de mi nariz como si estuviese sintiendo su aroma. Tomo la foto con mi otra mano y luego la adjunto en un mensaje. Espero que esta vez Pedro si responda. O mejor aún si regresa.
*Fue hermosos despertar con este detalle,
Espero que esta imagen despierte algo en ti.*
Envío el mensaje con la imagen y luego dejo mi celular a un lado. Corro al baño emocionada y luego me doy una larga y merecida ducha. Tendré que improvisar, porque en un día como hoy no tengo ningún plan en concreto.
Salgo del baño con el cabello seco y casi listo. Tengo la toalla envuelta en mi cuerpo y antes de entrar a mi closet tomo mi celular. Me quedo con la boca abierta. Tengo siete llamadas perdidas de Pedro y tres mensajes.
*¡Paula Alfonso, DEJA DE HACER ESO!*
*ESTÁS JUGANDO CONMIGO, ¿VERDAD?*
*QUERIAS QUE ALGO DESPERTARA Y CREEME, ESTÁ MUY DESPIERTO*
Estallo en risas. Leo una y otra vez su último mensaje y no dejo de reír. Los deseos de disfrutar de este momento son tantos que incluso me hecho a la cama y oprimo mi abdomen que duele a causa de las sonoras risotadas que suelto una y otra vez sin control alguno. Jamás creí que escribiría algo así y me rio de solo imaginar la situación. Oh, dios. Acabo de hacer algo muy divertido y malvado. Mi Paula interior aun sigue riendo y no se detendrá.
Marco su número y al segundo sonido, él contesta. Sigo riéndome y no puedo contenerlo.
– ¿Se está riendo de mi, señora Alfonso? –Pregunta con un tono de voz serio y frío. No puedo contenerme, de verdad lo intento, pero no puedo.
–Claro que no… –Espeto intentando parecer seria, pero una carcajada poco femenina se escapa de mis labios y lo oigo sonreír al otro lado de la línea. Es completamente incontrolable y vergonzoso, pero sé que a él le gusta que sonría con espontaneidad.
– ¿Te resulto divertido? –Cuestiona. Puedo imaginármelo frunciendo el ceño con disgusto y eso me genera más risa. Intento controlarme y no parecer una desquiciada. Me siento en el colchón e intento normalizar la respiración.
– ¿Dónde estabas cuando recibiste la fotografía?–Pegunto rápidamente y llena de intriga.
–Estaba en una junta muy importante, mi teléfono suena y de pronto... una hermosa y excitante foto de mi esposa completamente desnuda aparece delante de mí. ¿Cómo crees que habré reaccionado?
–No lo sé… ¿Cómo has reaccionado? –Pregunto tomándole el pelo. Es evidente que me rio en su cara, pero es divertido.
– ¿Y tú qué crees?
Suelto otra risita y luego me pongo de pie. Son las nueve de la mañana y no quiero que se me haga tarde para lo que sea que haga el día de hoy. Tengo una brillante idea en mente y solo espero que funcione.
– ¿Y ahora que estás haciendo?
–Nada importante, ¿Qué haces tú? –Contraataca. Oh, sé lo que hago y me sonrío a mí misma por eso.
–Ahora estoy completamente desnuda. –Digo cambiando mi tono de voz por uno más sensual. –No llevo nada encima y acabo de aplicarme crema corporal en mis piernas. –Murmuro con una sonrisa traviesa. –Ahora coloco mi crema en mis senos… es una lástima que no estés aquí, Pedro.
–Paula…–Dice en tono de advertencia. Oh, no. Ahora jugaré mi propio juego y el no me detendrá.
–Es una lástima que no puedas tocarlos, cariño. Se ven muy bien y se sienten suaves, ¿Te gustaría tocarlos, verdad?
Lo oigo respirar agitadamente al otro lado del teléfono.
Suelta un insulto por lo bajo y oigo como deja escapar un suspiro de frustración y excitación.
–Paula, por favor detente. –Dice en un susurro. Oh, no. No lo haré.
– ¿Estás excitado, Pedro?
Mierda, yo también estoy excitada. Más que eso. Comienzo a sentir calor, demasiado calor. No podré soportarlo por mucho tiempo, quiero sexo duro y pervertido de nuevo, quiero que me folle otra vez y sé que tendré que esperar por él dos días más. No podré soportarlo. Estoy volviéndome adicta a su manera de hacerme suya y no me importa… lo necesito, es como una droga.
–Paula, tendré un almuerzo en media hora, no me hagas esto. –Oigo su tono de suplica y sonrío ampliamente. Soy malvada y quiero serlo aun más. Yo estoy disfrutando, el seguramente también.
–Sé que lo deseas, sé que me deseas y te sientes pésimo por estar lejos. – Aseguro. Quiero que se sienta miserable y excitado. Con eso tal vez aprenda su lección.
–Paula…
–Piensa que si estuvieras aquí podrías estar disfrutando de todo mi cuerpo, como lo hicimos ayer en la noche. Podrías estar besando cada parte que quisieras. Tal vez yo también estaría besándote…
Cuelgo la llamada y me miro al espejo. Mis mejillas están rojas y mis ojos brillan. Me siento diferente, pero es un diferente positivo, el hace que haga este tipo de cosas y sé que se molestará conmigo, pero yo también debería de estar molesta. Aunque admito su reacción y su falta de palabras elevaron mi ego por encima del cielo y con eso me siento mucho mejor. Solo son dos días.
Mi celular suena de nuevo y temo que sea Pedro. Miro la pantalla y es un número desconocido y no es local. Contesto algo desconfiada y oigo la voz de Damian.
– ¿Qué hay? –Pregunta descaradamente.
– ¿Cómo conseguiste mi teléfono? –Interfiero rápidamente.
Jamás se lo di y este tipo de invasión a la privacidad me molesta. Él comenzaba a caerme un poco bien, pero acaba de arruinarlo.
–Eso no es importante. –Responde con una sonrisa cínica en su rostro. Puedo imaginármelo.
– ¿Cómo lo conseguiste? –Cuestiono nuevamente.
–Cuando fuiste al baño el día de ayer marqué mi número con tu teléfono y listo. –Musita con obviedad. Pongo los ojos en blanco porque no puede verme, pero básicamente le digo ‘imbécil’ en mis pensamientos.
– ¿Qué quieres?
Debo ser cortante, fría y distante. No es muy buena familiarizarme demasiado. Es americano y su actitud a veces me desagrada.
– ¿Qué harás el día de hoy?
Corro a mi closet con el celular entre el hombro y la oreja me coloco el primer conjunto de ropa interior que encuentro.
–Aún no lo sé. –Le digo rápidamente.
– ¿Quieres que nos veamos?
Suelto una sonrisita irónica.
– ¿Por qué quería eso? – cuestiono sacando a la luz a la Paula presumida y egocéntrica que soy la mayoría del tiempo.
A mí no me engaña, sé que le encanta que sea así. A todos les fascina.
–Porque… digamos que te caigo bien…– murmura lentamente con el tono de voz envuelto en dudas. Oh, típico de un americano. Presumido, pero sin motivos para serlo.
–No digas cosas que no son ciertas.
Rebusco en mi armario algún vestido que no haya usado aun. Tomo uno de los cientos de vestidos negros con encaje que tengo de diferentes formas, modelos y precios y me lo coloco rápidamente. Escojo tacones en conjunto y luego coloco el celular en altavoz y lo dejo encima de mi mesa de accesorios.
– ¿Podemos vernos, entonces? –Cuestiona pesadamente.
Vaya que es insistente. Aunque si lo pienso mejor, él podría ayudarme con mi plan y también con los planes futuros que tengo. Su ayuda me servirá de mucho.
–Bien. –Respondo cortamente. –Estaré lista en una hora y pasaré a recogerte. –Murmuro fríamente.
– ¿Una hora? –pregunta con un chillido. – ¿Tanto demoras en ponerte un vestido y tacones?
– ¿Y qué con eso?
–De acuerdo. –Dice al otro lado de la línea y sé que sonríe. ¿Por qué no lo haría? Acabo de aceptar su invitación. Ese hombre debe de sentirse honrado. No cualquiera pasa el día conmigo. –Estoy en el hotel Helmont.
–Lo sé. Es el hotel de la fiesta.
–Bien, te espero.
–No seas impuntual. –Le advierto con severidad. –Espero que estés en la entrada cuando llegue. A los ingleses no nos gusta la impuntualidad. ¿Comprendes?
–Comprendo perfectamente. Te veo luego, nena.
Cuelga la llamada y me doy cuenta de que por algún motivo sonrío como una completa estúpida. Sé que no debo sentirme feliz por algo así, porque al final de cuentas él no me importa demasiado, pero es lo más cercano que he tenido a un amigo y eso es un gran avance. Debo mantenerlo todo bajo control. Debo hacer que todo esté bien y que él no cruce la línea. Lo necesito para que mi plan funcione.